Barcelona - Sevilla: Mira mamá, sin manos

Sorprendentemente, quedaba un jugador lesionado en el terreno de juego antes del minuto uno de partido y… NO ERA DEL SEVILLA. Busquets se quedó unos instantes conmocionado tras chocar con Piqué, pero tras tomar algo de aire volvería al terreno de juego. Igualito que los sevillones, que se tropiezan al subir un escalón y se hacen un esguince pa 4 semanas.

Pocos minutos bastaron para darse cuenta de que esto se le iba a hacer al Sevilla más largo que una feria sin dinero. El Barça tenía el balón y acababa siempre jugada por la banda de Dembelé. Perdón, de Dembelinho, porque este jugador, cuando juega contra el Sevilla, se convierte en seleccionable por la Brasil del 70.

Tras el partido entre Celta y Real Madrid, quedaba claro que no iba a ser una jornada propicia para los seguidores de equipos que no sean Madrid o Barça. Pasado el minuto 20 quedó patente cuando el balón impactó en el brazo de Araujo dentro de su propia área. El árbitro no dudó un segundo en decir «sigan, sigan» y la sala VAR como si no hubiera, directamente. Hombre, claro que tenía la mano pegada al cuerpo porque sino estaríamos ante un caso como el de la mano de la familia Adams, que corría sola por el mobiliario de la casa.

Lo que restó de primera mitad transcurrió de manera tranquila. El Barça trataba de hincarle el diente al Sevilla sin pisar el acelerador y los de Julen, como siempre, tocaban y tocaban entre defensas y portero para sacar el balón y, en alguna ocasión, se disparaban en el pie errando en el pase. El día que peguemos un pelotazo para despejar, buscando al delantero, una lágrima recorrerá mi mejilla. No es que desee volver a los tiempos de Manolo Jiménez, que obligaba a jugar a Álvaro Negredo con collarín, pero ni una cosa ni la otra.

El juego se reanudaba en la segunda mitad con la resaca de los comentarios, sobre la jugada de la mano de Araujo, de los «expertos» de la televisión. Que si tiene la mano pegada al cuerpo, que si tiene el brazo en una posición natural… Toda una retahíla de excusas, hasta decir que Martial le ha tirado al brazo de manera intencionada.

La primera ocasión clara del Sevilla vino en un contragolpe que acabó con un centro de Navas que se fue largo y que no alcanzó Ocampos por poquito, dándole la razón a aquellos que afirman que el palaciego difícilmente ponga un centro bueno.

Cuando empezaba a llegar el Barça con preocupante frecuencia al arco de Bono llegó una ocasión a balón parado para el Sevilla. Raquití, como algunos lo llaman por aquí, estuvo a punto de marcar, pero su disparo se fue ligeramente por encima del larguero. Por un instante, a más de uno en el Camp Nouse le repitió el pantumaca.

Minutos más tarde llegaron los minutos de la fatiga sevillona. Primero con un remate de Piqué al larguero y, más tarde, con un golazo de Pedri. Partido muy del Sevilla de los últimos meses, que sale a verlas venir, a mamonear con el balón y el reloj, y a encajar gol tarde o temprano.

El esperpento arbitral se iba a culminar cuando en una clara ocasión del Sevilla, cuando Rafa Mir se iba a plantar solo delante del portero, Piqué agarró al delantero sevillón. El árbitro le mostró amarilla y, seguramente movido por la culpa de haber tenido que sacarle la cartulina al jugador blaugrana, de paso amonestó a dos jugadores del Sevilla y echó al segundo entrenador. Nada, imposible.

Partido que, a fin de cuentas, resume lo que está siendo esta temporada para el Sevilla, que ha jugueteado en los primeros puestos, como un niño travieso gritando: Mira, mamá, sin delanteros. Mira, mamá, sin el dinero que tienen otros. Mira, mamá, sin muchos jugadores. Mira, mamá, sin ayudas arbitrales. Mira, mamá, sin manos.