La invención de la mujer

A esta extraordinaria adaptación literaria le perdonamos incluso que las actrices Gaia Girace y Margherita Mazzucco abarquen demasiados años de sus personajes. Ninguna de las dos ha cumplido los 20 todavía y en los últimos episodios ya son madres de chiquillos no tan pequeños. Girace hizo la prueba para el papel cuando solo tenía 16.

La competición entre las dos amigas sigue cargada de tensión, por lo general bien resuelta. La admiración mutua es tan grande que a veces conduce a la rabia. Al menor descuido, surgen los celos entre la chica que estudió y la que desperdició un talento aún mayor. El relato madura y los problemas de las dos niñas, luego adolescentes, se vuelven más complejos. La mejor juventud es cosa del pasado.

Un viejo proverbio ajedrecístico –los proverbios nunca son jóvenes– dice que al final de la partida el peón y el rey acaban en la misma caja. La muerte nos iguala a todos, pero no es la única. Con o sin estudios, con o sin dinero, en las cuestiones del corazón y del sexo también somos todos iguales. Algunos errores parecen un 'remake'.

En la tercera temporada de 'La amiga estupenda', Elena Ferrante y su feliz adaptador, Saverio Costanzo , nos recuerdan aquellos años en los que el placer femenino podía ser visto como algo prohibido o depravado. Todo transcurre en una Italia convulsa, anticipo de las actuales sociedades polarizadas. En ese ambiente, Ferrante nos hace llegar la voz de una mujer inteligentísima y sensible, con sus flaquezas y su pasado en ese Sur atrasado y supersticioso que la mira con rencor.

'La amiga estupenda' tampoco absuelve a esa intelectualidad de izquierdas y a la vez machista. Para una escritora insatisfecha y ambiciosa, pendiente de autocompletarse, el matrimonio y los hijos pueden ser una trampa. Las tensiones del pasado siempre vuelven y la lucha de clases nunca termina de marcharse, pero eso es solo el marco en el que asoman conflictos más domésticos. Dos hombres recogiendo la mesa son un acto revolucionario en los albores del 'mansplaining', de los hombres que explican y hacen cosas mucho peores, como inventarse a la mujer soñada y obligarla a serlo. «Quizá haya algo retorcido en el deseo de los hombres de instruirnos» , dice la envolvente voz en 'off' de Alba Rohrwacher , cuyas cuerdas vocales tienen el 'surround' de fábrica.

Hay personajes malos y son fantásticos. Los buenos se te quedan dentro. Elena Ferrante obra el milagro, pero la serie tiene el mérito de mantenerlos vivos incluso cuando parecen olvidados. En el capítulo 7, dos de los protagonistas hablan de una tercera persona sin nombrarla ni dar demasiados detalles. Sabemos al instante de quién hablan. No se pueden librar de Ella , como nosotros, pese a que llevamos un siglo sin verla. Y entonces aparece, de repente.

El alegato obrero y el pionero discurso feminista no ahogan las pasiones más mundanas. De forma no menos súbita, el deseo y la atracción intelectual se alían contra las convenciones. Juntos son imparables. En el último 'libro' veremos ya a otras actrices. Seguirá la hondura y el sentimiento. No es concebible un mal remate a una obra tan bella y bien pensada.