LA DOLCE VITA
Los instantes eternos de Fernando Castillo
‘Carrete de 36’ es literatura al servicio de la imagen, o al revés. Textos que son reflejo de fotografías tomadas en fugaces miradas
‘Tres hombres’, de Nicolas Müller, una de las fotos comentadas por Castillo
Las fotos tienen algo misterioso, mágico, inquietante, al ser contempladas cuando los diversos tonos de grises en unas, o los colores amarillean en otras. Quiera la eternidad o no, se pierdan en los contenedores o se mimen en páginas y cuadernos. No buscan ni posteridad, ... ni publicidad, porque la mayor parte son familiares, íntimas. Al decir de Goethe, buscan el «yo estuve allí». ‘Carrete de 36’ (Renacimiento), de Fernando Castillo (Madrid, 1953), es la literatura al servicio de la imagen o al revés. Un compendio de treinta y seis textos que son reflejo, o impacto, o sensación de otras treinta y seis fotografías tomadas en treinta y seis fugaces miradas de quienes poseen un secreto, oculto y singular, para captar la realidad desde ángulos desconcertantes o asombrosos; es decir, para abrir la realidad al espectador y mostrar cómo el tiempo queda fijado para siempre en una expresión, un gesto, un paisaje, un espanto o un goce. Todo es tan instantáneo que los escritos de Fernando Castillo subrayan las propias obsesiones y pasiones del autor.
Prosa fluida
Lo fascinante de este personalísimo libro, además de su prosa fluida, clara, contagiosa, que busca en el lector, un cómplice, un compañero de paseos, rincones, gentes y momentos, todos estelares para el autor, es que no termina nunca. Que uno pasa de una fotografía a otra, en busca del genial comentario, del apunte, del dato preciso y desconocido, de la indagación, cercana al modelo del ‘thriller’ policiaco respecto de alguien o de algo, como si de una crónica de todos los tiempos y de todos los lugares se tratara. De 1928 a 2000, casi un siglo de instantáneas le esperan al lector. Están todos, incluso los fotógrafos anónimos que plasmaron momentos de la sensación de verdadera, como auténticas epifanías joyceanas al alcance de cualquiera.
Rodchenko, Sander, Coppola, Modotti, Lange, Álvarez Bravo, Muller, Cartier-Bresson, Winogrand, Candel, Fernández, Plossu , entre los 36, Castillo lo ilustra, palabras sobre la imagen para hacer a ésta más grande e intensa, en un viaje a través del tiempo -del tiempo fijado- y de las ciudades. Porque Fernando Castillo es uno de los más brillantes descriptores de ciudades, de los huecos y de la historia de lugares en los que la literatura surge y resurge a cada instante, en cada calle, en cada plaza, en cada edificio. Aquí el menú es doble, fotografías no precisamente elegidas al azar y palabras que configuran una lujosa fiesta privada.
Taberna La Concha
Fotografía, literatura y tapas, el triángulo de los juegos. Singulares las de la Taberna La Concha, en la madrileñísima y cosmopolita (es compatible, al menos aquí) Cava Baja, 7. Uno no sabe por dónde empezar con las tostas. Y allí postrado en la recuperada barra, bendita sea, comienza el dilema: que si la de cecina con parmesano, o la de sardina ahumada, o la de anchoas con pesto, y así se pasa a las lentejas o a las migas, con un vermú exquisito y unos vinos para perderse (un rato, sólo).