real madrid 82 - 93 Barcelona
El Barcelona recupera la corona
Final liga acb
Los azulgranas, liderados por un gran Vesely (19 puntos) se proclaman campeones en casa del eterno rival. Mirotic, MVP de la final.
Así queda el palmarés de la ACB
Mirotic celebra una canasta ante Tavares
Tras dos años de rodillas, recibiendo humillaciones y malos presagios, el Barcelona se comportó como un auténtico equipo. Los azulgranas, liderados por un mortífero Vesely, cerraron la serie en el WiZink y recuperaron la corona que los distingue como campeones de la ACB. Ha ... tenido que irse el proyecto a pique, con sus emblemas, Mirotic y Jasikevicius, absolutamente defenestrados, para que el grupo sacase orgullo ante la adversidad, como si hubiesen robado un pedazo del alma competitiva del Madrid y se lo hubiesen incrustado en el corazón. A partir de ese momento, se convirtieron en campeones.
Glorioso intercambio de canastas inicial, demostrando ambas formaciones que el alto nivel baloncestístico de los dos primeros partidos no fue una casualidad. Intentaba Jasikevicius dotar de intensidad a su rotación, un baile de nombres infinito para que las ganas de hacer daño no decayesen ni un instante. El Madrid igualaba la balanza desde la defensa, anchos los de Chus Mateo atrás para luego ser propulsados por un Musa desperezado e inalcanzable. Las pulsaciones rozaban lo peligroso, pero el riesgo era justificado. Un título estaba en juego.
Jokubaitis dotaba de una maravillosa demencia a los azulgranas, imprevisible el base lituano, capaz de imprimirle al partido una anarquía que solo su compañero Nnaji, prodigio físico donde los haya, conseguía descifrar. Se despegaba el Barça poco a poco en el marcador y el WiZink echaba el resto, muy enfadado el recinto blanco tanto con el rival como con el grupo arbitral. Fue la incendiaria grada y uno de los míticos trances de Llull los que levantaron al Madrid, aunque el Barça, con el paso del hombre recto, no se dejaba tragar por la vorágine. Al menos no en su totalidad.
El frío que llegó tras la reanudación le sentó de maravilla a los de Jasikevicius, liderados por un Vesely muy ambicioso, sin miedo el checo del monstruo Tavares, que no acababa de sentirse del todo cómodo en el duelo. Mérito del Madrid no salirse del partido, porque el baloncesto catalán estaba siendo de sobresaliente. Se resguardaban los locales en el juego interior de Yabusele mientras Laprovittola lanzaba una ráfaga desde la línea de tres digna de las mejores ofensivas bélicas de la historia.
Fu el músculo el que una vez más le devolvió la ventaja a los de Mateo, porque cuando se trata de ejecutar con violencia cerca del aro, con mala leche, no hay nadie que iguale al Madrid. Intimida, hace dudar al rival, mete miedo. Poirier era la punta de una lanza que se le había incrustado entre las costillas al Barça, un animal herido que, sin embargo, lanzaba unos zarpazos desde la línea de tres (Kuric y Kalinic) que lo mantenían con vida en la batalla.
Mirotic y Jokubaitis pisaron el acelerador, los dos mejores de los azulgranas, junto a Vesely, en una noche hostil que, por momentos, era domada con una facilidad pasmosa por el lituano y el montenegrino. Se esforzaba el Madrid, entregado a Tavares para salir al paso, pero el Barça jugaba frío como un témpano, sin miedo al fracaso, un equipo con mayúsculas. El destrozo de Vesely desde la media distancia era irreparable, un arma para la que el Madrid nunca supo encontrar antídoto. Baloncesto sencillo: balón al base, bloqueo directo y picotazo del checo desde cuatro metros. Y así una y otra vez mientras a los locales se les acababa el tiempo.
Sin apuros al final
Fue entonces cuando llegaron los últimos minutos de un partido de baloncesto, ese momento de nervios y pulsaciones del que nadie puede escapar, ni jugadores ni público. Adictivo caos en el que, por sorpresa, el Barcelona se mantenía líder. Anotaba y no dejaba anotar. Un dos más uno de Mirotic a falta de poco más de un minuto y medio acabó por silenciar al WiZink. Algunas butacas comenzaron a desalojarse, el grito de rabia del banquillo visitante fue aterrador. La afición blanca despidió con ovación a los suyos y el Barça, tras muchas penurias, sonrió fugazmente.
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