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Orlando Figes, tormento y éxtasis en las estepas rusas

ENSAYO

En esta monografía extraordinaria, el historiador británico resume décadas de investigación y escritura sobre el enigma de Rusia

Pedro I el Grande, pintura de Jean-Marc Nattie

19/01/2023 a las 12:27h.

La guerra fría tuvo su comienzo en 1946, cuando los aliados occidentales, que acababan de triunfar junto a la URSS contra el Eje, se dieron cuenta de las características del poder despótico ejercido por Stalin en los territorios ocupados por el ejército rojo. Antes o ... después, quienes no fueran sicarios de Moscú eran exterminados. Visto desde nuestra perspectiva, asombra, como bien señala Orlando Figes en esta monografía extraordinaria, resumen de décadas de investigación y escritura sobre el enigma de Rusia, semejante ingenuidad de presidentes, generales y líderes de opinión. ¿Quizás esperaban que la victoria en la guerra hubiera cambiado en algo, para mejor, al líder soviético, un asesino psicópata? En verdad, Churchill no hizo otra cosa que ejercer de periodista, su profesión más amada, cuando proclamó en Missouri, en 1946, que «una cortina de hierro» había caído sobre Europa.

El mes anterior, un joven diplomático estadounidense que servía en la embajada en Moscú, George F. Kennan, había remitido un telegrama que fue también un aviso para incautos. En sus propias palabras, los rusos preferían la paz, mas su experiencia histórica, agudizada por el comunismo, les mostraba que solo la destrucción de sus enemigos les podía garantizar «una seguridad suficiente». No se puede decir que la terrible «guerra patria» que acababan de pasar colaborara a desmontar el argumento, si bien el entusiasmo del padrecito Stalin en su colaboración inicial con Hitler y el destrozo de Polonia, Finlandia y las repúblicas bálticas, parecía que no había existido.

Autor Orlando Figes
Editorial Taurus
Año 2022
Páginas 480
Precio 24,90 euros

Los argumentos de Kennan, recreados por Figes de manera magistral, evaluaron lo que consideraba la causa de esa conducta ofensiva, disfrazada de aparente «derecho a la autodefensa». Existía una tradicional inseguridad de los rusos respecto a las potencias europeas. El poder moscovita sería, por naturaleza, agresivo y expansionista. ¿Podía, puede ser de otra manera? El ejercicio del reformismo en la historia rusa, la modulación de esa tendencia brutal, ciertamente, no ha sido una profesión bien pagada.

La nómina de zares, ministros y aristócratas, que quisieron cambiar las instituciones, para acabar en los mejores casos desengañados, en los peores asesinados o eliminados en confines siberianos o prisiones inmundas, es demasiado larga para ser optimista. Figes considera que las patologías del ejercicio del poder en Rusia obedecen a ciertas condiciones de influencia, lo cual no quiere decir que suscriba ningún excepcionalismo.

Otra característica propia que subraya Figes es su enormidad geográfica

En los once capítulos de los que consta este volumen, tan bien escrito como una novela de misterio, mantiene que el primero es el historicismo. La polémica entre eslavófilos y occidentalizantes, la búsqueda de la supuesta alma rusa, ha servido y sirve para justificar la existencia de mitos irracionales y criminales. Otra característica propia que subraya Figes es la enormidad geográfica de Rusia. Controlar ese espacio, dominar esa diversidad, determinó una manera de mandar sin contrapesos: «Un zar no lleva en vano la espada». Putin, un eslavófilo tradicional, según mantiene el autor, sabe que nunca ninguno que lo olvidara vivió para contarlo.