El triunfo «indie» de una buena historia

El primer juego de Dontnod Entertainment , «Remember Me», también era un juego de acción, pero una dosis de mala suerte y numerosos fallos de diseño les llevó al fracaso comercial . En una industria tan competitiva un primer fracaso de esta magnitud puede enterrar a todo un estudio, y ciertamente los franceses se vieron en una situación complicada.

Su respuesta fue encarar la producción de dos proyectos muy diferentes: «Vampyr», un RPG planeado para el 2017, y « Life is Strange », una aventura gráfica por episodios de bajo presupuesto que iba a confiar todas sus cartas a su narrativa . Los episodios fueron saliendo a lo largo del año pasado y se ganaron paulatinamente a una prensa escéptica y un público desinteresado, convirtiéndose al final en un éxito indiscutible . Square Enix ha aprovechado el premio conseguido por el juego en la categoría «Games for Change» de los pasados Game Awards y ha lanzado una edición física para coleccionistas que resulta imprescindible para todos los que llevan tiempo deseando que el medio se atreva con personajes, situaciones y enfoques más arriesgados .

La historia nos sitúa en Arcadia Bay, una ciudad costera del Pacífico Noroeste al inicio del curso académico, en un otoño suave donde empiezan a caer las hojas y la luz del crepúsculo pinta el paisaje con tonos dorados. Max Caulfield , una chica apocada e introvertida, ha vuelto a su ciudad natal cinco años después para estudiar en la prestigiosa Blackwell Academy. El entorno parece idílico, pero el «college» no escapa al ineludible darwinismo social de los institutos norteamericanos . Mientras se recluye un momento en el baño para escapar de todo, presencia una discusión entre una chica de pelo azul –Chloe Price– y un alumno con serios problemas. De pronto el chico saca una pistola, se produce un forcejeo y el arma se dispara. Ahoga un grito. Algo impresionante sucede. El tiempo se rebobina y Max consigue evitar la tragedia . Pero la muerte parece determinada a perseguir a esa misteriosa chica de pelo azul.

El guion aborda temas de calado como el «bullying», el carácter destructivo de las redes sociales, la cultura de la violación, las relaciones de poder o el papel de las drogas entre los adolescentes optando por un ritmo pausado, reflexivo, de tono intimista , que deja espacio al jugador para ir conociendo a los personajes poco a poco. La historia incluye ciertos elementos sobrenaturales y el misterio de una desaparición para resolver, pero lo importante son los momentos que Max y Chloe comparten tiradas en la habitación, escuchando música, haciéndose «selfies» y hablando de chorradas, porque luego, cuando llegan momentos dramáticos, el efecto que producen es ciertamente devastador.

Las mecánicas jugables se limitan a unos puzles sencillos que sacan partido a la manipulación del tiempo y a la toma de decisiones en las conversaciones que alteran el curso de la historia . Los gráficos resultan funcionales, ya que el estudio tomó la decisión de volcar casi todo el presupuesto en la escritura y en el asombroso trabajo interpretativo, donde Ashly Burch , que pone voz a Chloe Price, brilla con luz propia. A pesar de todo, una atinada dirección de arte y un buen trabajo de cinemáticas realzan el conjunto, alcanzando unas estampas de gran belleza en los parajes otoñales . Mención aparte merece la genial banda sonora «indie folk» de Jonathan Morali (líder de Syd Matters ), con aportaciones brillantes de artistas como Mogwai , José González , alt-J y Foals .

«Life is Strange» no es un juego perfecto, pero sí resulta un triunfo indiscutible. En una industria, a veces tan ciega, que llegó a presionar al estudio para cambiar el sexo de la protagonista , Dontnod ha prevalecido en su intención de contar una historia de amistad desde una perspectiva femenina, un enfoque muy necesario en un medio tantas veces agarrotado por el miedo a expandir sus horizontes. Más allá de que consiga arrancarnos un torrente de lágrimas, «Life is Strange» constata las amplias posibilidades narrativas de los videojuegos , capaces de abordar historias que parecían reservadas a la fuerza reflexiva de las novelas.