LIBROS
Velibor Colic: «En la guerra te vuelves más ateo. Yo sustituí a Jesús por Franz Kafka»
Tras el tremendo aldabonazo de «Los bosnios», que retrataba con extrema crudeza los horrores de la última gran guerra europea, la de Bosnia, Velibor Colic recurre a la ironía y el humor con «Manual de exilio», retrato de su nueva vida en Francia
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Iniciar sesiónNo pasa nunca inadvertido. Ni por su envergadura, ni por su acento, ni por su balcánico sentido del humor. Velibor Colic (Modrica, Bosnia-Hezegovina, 1964)vio reducida a cenizas su casa y sus manuscritos durante la guerra. Alistado en la Armija bosnia, desertó, fue apresado y huyó a Francia. Manual de exilio es la segunda novela que publica en España, tras el impacto de su primer libro traducido también por Periférica, Los bosnios.
¿De verdad cree que toda la desgracia de los hombres procede de la esperanza, como se lee en la frase de Albert Camus que sirve de emblema de su libro?
¡Qué puedo decir! ¿Por qué he elegido esta frase de Albert Camus? Porque ... este escritor es mi preferido. Es mi segundo orgullo de mi exilio. El primero fue escribir mi libro Los bosnios . Además, la primera novela que he leído totalmente en francés fue El extranjero . Siempre ha habido este desfase entre la esperanza, mis ansias, y la realidad. Entre lo que pensaba y la realidad. El principio del exilio es una bofetada, es el insulto. No directamente. Nadie te va a insultar, pero incluso la gente bien intencionada te insulta de una forma muy sencilla, muy tonta, porque yo era un iletrado, no entendía nada. Tenía 28 o 29 año y me hablaban como a un débil mental, como Tarzán a Jane. Era un desfase entre la esperanza que genera el exilio y la realidad que es la bofetada. La frase que abre el libro procede de un ensayo de Camus. Es una especie de homenaje a quien era un maestro de las frases breves.
¿Es la esperanza una forma de autoengaño?
Sí, en cierta forma sí. Es un sedativo, un calmante. Es una droga. Mi motor es la literatura, a tres niveles: como escritura (rellenaba páginas y páginas de cosas ilegibles), literatura como lector (era mi mayor frustración, porque no conseguía leer) y literatura como supositorio de la religión.
¿Supositorio o sustituto?
«Ser creyente en el exilio es fácil, porque puedes ir a una iglesia y rezar»
Supositorio [se ríe con ganas. La traductora, Isabel Piquer, que intenta que no descarrile la entrevista, dice que Colic se reclama como ateo y laico. Y que en realidad quiere decir sustituto]. Ser creyente en el exilio es más fácil, porque puedes acudir a una iglesia y rezar. Pero si eres laico no tienes nada. Cuando estás en medio de la guerra te vuelves todavía más ateo de lo que eras. En mi caso sustituí a Jesús por Franz Kafka, a San Cristóbal por Edgar Allan Poe y a la Virgen María por Oscar Wilde. Con la distancia, ahora me digo que la literatura fue el motor, lo que me impulsaba, lo que me dio la fuerza. Para mí la literatura era un motor vital, pero en sentido literal, no metafórico. Hablé con Kundera, y para él lo más importante era el idioma, y las mujeres.
¿Primero la literatura y después las mujeres?
Evidentemente. La mía es la búsqueda de un joven ateo movido por la literatura.
¿Por qué llevaba en su equipaje de exilio una fotografía de Emily Dickinson?
Siempre la llevo conmigo. Cuando la guerra estaba escribiendo una historia y encontré en algún lugar una foto de Emily Dickinson y la fotocopié. Y en el cuaderno en el que escribí Los bosnios puse la foto de Emily Dickinson.
¿Y sigue con usted?
Sí, la tengo en mi casa. Para mí es una suerte de fetiche.
¿Qué libro de Emily Dickinson tenía consigo en el frente?
No, no me acuerdo. Quería escribir una gran novela sobre Emily Dickinson, pero se acabó convirtiendo en un diario de la guerra.
¿Qué oración de San Agustín atesoraba en las trincheras, o era una metáfora?
Era una metáfora. Era un homenaje a mi madre, que murió, y que era una católica muy creyente. Y como todo lo que tengo de católico viene de ella me cuesta mucho combatir a la gente creyente aunque yo mismo sea laico. Mis dos abuelas eran muy católicas. En un libro que se publicó en Francia, titulado Jesús y Tito, y que tuvo mucho éxito, y recibió tres premios, mientras mi madre, mi abuela y mis tías era católicas, mi padre y el resto de los hombres eran comunistas. Incluso hoy. Pero eran comunistas variante titista.
¿Y cuándo dejó de ser católico?
