'White Lotus': Los ricos son gente honrada

El espectáculo de ver a los ricos de vacaciones es una mezcla de documental y experimento sociológico, una tragicomedia sobre la vida, el sexo y la muerte. A Mike White se le puede perdonar incluso la evidente egolatría de llevar su apellido al título de una creación que ha repartido premios Emmy entre su equipo como si estuvieran de oferta.

Decía Woody Allen que le gustaría reencarnarse en las yemas de los dedos de Warren Beatty. Más modestos, nos conformaríamos con las pupilas de la persona responsable de buscar las localizaciones de esta sátira social que salta de Hawái a Sicilia.

Son dos escenarios volcánicos, salpicados de agudas observaciones sociales y humor soterrado en arenas paradisiacas con amaneceres de escándalo, atractivos añadidos de una serie inteligente, profunda y entretenida. White también deja caer sus pequeñas citas culturales, sin la necesidad de subrayarlas que suele sentir Almodóvar. En el primer curso, Alexandra Daddario leía 'La amiga estupenda', anticipo del viaje posterior al sur de Italia, donde a su vez asistimos a la representación sutilmente destripadora de 'Madame Butterfly'.

'The White Lotus' nos habla de la guerra de clases desde la trinchera de arriba. Es un análisis casi entomológico de familias enteras, parejas en luna de miel y solteros en el ocaso, capullos con mujeres que no merecen, jovencitos malcriados y más de un viceversa. Por lo general, son personajes sin filtro, gente con dinero y edad suficientes para fumarse la vida a pelo. «Hay que ser muy hombre para controlar al mono que llevamos dentro», decía Steve Zahn en la primera temporada, mientras su mujer, Connie Britton, lamentaba que los jóvenes blancos heteros son la especie a proteger, porque «en cierto modo son quienes peor lo tienen ahora».

La serie es un gigantesco tubo de ensayo de cristal de Murano adornado con piedrecitas de Swarovski, un gran colisionador, no de hadrones, sino de algo que rima. La caricatura permite aproximarse a la verdad y distorsionarla al gusto. Es también una especie de 'Arriba y abajo' de la hostelería.

Por cierto, llevamos camino de enterrar para siempre la conjunción copulativa, la casi extinta 'i griega'. Si no lo han hecho, fíjense en las noticias de cualquier medio: en prensa, radio y televisión. Ya nadie culmina las enumeraciones con la vieja letra y. Lo próximo será revisar los títulos y conjuntos del pasado. Ahora todos dirían 'Arriba o abajo', 'Tú o yo', el Gordo o el Flaco e incluso 'Sexo, mentiras o cintas de vídeo'. Pero esa es otra historia, más trágica y menos estudiada que las vicisitudes de los ricos en holganza.