Josefa Tolrà y Madge Gill, por arte de magia

Dos artistas unidas por esa 'mano externa' y común, pero separadas por la distancia, aunque coincidentes en el tiempo, con unos resultados tan interesantes como sorprendentemente parejos, así como con unos objetivos altruistas que les han hecho pasar desapercibidas hasta el momento.

Ambas se desarrollan en dos realidades bien diferentes, aunque marcadas por la tragedia y la pérdida. Pilar Bonet realiza este arduo trabajo de comisariado buscando los paralelismos y realizando una investigación impecable, trazando unas líneas de relaciones y coincidencias a partir de sus legados casi inéditos entre la escritura automática, el textil y el dibujo, más allá de lo académico y restrictivo de su época.

Una obra hecha para influir en un futuro que ya ha llegado o que se puede empezar a desarrollar. Y una exposición que explora la producción más allá de la autoría y con una gran ambientación hacia lo psíquico, desde la iluminación hasta la disposición en sala de una manera amable y cercana.

Creaciones asimismo unidas por situarse en los márgenes del circuito comercial, realizadas en un paradigma cuasi terapéutico, con sus raíces en una espiritualidad laica, diluyendo el ego y la autoría a través de la colaboración creativa. Todos estos aspectos han tenido una influencia clave para que pasaran desapercibidas. El MNAC posa ahora su mirada en ambas con una muestra tan interesante como necesaria para conocer otra perspectiva del arte de la primera mitad del convulso siglo XX desde la creación femenina. Una producción que invita a reflexionar sobre presencias y ausencias siempre en una única dirección de manera sorprendente.

Mujeres que pertenecen a una retaguardia artística ensombrecida por las vanguardias hegemónicas, casi en su totalidad representadas por ellos. Una retaguardia 'mística' creada desde el espacio doméstico para llenar vacíos de forma autodidacta, con mensajes centrados en la bondad y el cuidado. En una época marcada por la violencia y la guerra, ellas aportaron una reflexión pacifista como artistas visionarias.

Así es como dialogan las obras de Madge Gill (1882-1962) y Josefa Tolrà (1880-1959) unidas desde la espiritualidad utópica por un objetivo de ayudar al prójimo a través de sus dibujos, conectando con el concepto sanador del arte para transformar el mundo.

Sus biografías se suceden en paralelo, Gill desde Londres y Tolrà desde Cabrils, con la pérdida y la depresión como punto de unión. Ambas pierden hijos y se sumen en procesos de duelo tormentosos que las empujan a querer ser mejores personas buscando en el bien una solución a su estado de ánimo.

La tarea artística como resurgir, como templanza y acogedora ocupación, que en sala toma protagonismo en un ambiente dulcemente conseguido. Su respuesta es querer ayudar creando, aplicando procesos esotéricos de manera altruista y generosa, sin pretensiones vinculadas al mundo artístico, del que no forman parte, desde sus pequeños mundos privados y domésticos.

Las coincidencias formales en espirales y presencias enigmáticas, en el trabajo minucioso y de abarrotadas líneas y curvas que llenan las composiciones hasta perder el norte, aportan un surrealista resultado tan alegórico como doliente y son sorprendentemente efectivas. Refugios comunes son el dibujo y el bordado, con figuras femeninas absortas que habitan espacios arquitectónicos alegóricos y fuera de este mundo. Las dos mueren a una edad avanzada y bajo los cuidados de sus hijos, quienes facilitan su labor creativa y esotérica, acompañándolas en sus procesos y atesorando su imponente legado.

Sus obras comparten sala trazando un diálogo envolvente y solidario con tantos puntos de fuga como de coincidencia. Un corpus de obra esencialista y trascendente plagado de presencias trágicas, miradas absortas, cuerpos inciertos y agujeros negros entre planetas y estrellas. Una mitología propia que comparten y trascienden desde ese automatismo que las guía de manera común pero inconexa al mismo tiempo.

Ambas han sido revisitadas y recuperadas del olvido, y sus obras forman parte merecidamente de colecciones y museos internacionales como el Pompidou, el Albertina Museum, el Museo del Prado o el MACBA. Podemos ver cómo estas artistas 'brujas' van tomando relevancia inesperada en 2022, con presencia en eventos internacionales, irrumpiendo en el sistema del arte del que no formaron parte en vida, para inspirar un movimiento moral con un marcado acento pacifista como herramienta de insubordinación femenina.

Josefa Tolrà y Madge Gill

'La mano guiada. Mujeres visionarias'. MNAC. Barcelona. Palau Nacional. Parque de Montjuïc, s/n. Comisaria: Pilar Bonet. Hasta el 5 de noviembre

Una muestra que llega desde el pasado en el momento más adecuado. Una feliz coincidencia o programación orientada a la visibilidad de autoras y creadoras que desde el MNAC nos lleva a pasear tanto por el mundo esotérico de Tolrà y Gill como a la impecable muestra de la fotógrafa Mey Rahola o la llamativa instalación de la sala oval de Laia Estruch.