Cinco minutos de gloria
Una patada a 2022
La patada se la voy a dar con todas mis ganas al Mundial de Qatar y los intelectuales que lo han ensalzado sin crítica alguna
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Iniciar sesiónHace tiempo que en mi calendario, en mi tiempo vital, todo lo dato, lo agendo, conforme a la siguiente apostilla: antes de la pandemia o después de… (en el supuesto que hubiera llegado a su fin). «Eso pasó antes de y aquello otro, después de». ... Así me refiero en mis conversaciones cuando trato de recordar algún hecho que puede ir de lo cotidiano a lo extraordinario. Sin duda, 2022 ha sido un año que ha transcurrido plenamente en ese ciclo que arranca con el después de. Todos nos hemos podido juntar y arrejuntar en torno a la cultura y a la incultura sin ningún tipo de restricciones. Conciertos por doquier, ferias del libro con las 'puertas' abiertas de par en par, salas de exposiciones de bote en bote…Así, 'grosso modo', hago un resumen de los 365 días que hoy tocan a su fin. No me van las listas por mucho morbo que tengan. No porque las cargue el diablo sino algo mucho peor: los amigos o los enemigos de los citados en los resúmenes anuales. ¿Les parece aburrida esta postura ? ¡Qué le vamos a hacer! Si hiciera mi selección también metería a algún amigo y a algún enemigo. Se me iría la mano en el amor a unos(as) cuantos(as) y en el odio, sobre todo, a la mala baba tan resbaladiza siempre.
No admito que se eleve a los altares a quienes patean las más mínimas formas de educación
Pero, no crean que se van ir de rositas quienes lean estas líneas, que todo se va a quedar en agua de borrajas; en un leer entrelíneas sin ton ni son. La patada de este 2022 se la voy a dar con todas mis ganas al Mundial de Qatar y a todos aquellos intelectuales (escritores, intelectuales, artistas… yo misma) que se han quedado embobados delante de la pantalla viendo el mundo girar alrededor de un balón. ¿El fútbol es un arte? Puede que así sea a tenor del ejercicio de metáforas, de símiles, de hipérboles que se le dedica desde algunas tribunas de la cultura. Pero no admito que se eleve a los altares de la mitología contemporánea a unos señores que hacen virguerías con un balón en sus pies y, de paso, patean las más mínimas formas de la educación y ejemplaridad delante de nuestras narices. A ver qué metáfora le ponen a esto. La pelota queda en su tejado.
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