Juan Ayuso, el tesoro escondido del ciclismo español

Ayuso no responde al patrón. No es hijo de exciclista que inculca afición al retoño ni surge del ámbito rural, de una escuela en un pueblo en la España vaciada o un equipo amateur en el País Vasco. Ha vivido cinco años en Estados Unidos, al desplazarse la familia por el trabajo del padre, directivo de una multinacional. Habla inglés a la perfección y vive en Jávea porque en esta localidad le otorgaron plaza en el Colegio Británico cuando iba a la ESO . En Asturias, donde su familia tenía una residencia, se quedó sin sitio en los colegios bilingües. Quiere estudiar Finanzas en la Universidad a distancia. No ha perdido ningún curso por su dedicación a la bici, afición que compaginó con el fútbol y a la que se dedicó gracias a un amigo, Mateo. El padre de Ayuso, ya jubilado, ha recorrido el camino inverso. Sin ninguna vinculación con el ciclismo, hoy es un globero que ha corrido la Quebrantahuesos y otras pruebas similares. «Le dio envidia ver que yo disfrutaba con la bicicleta y empezó a montar él. Y ahora no hay quien le baje», bromea Ayuso desde su casa en Jávea en charla con ABC.

Josean Fernández Matxín es el director del equipo Emirates, un primer espada con músculo financiero que ha renovado a Pogacar por cinco años antes de ganar el Tour. A Matxín lo que más le gusta del ciclismo son las carreras de cadetes, juveniles y demás. En su día fue el ojeador jefe del Deceuninck y el instinto no le abandonó con Ayuso. Lo vio en una Vuelta al Besaya y confirmó en el Mundial de Yorkshire lo que proclamaban los resultados: tenía una figura ante los ojos. Lo fichó del Bathco, equipo cántabro de categorías inferiores en el que se había enrolado el chaval para seguir los pasos de su ídolo, Alberto Contador.

Cedido por el Emirates

En el invierno de 2019, Matxín invitó a Ayuso a la concentración del Emirates. Le regaló una Colnago, le presentó a Pogacar, le enseñó las entretelas de un gigante... En ese periodo el Movistar se interesó por él. Ayuso convivió cuatro días con Alejandro Valverde . Pero se decidió por Matxín. «No hubo una razón, sino un conjunto de detalles. Me gustó el plan de futuro que me presentó el Emirates», dice Ayuso. Firmó un contrato de cinco años con el conjunto árabe en presencia de su padre. Era menor de edad.

El último invierno Matxín lo cedió al Colpack italiano, equipo de rango inferior. «Debe dar pasos progresivos. En el Colpack puede seguir mostrando ambición, expresarse, ganar», dice a ABC el director vizcaíno. « En categoría junior arrancaba a 40 kilómetros de meta y lo ganaba todo porque era muy superior . Ahora está aprendiendo a meter codos, a colaborar o no en una escapada, a buscar su espacio, a manejarse en el pelotón».

«Creo que podría correr en el World Tour, pero este aprendizaje me va a servir mucho -explica Ayuso -. Leer una carrera, entender los movimientos o anticipar un abanico es igual en un pelotón que en otro, solo que en profesionales mueven 30 o 40 watios más».

En agosto regresará al Emirates, curtido durante seis meses en la categoría sub 23. Matxín no quiere acelerones. «Tiene muchas cualidades, es un escalador de 1,81 que lo hace muy bien en contrarreloj, tiene velocidad. Es bastante completo -analiza-. No sabemos si es un escalador de grandes puertos, porque aún no los ha subido».

«Soy tranquilo, estoy por hacer. No me agobio. Creo que soy un escalador que me defiendo bien en todos los terrenos», comenta el ciclista de 18 años. «Solo tengo que descifrar si me van mejor los puertos cortos tipo Lieja o los puertos largos tipo Tour. En los puertos de primera que he subido en Romagna me he sentido muy bien».

A Matxín le seduce otra virtud. «Lo mejor que tiene es una cabeza muy bien amueblada. Es agresivo en carrera, pero respetuoso con los rivales. No es arrogante, estudia los recorridos y a los rivales, tiene una visión realista. No irá a la Vuelta, es demasiado pronto».

En Italia se ha adjudicado el Trofeo Priva, el Giro del Belvedere y el Giro de Romagna con victorias de etapas. En agosto conocerá el fuego real del profesionalismo junto a Pogacar, Hirschi y demás. «No es un obsesionado, no arriesga porque sí, es la coherencia de una persona formada, perseverante y madura -cuenta Matxín-. No se parece a nadie».