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TEATRO

«Reikiavik» y otras partidas teatrales

Ajedrez y teatro son dos metáforas de la vida que en raras ocasiones coinciden en escena. En este artículo recordamos algunos de esos encuentros entre ambas

César Sarachu y Daniel Albaladejo, durante una representación de «Reikiavik»

JUAN I. GARCÍA GARZÓN

El interés literario por el ajedrez es una larga historia de fascinación. El tablero como campo de batalla y trasunto de la vida ha cautivado a muchos escritores desde hace siglos y las referencias son incontables ( Nabokov , Arreola , Zweig , Beckett , Carroll , Borges …), aunque es más raro que el ajedrez suba a los escenarios como parte del argumento de una pieza teatral. Existen, es cierto, propuestas de carácter didáctico destinadas al público infantil y juvenil, como «Al rescate del rey blanco», del chileno Rodrigo Antilef ; «No jueguen ajedrez», del mexicano Roberto Villa ; «La leyenda del ajedrez», de la serbia Mima Jankovic , y el pasacalle «Ajedrez», de la compañía española Spasmo Teatro , por citar algunos.

Gambito de rey

La seducción ajedrecística late en empeños de mayor alcance. El ilustrado alemán Gotthold Ephraim Lessing , por ejemplo, incluye una partida celebrada en la corte de Saladino en su obra «Nathan el sabio» (1779), una parábola sobre la tolerancia religiosa que, pese a ser un clásico del teatro germano, fue prohibida por el nazismo. El milenario juego también es utilizado por Joaquín Calvo-Sotelo en su comedia fáustica «El ajedrez del diablo» (1953), en la que el protagonista, brillante jugador de ajedrez, se topa con un diablejo de provincias que quiere jugar con él y que el maestro le explique el gambito de rey; mientras ultiman su pacto venial –el hombre no quiere vivir más, sino morir en apariencia para ver cómo reaccionan sus deudos– conversan sobre Capablanca y Arturo Pomar .

Y Fernando Arrabal , autor de varios libros de ajedrez y acuñador de la ecuación «Matemáticas + Ajedrez = Teatro», desarrolla una pugna ajedrecística y amorosa en su obra bufa «Apertura orangután» (1977), cuyo título alude a una poco usual apertura inventada por Savielly Tartakower llamada también polaca por la nacionalidad de su creador, y asimismo Sokolsky por el gran maestro ruso que escribió un libro sobre ella.

Fernando Arrabal es el acuñador de la ecuación «Matemáticas + Ajedrez = Teatro»

Pero en ninguna de esas obras el ajedrez tiene la condición de pulso existencial y pasión absoluta ni está tan entrañado con la esencia misma del teatro como en «Reikiavik», definida por su autor, Juan Mayorga (Madrid, 1965), como «una obra sobre la Guerra Fría, sobre el comunismo, sobre el capitalismo, sobre el ajedrez, sobre el juego teatral y sobre hombres que viven las vidas de otros . Y es una obra sobre seres que me son más misteriosos cuanto más cerca los miro». Cuando –permítanme la autocita– escribí la crítica de la función, estrenada hace unos meses en el madrileño Teatro Valle-Inclán, subrayé que « el ajedrez como aventura vital, o como otra forma de existir y ser, es la columna vertebral de “Reikiavik” , el motor que mantiene su activa respiración para, con el pretexto de recrear un acontecimiento épico de la historia de este deporte: la disputa en 1972 del campeonato del mundo entre Bobby Fischer y Boris Spasski en la capital islandesa, interrogarse e interrogarnos sobre cómo la vida de los otros puede ser un espejo donde contemplar (y vivir) la nuestra».

A la altura de la derrota

Sin entrar en demasiados detalles sobre la obra –merece la pena leerla en « Teatro 1989-2014 » (La Uña Rota), antología que les recomiendo con entusiasmo–, les diré que hay en ella dos personajes –Waterloo, en el rol de Fischer, y Bailén, que adopta el de Spasski– que recrean ese campeonato aunque imaginando variantes que no alteren el resultado , porque, dice el segundo, «quién ganará y quién perderá, eso no puedes cambiarlo, pero puedes conseguir que tu personaje, el que te toque, esté a la altura de su victoria o de su derrota».

Como detalla Claire Spooner en la introducción del volumen citado, «Juan Mayorga dibuja en cada uno de sus textos un cuadrilátero en el que se encuentran y se enfrentan adversarios del juego (boxeo, ajedrez, teatro dentro del teatro) y de la vid a». Un pulso dialéctico en el que vibra la razón de ser del teatro.

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