Seis de seis para el Atlético

No cuesta recordar lo que en otro tiempo suponía un Atlético-Osasuna a las diez de la noche de un martes laborable en Madrid. Una digestión pesada mezcla de fatalismo y desasosiego en un Vicente Calderón con cuatro gatos en las gradas que termina con una sufrida victoria rojiblanca por la mínima o, en el peor de los casos, con un desastre de cualquier tipo en el último minuto. En cualquier caso, un trago de vinagre para la hinchada colchonera de regreso por el paseo de los Melancólicos o camino de la estación de metro de Pirámides. La vida se ve de otra manera estos días por el Manzanares.

El estadio lució caluroso, con más de media entrada y la gente preparada para una noche envolvente que lo transportase feliz a las sábanas. Cunde el entusiasmo en el Atlético. La tostada ya no cae del lado de la mantequilla. Algo de esto se vio en el minuto doce. Sisi avanzó desde el volante derecho y lanzó un pelotazo que rebotó en la mitad de los defensas rojiblancos. El balón se encaminó directo a la portería de Courtois y en el último instante golpeó en el palo. En otro tiempo, hubiera significado el gol de la fatalidad y un partido en dirección contraria. Cinco minutos después, Diego Costa dibujó la pose para tocar con el interior un pase de Koke y la pelota se fue mansa y dócil a la red.

Tocado por el polvo de las hadas y adiestrado en un trabajo vigoroso, el Atlético taladró la resistencia del Osasuna con una vitalidad apabullante, una insistencia pertinaz y un juego notable. Además de presionar al propietario del esférico y de considerar cada esfuerzo como el último de su vida, el equipo de Simeone toca con criterio, impone su voluntad con el balón sobre el campo y mete los partidos en una espiral que se asemeja a una centrifugadora.

El Osasuna sufrió en el arreón del Atlético, que volvió a marcar en otras asociación magnífica de Koke con Diego Costa . El pase templado y tenso del vallecano, en la dosis justa de esfuerzo y técnica, y el cabezazo perfecto del brasileño girando el cuello y con un rival colgado de la chepa.

El encuentro amenazó con derrumbe total por la superioridad del Atlético, pero el Osasuna mostró amor propio. Lo exhibió en unas cuantas arrancadas a propósito de los goles de Costa y lo certificó con un gol a balón parado que pilló a la defensa colchonera en mantillas después de un tremendo golpe de Mario Suárez, lesionado en la rodilla. El balón voló por encima de las cabezas de Miranda y Godín, Courtois se quedó pasmado a media salida y Riera marcó en un escorzo.

El Atlético tachó la hoja del calendario antes de tiempo. Regresó de la ducha sin Mario Suárez y sin tensión, como si hubiese desenchufado el cable de la corriente. De repente, rebajó sus prestaciones en un porcentaje considerable y, al ochenta por ciento no es el mismo equipo ni siquiera parecido. El Osasuna interpretó el momento como una grieta del enemigo y trató de hacer daño con un juego ágil aunque sin fantasía. Consiguió más cosas por los despistes de los rojiblancos que por su caudal de fútbol.

La parsimonia del Atlético se plasmó en el área de Andrés. Demasiado contemplativo en la construcción del juego, también lo fue con el gol a la vista. Diego Costa disparó al muñeco en vez de trazar la diagonal que reclamaba su tercer gol. También languideció Arda Turan con el 3-0 en puertas. Dos veces falló goles cantados. El primero, al enredarse ante Andrés, y en la segunda, medio desmoralizado por el error anterior, al estrellar por el lateral un remate que parecía fácil a puerta. Villa aportó picante en un afán que no resultó contagiosa. El internacional no ha acampado todavía en el Calderón. Y así ganó el Atlético, con el partido en decadencia y con los minutos cayendo en lenta procesión.