wta
Garbiñe Muguruza, aire fresco en el tenis español
Nacida en Caracas, asombra con su tenis agresivo, un diamante en bruto de sólo 19 años y 1,82 metros
Garbiñe Muguruza, aire fresco en el tenis español
A oídas de la gente, el nombre suena extraño, la presentación de una desconocida que ofrece brotes verdes en el circuito femenino. Algo se mueve por ahí abajo para confiar en que pronto habrá buenas noticias porque hay chicas que vienen haciéndolo muy bien, chicas ... que crecen con el sambenito de luchar con los fantasmas de Arantxa Sánchez Vicario o Conchita Martínez, geniales actrices en la época dorada del tenis femenino en España. El error, dicen casi todos los técnicos, ha sido cargar a las jóvenes con esa presión y ya hay quien le atribuye esa responsabilidad a Garbiñe Muguruza, la raqueta de la esperanza y que estos días, como sucedió en 2012, asombra con sus golpes en Miami. Muguruza avisa al personal.
He aquí una joven nacida en Caracas el 8 de octubre de 1993 y que vive en Barcelona, ciudad en la que se curte como otros tantos especialistas. Se crió durante seis años en Venezuela porque su madre, Scarlet Blanco, es de ahí, mientras que su padre es vasco. Pero ella, sin olvidar sus orígenes, defiende su españolía y se siente como tal, empeñada en ondear la bandera cuando cumpla su sueño de ganar un Grand Slam. De momento, se conforma con crecer al ritmo al que lo hace, ascendiendo de forma progresiva y sumando victorias de prestigio que generan murmullos en el voluble vestuario de las chicas. «¿Quién es esa?».
Es Garbiñe Muguruza, tal y como se lee. Garbiñe, con eñe, impronunciable para los anglosajones y francófonos, tan complicado su nombre que se lo han escrito de mil maneras y prácticamente nunca bien. En cualquier marcador de cualquier torneo se leerá «Garbine» porque no hay eñes en los teclados y ella ya ha aceptado sin rechistar que la gente le llame «Garbin». Hasta se presenta así para que no haya confusión, da igual.
Ella se convence para que su nombre deje de ser una sorpresa en un futuro no muy lejano, veloz aunque no tenga prisas. Cualquiera que acuda a su historial pensará que se infla el globo porque Muguruza sólo tiene un título WTA en dobles y victorias en el circuito ITF, una categoría menor a los torneos pata negra como el que estos días se celebra en Miami. Llegarán los resultados, defienden los que le han visto crecer, porque la española tiene los elementos necesarios. Ahora falta explotarlos y trabajar la cabeza.
El sábado, sin titubeos, eliminó a Caroline Wozniacki, actual nueve del mundo y antigua reina del inestable trono femenino. Hoy cayó ante la china Na Li, otro hueso complicado, pero Muguruza cuenta ya con tres victorias en Miami con las que iguala los octavos de final de 2012. Antes de Wozniacki, derrotó a Pavlyuchenkova y a Siniakova y el año pasado, siendo una desconocida, fulminó a mujeres de peso como Murita, Zvonareva o Pennetta.
Es una española diferente, feliz en una pista rápida cuando la mayoría prefiere la tierra. «Mugu» se lo juega casi todo, tremenda su derecha y cada día más cómoda con ese revés que ejecuta a dos manos. Se siente bien con el saque gracias a sus 182 centímetros y faltaría por mejorar la movilidad, así como ser más determinante en la red. «Victorias como las que logré ante Wozniacki me ayudan a creerme más el nivel que tengo, a afrontar partidos de esta categoría e incluso ganarlos», sostiene. Junto a Lara Arruabarrena y Tita Torró, ambas de 1992, supone un soplo de aire fresco para el tenis español. Garbiñe Muguruza, nombre para recordar.
Noticias relacionadas
Ver comentarios