Cómo la caza ayuda en el control de poblaciones: «Tenemos que actuar para que la fauna más pequeña pueda sobrevivir»

En este sentido, Andalucía, con su rica y variada biodiversidad, se ha convertido en un referente en esta materia. Y es que en esta comunidad autónoma se combina la gestión cinegética con criterios de sostenibilidad y bienestar animal. De ahí que pueda afirmarse que la caza controlada tiene un impacto positivo en la gestión de la fauna andaluza y que, a través de esta práctica, se logra un equilibrio sostenible entre la actividad cinegética y el respeto por el bienestar de los animales.

La gestión de la fauna salvaje en Andalucía requiere de herramientas eficaces, científicamente respaldadas y, sobre todo, coordinadas entre administraciones y actores del medio rural. Y una de esas herramientas no es otra que la caza regulada. José Antonio López, coordinador del Servicio Técnico de la Federación Andaluza de Caza, lo explica con claridad: «La caza es una actividad que sirve para el control de poblaciones. Está muy regulada. Actuamos gracias a autorizaciones que expide la Consejería de Medio Ambiente. En la regulación de los hábitats, la caza participa en el control de enfermedades, lo que nosotros le decimos 'epizootias', que es control de enfermedades de fauna«.

Uno de los casos más representativos es el de la sarna sarcóptica en la cabra montés. Esta enfermedad parasitaria provoca un deterioro progresivo de la salud del animal, llevándolo a una muerte agónica. Su transmisión se ve intensificada en situaciones de alta densidad poblacional. Aquí, la caza juega un papel doble: permite reducir esa densidad y aplicar caza selectiva sobre ejemplares ya enfermos, evitando la propagación del brote y, al mismo tiempo, el sufrimiento del animal. No obstante, no es este el único caso. Tal y como afirma José Antonio López, «actualmente, en Andalucía, tenemos tres emergencias. La emergencia cinegética de la cabra montés, del jabalí y del conejo. Gracias a la caza se regulan esas poblaciones. Con respecto a la cabra montés, se minimiza la posibilidad de que haya contagio por sarna en individuos. Con el jabalí se minimizan daños en la agricultura, accidentes de tráfico, infección de enfermedades y predación. Y con el conejo se intenta controlar los daños a la agricultura«.

Centrándonos en el jabalí, los cazadores (coordinados siempre con la administración) están desempeñando una labor esencial. De hecho, controlar su población es también una medida preventiva clave para evitar la entrada en España de la peste porcina africana, una enfermedad ya extendida en Europa Central y potencialmente devastadora para la cabaña porcina nacional. En este sentido, el coordinador del Servicio Técnico de la FAC comenta que «se están capturando alrededor de 70.000 u 80.000 jabalíes por temporada. Imagínate si no se hiciera... También se pueden hacer controles con predadores naturales, que además del jabalí tenemos al zorro. En situaciones tenemos que actuar para controlar esa predación y que la fauna más pequeña pueda sobrevivir«.

En el caso de especies como el conejo y la liebre ibérica, la caza regulada no siempre actúa directamente mediante el abatimiento de ejemplares. En ciertas circunstancias, el colectivo de cazadores opta por retirar presión cinegética y centrarse en la gestión del hábitat y la vigilancia sanitaria.

De este modo, la FAC se convierte en un aliado esencial del Plan de Vigilancia Epidemiológica de la Junta de Andalucía. Este plan, dependiente de la Consejería de Sostenibilidad y Medio Ambiente, monitoriza enfermedades como la sarna, la tuberculosis o la enfermedad hemorrágica epizoótica (EHE) en ciervos. Los cazadores colaboran no solo avisando de casos sospechosos, sino también permitiendo la toma de muestras tras las jornadas de caza.

Por otra parte, no menos importante es el papel que desempeñan los cazadores en el ámbito acuático. En la Marisma del Guadalquivir (área vital para aves migratorias), quienes practican la caza de especies acuáticas colaboran activamente en la vigilancia de la gripe aviar, mediante el análisis regular de los reclamos vivos (cimbeles). Estos animales están sometidos a estrictos controles sanitarios durante todo el año en explotaciones ganaderas, lo que permite detectar precozmente la presencia del virus en especies migrantes y activar protocolos de seguridad si es necesario.

El debate sobre la caza no puede reducirse a una dicotomía entre ecologismo y tradición. Hoy en día, la actividad cinegética está sujeta a un marco normativo estricto, con autorizaciones específicas, calendarios regulados y controles administrativos exhaustivos. Pero, además, existe una conciencia creciente entre los propios cazadores de que su papel debe estar al servicio de la sostenibilidad y el bienestar animal.

Uno de los valores que más destaca el colectivo cinegético es su compromiso con la minimización del sufrimiento animal. Frente a enfermedades como la sarna o la EHE, la acción de la caza selectiva no solo evita contagios, sino que impide que los animales mueran lentamente entre dolores, hambre y aislamiento. Esta práctica no es improvisada ni arbitraria, sino que forma parte de planes avalados por veterinarios, técnicos de la administración y agentes medioambientales. José Antonio López defiende la idea de que «siempre intentamos disminuir y controlar la población, mantenerla sana y estable. La caza debe ser coherente, racional y sostenida«.

Aunque el control poblacional ideal sería un equilibrio natural entre presas y depredadores, este escenario es prácticamente inviable en la actualidad. «Lo lógico, aunque actualmente no existe, es que la naturaleza actúe por sí misma controlando las poblaciones de fauna y flora. Un control natural de la naturaleza, pero eso es inviable porque todo nuestro entorno está alterado por la apropiación del hombre. Entonces, en casos específicos, tenemos que actuar«, sostiene el coordinador del Servicio Técnico de la Federación Andaluza de Caza.

En ese contexto, la caza actúa como sustituto del control natural, de manera que regula a los superpredadores (como el jabalí o el zorro) para proteger a especies más vulnerables como la perdiz, el conejo o la liebre.

Es más, incluso en áreas protegidas o parques naturales, donde podría parecer que la intervención humana debe ser mínima, la caza regulada se presenta como una herramienta de gestión ecológica. «Hay una generalización y un incremento importante en Andalucía de los ungulados silvestres, que son fundamentalmente la caza mayor. El ciervo también está en poblaciones altas, o el muflón«, recuerda también José Antonio López. La caza mantiene esas poblaciones y, por ello, se evitan importantes daños a la vegetación natural, además de a cultivos colindantes.

Por todo lo mencionado, la caza en Andalucía debe entenderse como una actividad regulada, técnica, ética y estratégica. Una herramienta que contribuye no solo al control de enfermedades, sino también al equilibrio ecológico y al bienestar de la fauna salvaje. Así, lejos de suponer una amenaza, la caza controlada se revela como un aliado de la conservación y de la sanidad animal, especialmente en zonas rurales de esta comunidad autónoma.