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Giro de Italia

Nizzolo triunfa en las calles de Óscar Freire

Los velocistas no dejan pasar la oportunidad antes de la alta montaña este sábado en el Zoncolan

José Carlos Carabias

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Avanza el Giro hacia el norte, los Dolomitas, la naturaleza que define el ciclismo, espacio de enorme belleza y carreteras imposibles que está por llegar para establecer si Egan Bernal vuelve a ser el emperador que proclamó el Tour de hace dos años. Llega a Verona, la ciudad de los amantes, allí donde Óscar Freire construyó su relato único de ciclista distinto, un bicho raro en el país de los escaladores que ganaba Mundiales y clásicas por puro talento e instinto competitivo. En Verona ganó dos maillots arcoíris, el de su descubrimiento (1999) y el de su consagración como estrella planetaria (2004). En la ciudad del genio cántabro, triunfó otro rematador de postín, el italiano Giacomo Nizzolo.

Nace el día en Rávena en dirección al Véneto y tres asaltantes de caminos se ponen en marcha. Son dos italianos, Samuele Rivi (Eolo) y Umberto Marengo (Bardiani) y el suizo Simon Pellaud (Androni). Escapada con historias. Marengo reparte helados a domicilio en bicicleta, a la antigua usanza en un pueblo de Italia (Collegno). Y Pellaud es un suizo que se fue a vivir a una cabaña cerca de Medellín, en las montañas de Colombia, por recomendación de su amigo Jarlinson Pantano.

Ese tipo de fugas que en apariencia no tienen mayor contenido deportivo, pero que son esenciales para las marcas patrocinadores, para el retorno de publicidad, para las empresas de componentes que apoyan a los equipos.

Lo recuerda por la tele, nervioso porque en la fuga va uno de su equipo (el Eolo Kometa), Alberto Contador, el excampeón español que analiza, muy bien, para Eurosport.

Es una etapa que sorprende a la concurrencia porque, a espaldas de los tiempos, no tiene ni media tachuela , una mínima cima salpicando el recorrido. 198 kilómetros llanos como la palma de una mano.

En esa tesitura no perdonan los velocistas, que mantienen maduros a los escapados, hasta que hincan el diente llegando a la hermosa Verona que coronó dos veces a Freire.

En el esprint, un entusiasta quiere emular al ciclista cántabro en 1999. Salta por la derecha Edoardo Affini para destrozar la llegada al estilo de Thierry Marie, Jesper Skibby o Jelle Nijdam, y casi lo consigue, tal es la violencia de pedalada que impone. Por unos metros no se lleva la etapa. Nizzolo, el velocista que persigue cada victoria como si le fuera la vida, se merienda a todos, Sagan, Cimolai, Gaviria, y el intrépido Affini que quiso emular a Freire.

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