José Luis Correa: «La inmigración es hoy el mayor problema de las Canarias»

En 'Un arpegio de lluvia en el cristal' el detective Ricardo Blanco investiga un doble crimen en tiempos de la pandemia

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José Luis Correa, en BCNegra ABC

Sergi Doria

Barcelona

José Luis Correa cumple catorce novelas con Ricardo Blanco: el parentesco creador-criatura literaria no parece resentirse, aunque ambos no puedan disimular el paso de los años. Desde su primer caso en 2003, 'Quince días de noviembre', Blanco ha arrumbado el ... desenfado cínico de un Marlowe a la canaria para mutar en el comisario Maigret: «Blanco ha madurado, es más reflexivo y más desconcertado. Te haces mayor con la esperanza de ser más sabio, pero cada vez entiendes menos el mundo que te rodea», explica.

En 'Un arpegio de lluvia en el cristal' (Alba), Correa pone a su detective a investigar un doble crimen en el contexto social de junio de 2020, cuando el desconfinamiento del coronavirus. Sus tres últimas novelas –'Para morir en la orilla', 'La estación enjaulada' y la presente, 'Un arpegio de lluvia en el cristal'- componen una trilogía sobre la pandemia. 'La estación enjaulada' concluía el 13 de marzo de 2020, víspera del confinamiento: «Era el día de mi matrimonio y de una etapa 'azul' de desconcierto, miedo, muerte y pérdidas, recuerda». Mientras los muertos devienen en gélidas estadísticas y se dejan este mundo solos y amortajados en lonas de plástico, en una buhardilla de la Naval en Las Palmas aparecen enroscados, cual postrero abrazo, los cadáveres de Ángel Estupiñán y Elías Almeida con signos de apuñalamiento.

Una pareja homosexual que llevaba una existencia feliz después de cinco años juntos: «Cada uno había triunfado en su trabajo. Ángel en el mundo de la moda; Elías, en el de la literatura. Podría decirse que estaban en su apogeo. Incluso se rumoreaba que habían decidido adoptar un niño». ¿Crimen homófobo -la pista más fácil- o algún enemigo que, celoso de aquella felicidad, urdiera la sangrienta venganza?

El detective rinde homenaje a Juan Madrid, uno de los pioneros la novela negra española, con la lectura de 'Las apariencias no engañan' y observa cómo ha cambiado la sociedad. ¿Cómo puede escribirse serie policial sin ser políticamente incorrecto en tiempos de cancelación y censura 'woke'?: «Soy fumador de puros y en las terrazas me miran mal; en las series televisivas no fuman, pero beben como cosacos, todo muy incoherente. Me invitan a lecturas en los institutos, pero si leen mis primeras novelas dicen que son machistas. La creación se valora con la mirada estática del presentismo». Las redes sociales han cambiado la forma de narrar. Si alguien muere deja un rastro digital: «No ignoro las redes sociales, aunque me preocupa la dependencia que provocan. Ocho horas diarias pegado al móvil, ¡vaya mierda de vida!».

Metido en el próximo caso de Ricardo Blanco, o su novela número quince, Correa sigue recorriendo la toponimia de unas islas conocidas como «afortunadas» a las que han arribado diez mil inmigrantes en los últimos cuarenta días. «Llegan a las islas porque es como un 'hub' que los redirigirá a Europa. La inmigración es hoy el mayor problema de Canarias; y no solo en Las Palmas, sino en las islas más pequeñas como el Hierro: ayuntamientos y cabildos tutelan a los 'menas' hasta los dieciocho años, más allá de esa edad acaban en la calle. El paisaje urbano y rural lo está notando».

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