EXPLORACIÓN
Tras los pasos de Shackleton en el fin del mundo
Una expedición española viaja a la Antártida para revivir el tramo final de la mayor epopeya de la exploración vivida por el hombre

Tras los pasos de Shackleton en el fin del mundo
«Huyo de un Himalaya atascado, y las Georgias del Sur son uno de los lugares más remotos e inhóspitos del planeta» , confiesa a ABC el aventurero y escritor Sebastián Álvaro , creador del legendario programa de televisión «Al filo de lo imposible». «Shackleton es el más grande de todos los exploradores de la edad heroica y ha sido fuente de inspiración para todos nosotros. Ahora, cuando está a punto de cumplirse un siglo de su epopeya, pensé que sería una buena idea seguir sus pasos en la isla de San Pedro , la última etapa de su increíble viaje».
A principios del siglo XX, la exploración de la Antártida no tenía parangón ; no había que enfrentarse a animales salvajes ni a indígenas hostiles (de hecho, fue auténticamente descubierta por sus exploradores, pues nunca habitó ser humano allí). El oponente era más formidable: vientos de hasta 300 kilómetros por hora, temperaturas inferiores a los 50 grados bajo cero , un océano con aspecto de criatura viva dispuesta a engullir barcos, una costa sin apenas puertos naturales y largos días de helado silencio. La lucha se establecía entre el aventurero y las fuerzas desatadas de la naturaleza , entre el hombre y los límites de su resistencia.
La carrera hacia el Polo Sur adquirió temperatura con la rivalidad entre británicos y noruegos, en la que tres nombres brillaron con luz propia: Robert Falcon Scott, Ernest Shackleton y Roald Amundsen. «Si quieres montar una expedición científica, cuenta con Scott. Si lo que deseas es un raid por el hielo, Amundsen es tu hombre. Pero si estás desesperado, ten a Shackleton cerca», señala Sebastián Álvaro.
Gloria y tragedia en el Polo Sur
En 1902, Scott, Shackleton y el doctor Edward Wilson recorrieron 1.536 kilómetros en 94 días y llegaron a casi 1.200 kilómetros del Polo Sur , teniendo que regresar tras pasar un infierno. Shackleton había aprendido poco de sus errores cuando, sin Scott pero con hombres de confianza, partió en octubre de 1908 de Cabo Royds, en la Gran Barrera de Hielo , con diez caballos y nueve perros. Los caballos resbalaban y caían y acabaron formando parte de la dieta de los expedicionarios. A unos 160 kilómetros del Polo, hambrientos y congelados, decidieron dar la vuelta. «He supuesto que preferías un asno vivo que un león muerto», le dijo el explorador a su mujer.
Nuevas expediciones de Scott y Amundsen emprendieron la marcha en 1911 ; el británico siguió la huella abierta por Shackleton y, como aquel, utilizó caballos (a pesar de su demostrada inutilidad en este terreno), además de trineos a motor que no funcionaban y perros que nadie sabía guiar. Cuando llegaron a su destino comprobaron que el rival noruego, mejor pertrechado y entrenado, les había ganado por la mano. «Ha sucedido lo peor. Se han desvanecido todos los sueños», escribió Scott en su diario. «¡Santo Dios, esto es un lugar espantoso!».
Atrapados en el hielo
Shackleton, endeudado y en el dique seco, tuvo que leer en la prensa la noticia de la muerte de Scott y el triunfo de Amundsen. «Nunca la bandera arriada, nunca la última empresa» , se dijo. En agosto de 1914, días antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, partió hacia el sur. «Queda el viaje más impresionante de todos, la travesía del continente» .
Tras navegar en el Mar de Weddell y cuando faltaban 160 kilómetros para llegar a tierra, su barco, el «Endurance», quedó atrapado en el hielo. La batalla por la supervivencia duró veinte meses y ni uno solo de los 27 tripulantes perdió la vida. Los expedicionarios tuvieron que soportar penurias inimaginables, el naufragio del «Endurance» y una durísima travesía en los botes salvavidas a la isla Elefante antes de que Shackleton, con un puñado de hombres, realizara a bordo del bote «James Caird» uno de los viajes más memorables de la historia de la navegación hasta las Georgias del Sur.
Durante su última y extenuante marcha, cruzando a pie los glaciares y montañas sin nombre de la isla de San Pedro en busca de la estación ballenera de Stromness , de la salvación final, Shackleton y sus acompañantes sintieron que alguien más caminaba con ellos. Una sensación que Sebastián Álvaro y su equipo quieren sentir ahora. «Haremos una travesía de 25 días siguiendo las huellas de Shackleton y aprovecharemos para escalar montañas vírgenes».
El aventurero español estuvo hace diez años en este mismo lugar, «una isla que quedó desierta en 1964, con un clima detestable y una estación ballenera en ruinas donde todavía huele a grasa de cetáceo». Allí está la tumba de Shackleton , que pudo rescatar al resto de sus hombres en isla Elefante. Murió en 1922 en la isla de San Pedro , de un ataque al corazón, cuando iniciaba una nueva empresa antártica.
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