José Miguélez - De cara
Coladero Simeone
No se trata de negar los elogios que merece el mejor ciclo histórico del Atlético; sino de asumir que tal vez se ha agotado
El Atlético no se encuentra. Por más mirar hacia otro lado, o más sedantes hagiografías de los buenos tiempos que se publiquen, no reaparece. Es un equipo destruido, desenganchado de los rasgos genuinos de su entrenador. No es que ataque mal, que cuando se anima ... demuestra munición, sino que es un coladero continuo. Ni defiende, ni muerde, ni cree. Le abren agujeros con un soplido y no se acerca a las soluciones. Sobre todo porque niega el problema y así es difícil dar con el remedio. Simeone aplaude y su legión de devotos prefiere recordar sus milagros, no tan lejanos, que discutir su doloroso presente. ¿Qué quieren, volver a Manzano?
Pero el equipo se le ha caído hace meses a Simeone. Se han desconectado. Sobre todo en los asuntos que dominaba el DT. Los destructivos. Dan igual los nombres (ayer volvieron a juntarse Savic y Giménez, cuya ausencia fue aceptada como excusa, y la sangría se multiplicó: aunque Vrsaljko y Hermoso fueron los más retratados); o los dibujos, tan cambiantes que, se ponga como se ponga el Cholo, evidencian confusión y ninguna idea clara. Dan igual también los cambios, empezar ganando que perdiendo. Tarde o temprano, el castillo se deshace.
El Atlético era sobre todo una prolongación de Simeone en el campo, un once de incondicionales que morían convencidos con el plan. Ahora da la sensación de que técnico y jugadores hablan otro idioma y que nadie entiende qué hacer. El Atlético antes jugaba a una cosa, por fea que fuera; ahora no se sabe a qué. Y no se protege de nadie. Oblak ha pasado sin explicación de mejor arquero del mundo a transparente y la zaga no tiene orden ni concentración ni calma. Da igual el rival. El Mallorca que este Barça. Todos le hacen heridas.
Y el caso es que cuando el Atlético se hace con el balón y se lanza al ataque sí parece una potencia. Porque calidad sí hay en esos jugadores. Pero las instrucciones no encajan. No hay comunión. No se trata de negar los elogios que merece el mejor ciclo histórico del Atlético. Sino de asumir que ese ciclo tal vez se ha agotado.
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