PUES DICES TÚ
Lo de Europa
Tras el regreso de la serie 'Pues dices tú', las dos 'personas normales' nos siguen deleitando con sus divertidas conversaciones
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Iniciar sesiónLas dos personas normales pasean por una calle normal, de las estrechas, de las que obligan a pararse de cuando en cuando porque algún coche se cruza o porque alguien ha dejado algún somier apoyado en un contenedor, cerca de la pared.
Una de las ... dos personas normales le cede el paso a la otra.
—Lo dejamos todo ahí, tirado, de cualquier manera.
—Lo dejamos ¿quiénes? ¿Tú y yo?
—No, no, tú y yo no. La gente.
—Ah, ya, la gente. Ya sabes cómo es la gente. Se podría escribir un libro sobre la gente.
—¿Tú crees que se puede dejar una cama ahí? Si vas a dejar una cama, deja por lo menos el colchón, digo yo.
—Para un pobre, aunque sea.
—Y la almohada.
—Y la almohada. Y la mesilla de noche.
—Y la lámpara.
—Y un vaso.
—Por eso te lo decía. Aunque si tiran todo eso, igual no pasamos tú y yo.
—Ni tú ni yo ni nadie. Igual nos toca dar la vuelta.
—Igual nos toca cambiar de hora el reloj.
Las dos personas normales miran a derecha e izquierda antes de cambiar de acera. No hay moros en la costa. Continúan andando.
—Pues dices tú reloj, pero mira lo que me ha regalado el pequeño.
—¿Un reloj?
—No, no, la correa. Mira. El reloj ya lo tenía.
—Ah, ya; ya me extrañaba. Que tu hijo está estudiando aún, no es como la mía.
—¿Te ha regalado un reloj la tuya?
—Ojalá. ¿A ver la correa?
La primera persona normal se la enseña.
—Muy bonita. ¿Es cuero cuero?
—No creo, que el pequeño no tiene donde caerse muerto. Y ya le he dicho que no pida, que, si no puede comprarse algo, que trabaje. A ver si deja de estudiar ya, que se le van a caer los ojos.
—Mejor eso que ser famoso, ¿no?
—¿De los de cantar?
—De los de la isla.
—Pues no sé qué decirte. Si llega a ser famoso de los de la isla, igual me regalaba dos correas.
—Te habría regalado un reloj.
—Y dos correas de cuero. No como esta, que será de lo que sea.
—Pues mejor que no sea de cuero, ¿no? Así no hay que matar animales.
—Bueno...
—Así no hay que ponerse a torear a ningún toro. Sólo para que la gente sepa qué hora es.
—Ya, te entiendo.
—Así no hace falta sacrificar a la fauna.
—Pues mira, visto así, me alegro de que mi hijo no valga para nada.
—Ni la mía.
—Bueno, la tuya trabaja, ¿no?
—Ah, es verdad. Lo he dicho por decir. La costumbre. Pero lleva poco tiempo.
—Cómo es la costumbre, ¿eh? El mío la llama inercia.
—Pues sí que es verdad que estudia.
—Y ¿en qué se ha metido la tuya? ¿Algo de lo suyo?
—Qué va. Algo de Europa.
—¿De Europa? Pero ¿algo raro?
—Algo normal será. Algo sin oposiciones.
—¿Seguro que es de Europa?
—Creo que sí.
—¿Algo del clima climático?
—Pues no te digo yo que no, que mira qué tiempo hace.
—Por la mañana refresca.
—Ya, eso sí.
Las dos personas normales doblan la esquina a la derecha. Luego a la izquierda. Luego a la izquierda de nuevo.
—Pues dices tú Europa, pero lo que ha cambiado Europa, ¿eh? Antes no había Zara y mira. Ahora es Zara todo.
—Ahora todo se parece.
—Ahora es todo igual.
—Igual igual tampoco, que a lo mejor entras en el Zara de ellos y tienen cosas que aquí no tienes.
—Eso es como lo de la Coca-Cola, que sabe diferente aquí y allí.
—Por el agua.
—Seguro
—En Estados Unidos es más dulce.
—Pero ¿has estado?
—No, claro. O igual es también por lo de Europa. En Europa está prohibido pasarse con el azúcar. Por lo de los niños.
—Allí hay más libertad. Aquí, si quieres Ibuprofeno bueno, te tienes que tomar dos.
—Pero Europa es más segura, que habrá que decirlo todo.
—En Estados Unidos han prohibido los autobuses, me parece. Todo el mundo tiene que ir en coche.
—¿De los que se conducen solos?
—Pues seguro.
—Fíate tú. Aquí tenemos trenes, Europa es distinta. Pensamos más en las cosas. No vamos tan a lo nuestro.
—No vamos disparando por ahí.
—Eso es. Aquí el clima es diferente... Es otro ritmo... Hay más vacaciones... No sé.
—Lo que tienen ellos es películas buenas.
—Sí, eso sí.
—No parecen españolas.
—Quita, quita.
Las dos personas normales se detienen un instante. Continúan por la izquierda. Doblan la esquina otra vez.
—Qué seguras son las calles, ¿no?
—¿Estas? Sí. Pero vamos, que es tu barrio.
—Y que es por la mañana.
—Eso también.
—Esta es la nuestra, ¿no?
—¿Qué nuestra? ¿La calle nuestra?
—¿Qué va a ser?
—Igual hablabas de otra cosa. ¿No conoces tu calle o qué?
—Sí, pero como ahora todo se parece... Por asegurar, decía. Por tener dos opiniones.
—Haces bien.
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