Borussia Dortmund - Sevilla: Llevó el orgullo hasta el último segundo (2-2)
Los de Lopetegui, eliminados, se sobrepusieron al polémico 'show' del árbitro Çakir y a dos nuevos goles de Haaland para empatar el choque con un doblete de En-Nesyri y acariciar la prórroga con una raza tremenda
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Iniciar sesiónLa empresa era casi un imposible y como tal no hubo manera humana de abordarla. Pese a todo, el Sevilla FC acarició el milagro, por fe, por raza, porque no se rinde ni ante esas quimeras. El árbitro, el turco Çakir , ... también puso lo suyo en la cesta y empinó hasta el límite la escalada hacia el sueño. El resto lo completó el ejecutor Haaland , un superfutbolista tan espectacular como 'pulible' en determinados modales. Dos nuevos goles del ariete noruego terminaron por ser decisivos para el Borussia . En-Nesyri también rubricó doblete y el partido se cerró en 2-2, con el cuadro de Lopetegui empujando hasta el último segundo por un tercer tanto que lo habría catapultado a la prórroga. Estuvo realmente cerca. La actitud fue para enmarcar. El Sevilla sale de la Champions con la cabeza muy alta. Qué pena. Qué manera de luchar. De no rendirse jamás.
Lopetegui fue con todo en busca de la heroica, recuperando para la causa a su portero 'milagro', Bono, y al todoterreno Koundé. Eso sí, descolgó de su alineación inicial, en una cita tan señalada, a los dos fichajes de relumbrón del proyecto: Rakitic y Papu Gómez, que arrancaron el choque desde el banquillo. Llamó la atención igualmente la titularidad de Óscar, por el que el técnico apostó tras su buena segunda parte con los alemanes en el Sánchez-Pizjuán. El talaverano había sido el revulsivo a balón parado y el gran responsable de que el Sevilla siguiera con vida en la eliminatoria, así que en Dortmund recibió la recompensa del míster y fue la sorpresa de la alineación inicial.
El Sevilla firmó una primera parte notable. Presionando, dominando, llegando mucho. Fue claramente mejor que su adversario, pero no estuvo acertado en el área y lo acabó pagando tras un fallo en la salida del balón. No le quedaba otra al Sevilla y, como exigía la unilateralidad del plan, abrió el partido con una fortaleza tremenda, convencido de verdad en la remontada. La puesta en escena fue diametralmente opuesta a la de Nervión. Timoratos y aculados atrás los de Terzic. Arrolladores y verticales los pupilos de Julen.
Apenas había arrancado el envite y ya rozó el gol el conjunto hispalense. Los nervios afloraban pronto en el Dortmund, que hizo equilibrismo al borde del pozo con una pueril pérdida producto de la falta de entendimiento entre su portero y Emre Can. Ocampos robó, bailó sobre la frontal perfilando su disparo y descargó con toda su rabia sobre la portería de Hitz, obligando al guardameta suizo a realizar la primera intervención del partido.
Replicó el cuadro de Terzic con un tímido lanzamiento lejano de Dahoud. Ahí se apagó la escasa luz de los locales y el Sevilla tornó en torbellino durante todo el primer acto, inclinando el campo con determinación, entregado en la firme búsqueda de su objetivo. Ocampos apareció de nuevo. Siempre estuvo. No tiene precio. Completó el eslalon hacia adentro, quitándose de encima a Emre Can con un túnel en carrera, y se plantó como un tren en el balcón del área para habilitar el disparo de Suso. El balón del gaditano se marchó muy cerca del palo derecho de Hitz.
Ocampos había empuñado la bandera del aluvión sevillista. Su arrojo fue extremo. El asedio, total, con el Borussia embotellado en su parcela, asfixiado. El argentino tendría otra vez el 0-1 en sus botas, pero su chut, dentro del área pequeña, pegó en esta ocasión en el cuerpo de Can.
Tristísimo. Porque el fútbol no fue justo con el Sevilla. Dominador absoluto, se tragó el mazazo a los 35 minutos. El Dortmund aprovechó en la primera que tuvo una pésima salida del Sevilla. Koundé y Suso chocaron en banda y abrieron la autopista de ocho carriles para la jugada letal de los alemanes. Reus llegó hasta la línea de fondo y sirvió el gol en bandeja a Haaland. 1-0. Tan real como inmerecido. Inasumible. Antes del descanso, los sevillistas reclamaron un posible penalti por manos de Dahoud a tiro del de siempre, Lucas Ocampos. Çakir no vio nada. Lo dejaría todo para su espectáculo de la segunda parte.
En la reanudación el Dortmund salió con otra cara. Ya le tocaba. Hazard dio el primer aviso. Y luego el partido se entregó al 'show' del turco Cüneyt Çakir y sus adláteres en el VAR.
Rocambolesco. Lo nunca visto. Haaland hizo el 2-0 atropellando a Fernando. El trencilla revisó la jugada por una posible falta en ataque del delantero sobre el brasileño, pero, inexplicablemente, las imágenes del monitor retrocedieron varios minutos para testear también un potencial penalti de Koundé sobre el propio Haaland que se había producido en una acción previa. Muy lejana. Pretérita al tempo y a la polémica que se juzgaban...
Çakir dictó su particular sentencia. Invalidó el gol de Haaland pero le concedió ese penalti anterior. Lopetegui y los suyos no entendían absolutamente nada, sin adivinar que el circo iría a más. El ariete del Dortmund lanzó la pena máxima y Bono detuvo el lanzamiento, así como el posterior rechace... ¡Extásis!.... pero aguardaban más capítulos para el sainete, ya que el árbitro turco mandó a repetir el tiro de castigo porque el portero del Sevilla no pisaba con ninguno de sus pies la línea. En el segundo intento, Haaland no falló y le devolvió un feo recado verbal al meta marroquí que casi acaba en trifulca colectiva. 2-0. Vengativo el noruego.
El Sevilla no bajó los brazos y pese al irracional palo siguió luchando y luchando. Encadenó hasta tres claras ocasiones para marcar. El incombustible Ocampos primero, Papu Gómez después y Óscar de tiro libre vieron cómo Hitz les impedía el gol con un repertorio de paradas. Un gol que al fin llegaría de penalti tras un derribo claro de Emre Can sobre De Jong. El otro delantero del equipo, En-Nesyri, fue el encargado de transformar el 2-1 y activar y la ensoñación de la remontada a contrarreloj.
De ahí al final, el Sevilla apretó con fe inusitada, en busca de dos tantos más que lo llevaran a la prórroga. Consiguió empatar 2-2, otra vez por medio del desbocado En-Nesyri, en el penúltimo minuto del descuento. Increíble. Qué raza. El tercero se quedó a las puertas en un arreón insuperable de casta. Lo tuvo en sus botas Ivan Rakitic... y también Diego Carlos. No fue posible. Lo merecía, créanlo. El equipo de Lopetegui se despidió tan cruel como dignísimamente de la Champions. Recuperó su imagen de escuadra ultracompetitiva y rebelde. Eliminados, pero con una nobleza mayúscula, acorralando al Dortmund de Haaland hasta el último centímetro del precipicio. Quedan bonitos retos en LaLiga, como el de asegurarse volver a esta competición tan espectacular. El Sevilla es el de siempre. Regresará pronto a su sitio en el torneo de las estrellas.
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