El Sevilla de Junior se muere
El Sevilla ha cogido un camino que, si los rivales no lo evitan, dará con los huesos del club en Segunda
El Sevilla ha cogido un camino que, si los rivales no lo evitan, dará con los huesos del club en Segunda. Quizás tenga medio suerte y se libre este año. Quién sabe. La gente mala, que no la mala gente, siempre tienen una ... bola extra en la vida para que todo siga siendo tan injusto como ruin. Presumiendo incluso de ese guiño vital a su ineptitud, que para eso la chulería la traen ya desde casa. La derrota frente a un Atlético en chanclas se veía venir. Más que eso, se sabía. Ni siquiera creo que doliese ese gol en el alargue. Simplemente se asintió al hachazo con resignación, asumiendo como propio ese destino negro que cada día se agranda al estar mucho más cercano. Porque el Sevilla es un equipo muerto, con un entrenador inservible y transparente. Daría igual si mañana entrena con el equipo o se va de vacaciones, nadie notaría la diferencia. Porque el Sevilla es un club dejado de la mano de Dios. Muchos lo quieren, pero nadie piensa que puede hacer ya algo por él, como si se tratase de un caso perdido, que verdaderamente lo es. La afición medio ha reaccionado, pero ya es tardísimo. No hay nada que hacer. Está desahuciado. Porque el Sevilla es una plantilla empobrecida hasta decir basta, donde cualquier jugador de medio pelo destaca un día al azar dentro de un plantel que entrenará con botas de velcro. Cuando se ponen las normales, nadie sabe ni siquiera ni controlar un balón, con esos capitanes empujando más que ninguno para ese descenso tan temido como impepinable. Llegará y tanto que llegará.
Y porque el Sevilla es una entidad dirigida por un hijo que quiere hacerle la puñeta a su padre, rodeado de una caterva de inútiles redomados, que lo ganan muy bien, y que la han comido la cabeza mediante la insistente matraca de que él es bueno y el mundo está equivocado, en su contra. Que lleva la razón y que está haciendo un gran camino, siendo capaz de cambiarle la cara al Sevilla. Desdibujando. Tachando. Rayando. Borrando del mapa. Nadie se atrever a plantarle cara y espetarle que el problema del Sevilla es él. Y todos aquellos que lo apoyan por un fajo de billetes. Me importa un bledo si son sevillistas o béticos, son unos simples aprovechados de un muchacho perdido en la vida. Le están sacando la sangre como sanguijuelas. Lo malo es que su sangre es la del propio Sevilla, que se muere porque ya no aguanta más la destrucción propia, sin entender cómo quien debería defenderlo disfruta con su destrucción. El Sevilla de Junior se muere. Me pregunto como nadie que de verdad sienta el Sevilla y tenga un mínimo de confianza con el presidente no sea capaz de hablarle en plata y decirle que ya no aguante más, que la ha superado por mil una situación para la que no estaba preparado. Que la vida lo borra todo menos el dolor que hemos causado. Y su gestión es tan nefasta como dolorosa para el sevillismo. La pitada en su contra durante cinco minutos será recordada. Seguro que el susurrador oficial, como el coach de Pimienta, le dirá que es por envidia. Que el mundo está equivocado, que el bueno es él. No hay peor enemigo que un amigo falso. Es increíble que gente con buen fondo, como es Del Nido Carrasco, no sepa verlo.
La siguiente medida será la destitución del entrenador. Sí, ese al que se le renovó no hace tanto porque daba tranquilidad al proyecto. Si es para que el público duerma a pierna suelta, ya están tardando en marcharse los causantes de este desastre. Echarán a Pimienta porque no vale para este Sevilla. Le han devorado. Sus planes decentes de partidos son fagocitados desde la nula capacidad para cambiarle el aire a los encuentros. Las Palmas estuvo a punto de bajar porque se le terminaron los argumentos. El Sevilla lleva el mismo rumbo, pero nadie parece reparar en ello. Estarán muy ocupados los que mandan preparando finiquitos para empleados de toda la vida. Haciendo mejor caso a quien sonríe en el sonrojo de la indignación, a quien se camufla en la protesta, a quien ronronea a los pies de su amo. El entrenador será la siguiente excusa de aquellos que se han tirado al monte de la desvergüenza, creyendo que en el mismo todo es orégano y que nunca pasa nada. Hasta que sucede. El enfermo está en las últimas. Esta misma Liga puede terminar de darle el toque de gracia a un club que se permitió el derecho a escribir la novela del humilde que llega a emperador. Que supo ganarse a pulso un lugar en la historia. Que empuñó la espada de la rebeldía en un reino de gigantes donde no le dejaban ni asomarse al salón principal de los grandes eventos. Un Sevilla que construyó la historia más hermosa jamás contada para que cuatro zarrapastrosos se la carguen. La humillen. La entierren. Quien alguna vez haya sentido ese escudo, de los que mantienen un status quo que aniquila día a día a la sociedad, que se mire a sus adentros. Que recupere ese niño sevillista que un día fue y piense si querrá ser recordado por este desastre. El dinero no compra los recuerdos y satisfacciones que le ha dado el Sevilla. Ni servirá como recompensa cuando ya no quede nada para subastar. El Sevilla se muere y nadie le pone remedio. Qué pena.
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