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La recta final

Uno de los encuentros más decisivos de esta jornada se juega en unas horas, futbolísticamente hablando, dantescas, buñuelianas

Fernando R. Lafuente

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Por mucho Bilbao que sea, y el Norte, y las borrascas, y la Gabarra se repare, jugar a los dos de la tarde un cinco de julio forma parte de la más extravagante literatura fantástica que uno pueda imaginar. Ni Lovecraft se hubiera atrevido a ... tanto. A la extraña situación de que no haya público en el estadio se le suma la hora de la comida, las estancias en la playa o en la piscina comunal, o privada. O sea, el desaguisado familiar de sentarse a la mesa a la británica hora de la una de la tarde, o la castiza de las cuatro, lo cual, sea dicho modestamente y sin ganas de molestar, no deja de tener su (des)gracia.

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