El trazo preciso de William Kentridge

Ahora que empezamos a estar un tanto saturados de exposiciones inmersivas y grandilocuentes en las que algunas grandes marcas se están especializando, en la muestra del CCCB esta grandilocuencia va más allá del show , cediendo el protagonismo a la obra multiformato y sus interrelaciones, así como a la reflexión del autor, que sobrevuela toda la cita creando su propia atmósfera.

Sus filmes y dibujos muestran un mundo de alter egos enfrentados, como en Drawings for projection , gran protagonista de la muestra : piezas de animación y dibujo de gran expresión y fuerza que emanan del stop motion , en una sobria paleta de colores del blanco al negro con contadas salpicaduras en rojo y azul.

Desde el magnate industrial al poeta, el reflejo de estos contrarios demuestran la ambivalencia de la figura humana en una sociedad en que las decisiones individuales marcan el devenir de los acontecimientos de consecuencias colectivas. Un proceso creativo fundamentado en el dibujo «vivo»; borrones y líneas puestas y contrapuestas con una lectura simbólica a todos los niveles, acompañados de una banda sonora tan expresiva como la plástica, en este caso, del también sudafricano Philip Miller .

Con la misma cadencia y ritmo, los tapices de Kentridge salpican el recorrido perfectamente . Un recorrido pensado y orientado desde unas perspectivas que llevan del filme al tapiz para volver sobre la animación, y así sucesivamente. Sus figuras y modelos parecen escapar de las obras audiovisuales y quedar congeladas en las grandes dimensiones del telar . Un formato además que le permite seguir produciendo desde la colectividad, alejándose de la solitaria experiencia de sus dibujos para apoyarse en el trabajo conjunto.

Kentridge es un autor que se sitúa en los márgenes de la sociedad occidental para reflejar en un lenguaje completamente universal los retos del poscolonialismo. Desde los ojos de quien ha visto en su propio país las consecuencias infinitas del apartheid , su discurso se universaliza y cristaliza como proyecto vital que le trasciende para dar voz a los desfavorecidos. Para ello, destaca el enorme repertorio de formas en movimiento que recuerdan a los ancestrales teatros de sombras, como en la espectacular pieza More Sweetly Play the Dance que cierra la muestra.

Un fluir continuo de unos cuarenta metros en los que las figuras escapan de la crisis en medio de un conmovedor audio de la Immanuel Assemblies Brass Band . La procesión, el movimiento y la ritualidad que el autor le otorga le imprimen un carácter de transformación individual y colectiva de la que todos somos activos participantes y, a su vez, causa. La inactividad de quien mira se enfrenta a la acción de quienes huyen , llenando de simbolismos la sala.

Esta impactante instalación audiovisual se trasladará después al espacio PLANTA de la Fundación Sorigué en Lérida al concluir la muestra. La adaptación a ese nuevo espacio cerca de Balaguer sin duda será una baza a favor de la instalación de Kentridge , por lo que ya hemos podido ver allí que se ha conseguido con piezas de Bill Viola o Juan Muñoz .