Creo que a los diez años. Imaginé partidos de fútbol en los que un equipo formado por Jesús, Tito, Tarzán y Pelé luchaban contra los alemanes. En ese libro que es muy divertido y muy tierno cuento mi historia y mi relación con Jesús. Mi padre era juez y sigue siendo comunista, tiene ochenta años y vive en Alemana. Mientras escribía el libro le consultaba muchas cosas porque nuestra memoria está hecha de las memorias de los otros. Él me decía que en el siglo XXI todos serán comunista. Y ahora me dice: bueno hijo, todavía estamos en 2010.
¿Pero qué pasó a los diez años para que dejara de creer?
«Como a todos los dictadores comunistas, a Tito le gustaba el Chivas y las actrices jóvenes»
Gané un premio con un poema sobre el mariscal Tito. Todos los años había un concurso para escribir un poema dedicado a Tito. Se decía que vendría el propio Tito en su tren privado y el ganador le leería el texto al mariscal. Yo había plagiado un poco un poema dedicado a Tito, pero el tren de Tito pasó a 150 kilómetros por hora. Me puse tan triste que mi padre tuvo que comprarme una bicicleta para consolarme. Fue como una toma de conciencia: perdí la fe, en el comunismo y el catolicismo. El catolicismo no es solo mis abuelas, mi madre y el entorno familiar, y el comunismo no es solo Tito. Todos son otras cosas. Tito era el más guapo, tenía clase, y como a todos los dictadores comunistas le gustaba mucho el Chivas y las actrices más jóvenes. Y entonces venía el camarada Fidel Castro con los puros, y Tito le proporcionaba el alcohol y las chicas. Ahora estas jóvenes actrices se han convertido en señoras de setenta años muy respetable, y ahora cuenta: pues sí, sí, yo estuve con Tito.
¿Le da miedo la muerte?
Ahora empieza. Ahora empiezo a darme cuenta de que no soy inmortal. La idea de mi propia mortalidad se ha hecho evidente. Si el avión empieza a moverse pienso en ella, pero en cuanto se estabiliza me olvido de ella. La literatura, una vez más, me ayuda. Con los años lo que sí estoy haciendo es cuidando la descripción de la muerte en mis personajes, su respiración, algunos ven ángeles, otros una luz. Intento explorar ese momento. Uno ve una estrella, y luego una constelación de estrellas.
¿Espera algo después?
A veces sí, a veces no. Pero mi lema es carpe diem .
¿Ha publicado sus diarios de guerra?
Sí, son Los bosnios . Hay otra Crónica de los olvidados, pero solo se ha publicado en serbocroata.
Ahora disfruta, como dice en su libro, de una especie de segunda vida. ¿Una segunda oportunidad?
«La línea del exilio es interminable. Hay muchas formas de vivirlo»
Sí. Hay algo muy divertido, y es que he publicado tres veces un primer libro. Primero en Yugoslavia cuando era muy joven, luego publiqué mi primer libro en Francia en serbocroata, y por último mi primer libro escrito originalmente en francés. O sea, que es la juventud eterna. Segunda oportunidad, no lo sé. Pero segunda vida, sí. El exilio es una ruptura, hay un antes y un después. Ahora tengo 52 años. Hay muy pocos exiliados que como yo han conseguido después del exilio mantener su profesión, salvo los jugadores de fútbol. Pero la línea del exilio es interminable. Hay algunos que están amargados, porque antes tenían un hotel y ahora son conserjes. Hay muchas formas de vivir el exilio. Son discusiones interminables. Ahora hace falta un poco más de alcohol para volver a esas discusiones y comparar lo que ocurría en nuestro país con el primer shock cultural.
¿Escribe en francés o en serbobosnio?
Sólo en francés. Tengo tres idiomas: mi lengua materna, mi lengua de cada día y un idioma de escritura. Ahora ya no me planteo la pregunta. Cuando escribo pienso en francés. Cuando sueño no sé en qué idioma sueño. A veces sueño con las mezquitas de Sarajevo en Estrasburgo. Cuento de cero a diez en serbocroata. Cuando estoy un poco enfadado maldigo en francés. Pero cuando estoy furioso juro en serbocroata. La cólera me hace hablar en serbocroata.
¿Volverá a vivir en Bosnia algún día?
Voluntariamente, no.
¿Será siendo «el refugiado»?
«Ser extranjero es tener un acento en todas partes, incluso en tu casa»
Sí. Me defino como un hombre con acento. Es el idioma lo que hace de mí un extranjero. La diferencia con los sirios que llegan es que yo no soy visible como extranjero. Pero cuando empiezo a hablar se dan cuenta de que soy extranjero. Ser extranjero es tener un acento en todas partes, incluso en tu casa. Es el acento lo que me define como extranjero. Es tremendo ser visible. En el metro puedo pasar por un parisino cansado, o por un belga.
¿Volviendo al origen, ha acabo por convertirse en «el extranjero»?
Así es.
¿Con autoironías como «el Hemingway de los Balcanes» no pretende también ayudar a los expertos en mercadotecnia del mundo editorial?
Para mí no es más que una armadura para protegerme.
Dice en su libro: «Nosotros sólo intentamos construir tres países grandes en interior de uno pequeño». ¿Fue ese uno de los problemas que llevaron a la guerra?
«Cuando los sueños son tan grandes en países tan pequeños las fronteras estallan»
Sí, sí, desde luego. Estaban ahí los tres sueños de crear la Gran Serbia, la Gran Croacia y la Gran Bosnia. Cuando los sueños son tan grandes en países tan pequeños las fronteras estallan, y mi casa estaba en medio de esas fronteras de esos países soñados. Hay un término monstruoso, que nunca hay que olvidar en Europa, que es la limpieza, la purificación étnica. Ahora mi región es la República Serbia y ahí ya no hay croatas ni bosnios. Al otro lado han expulsado a los serbios. Nadie ha ganada. Hablamos de cuatro millones de bosnios antes de la guerra, y ahora hay dos millones de esos desplazados en el extranjero y dentro del país. Es un drama del que se habla poco, porque muchos no son contados como refugiados. La limpieza étnica es la vuelta del nazismo.
¿Demasiada memoria, demasiada historia, demasiado rencor para digerir?
Es demasiado. El sitio donde naces te identifica, te hace como persona. No es lo mismo nacer en Sarajevo que en Zúrich. A Ernesto Sabato, el gran escritor latinamericano, le invitaron a Suiza y un periodista le preguntó cómo era posible que en América Latina tuvieran tantas novelas increíbles y ellos en Suiza muchas menos. Y Sabato respondió que cuando Guillermo Tell fue incapaz de matar a su hijo perdieron una gran oportunidad de tener una tragedia nacional. Al final, cuanto más francés soy en la literatura más balcánico y más oriental soy en mi forma de ser y de sentir.
¿Es el nacionalismo uno de los grandes males de nuestra época?
«El nacionalismo es el peor mal de nuestra época»
El peor.
¿Fue la de Bosnia una guerra civil?
Ahh, sí, pero no solo. Nueve víctimas de cada diez fueron civiles. Fue una guerra contra los civiles. Si tuviera que hacer como en la radio francesa, cuando me piden que cuente la guerra en 45 segundos, lo hago así. Hay tres niveles: primer nivel, genocidio. A veces reconocido, a veces. Lo que pasó en Srebrenica fue un genocidio. Hubo memoricidio, matar la memoria de cuando vivimos juntos. En mi pequeña ciudad de la República Serbia, donde había una mezquita desde hace cinco siglos ahora hay un supermercado. Donde estaba la iglesia católica hay un parque. El tercer nivel es bastante nuevo y viene de un intelectual serbio, el alcalde de Belgrado, que lo llama urbicidio. Matar las ciudades. Y lo puedes ver en Sarajevo, rodeado de montañas. Cuando le preguntan al general serbio manda las tropas, Mladic, cuál es el objetivo, el objetivo es la propia ciudad. Sarajevo, Vukovar, Mostar..., las ciudades más bonitas y más mezcladas, fueron las más destruidas.
¿Qué queda, qué es hoy Bosnia-Herzegovina?
Tengo miedo por mi país.
¿Es un país?
Para mí sí, pero hay muchas capas de frustración que se van acumulando. Frustraciones entre los bosnios, frustraciones entre los serbios... Está totalmente paralizada, y como Europa ya no mira hay una serie de nuevos Estados, que son muy ricos y muy poco democráticos, que levantan mezquitas, como Qatar, los Emiratos Árabe Unidos. En todo el lugar donde los valores europeos han retrocedido estos países han ocupado ese vacío. Si Bosnia no le interesa a Europa, sí le interesa a Arabia Saudí.
¿Le da miedo Marine Le Pen? ¿Cómo explica su auge, el de la ultraderecha, el miedo al otro?
Es populismo de extrama derecha. Tengo una opción que es Berlín si Marine le Pen gana. Berlín o Barcelona.
¿Si gana Le Pen, se marcha?
A menos que haya una resistencia organizada. Cultural, por supuesto. Francia es un país muy inteligente. Marine le Pen se aprovecha de la Europa que ha hecho muchas tonterías, y se aprovecha de los atentados. Se nutre de todo ello. Estuve en París, en la Plaza de la República, manifestándose tras el atentado contra Charlie Hebdó . Éramos muchos, y no teníamos miedo y no había odio. Eso me dio esperanza.
La última. ¿Quién es Velibor Colic?
Ciento diez kilos de acento. Voilà. Pero quiero adelgazar. Ya puede poner ciento siete kilos de acento, porque estoy a régimen.
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