ARTE
Exposiciones a gusto del propietario
Las colecciones artísticas, públicas o privadas, copan buena parte de la programación de los museos españoles. El MACBA, el CGAC y Es Baluard, entre otros muchos, ofrecen estos días, con desiguales resultados, iniciativas de esta naturaleza
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Iniciar sesiónNo es la primera vez que mencionamos (ni será la última, visto lo que se nos viene encima), que una de las consecuencias de la crisis en los museos españoles ha sido la de tirar de colecciones –propias o ajenas– para llenar programación. ... Fórmulas con más o menos gracia (del apostar por los grandes nombres de un conjunto o el gran nombre de un propietario, a citas que espolvorean las salas con piezas sin ton ni son o que buscan un dicurso crítico que las unifique) han favorecido reflexiones muy pertinientes sobre el propio sistema . La de la entrada y gestión de lo privado en lo público es la más evidente. Pero también surgen otras sobre sus agentes. Y ahí estaríamos hablando del papel de comisario que se otorga al coleccionista, al que le mueven unos gustos personales y no siempre unos criterios «museográficos» .
Vengan estas reflexiones al caso, ya que coinciden estos días en distintos centros españoles citas en las que una colección (propia o de otro) da pie a un programa expositivo.
Ya hemos analizado aquí los últimos capítulos escritos desde sus conjuntos por el MUSAC o el IVAM . El primero se sitúa entre los museos más golpeados por la crisis, sobre todo porque gozó de unos presupuestos «por encima de sus posibilidades» en tiempos de bonanza, siendo también de los primeros en apuntarse al carro de la relectura del «fondo de armario». Y parte de sus contenidos recalan estos días en el CAAM . El segundo, que ahora analiza sus contenidos en clave urbana (un tema recurrente en su director, que resuelve de forma correcta), incluye en el debate otra línea de análisis: esa tendencia a hacer «eternas» en duración este tipo de propuestas , envueltas en una falsa cobertura que las ofrece como «expos temporales».
Morbos de «primerizos»
Tiempo de repaso en el MACBA de Barcelona y el CGAC de Santiago. Se une en ambos el morbo de descubrir cómo se desenvuelven con sus colecciones sus respectivos directores, Ferran Barenblit y Santiago Olmo, nuevos en estas casas . Ellos actúan, por su cargo, como coleccionistas con vocación pública, lo que no significa que no tiren de «discruso propio» para armar historias. Y a los dos les ha dado, curiosamente, por convertir el museo en prologación del telediario ; por hablar de violencia, conflicto, frontera y crisis de valores, como si el espectador no fuera capaz de sacar sus propias conclusiones sobre estos asuntos sin pasar por la sacrosanta institución artística. El CGAC, incluso, en « Releer la colección », se anima con un tópico como es el de reflexionar sobre la misma, «su función social, su capacidad crítica de transformación, de agente dinamizador de debates». Es ese deseo, una vez más, de ser «antisistemas» cuando el museo es por principio «el sistema» . Y, lo más trágico: encontrando la precariedad solo de puertas afuera. Mientras escribimos este texto, se suceden o han sucedido huelgas de personal en centros el Museo de Bellas Artes de Bilbao; el mismo MACBA o Es Baluard. ¿La razón? Los recortes salariales y de personal, lo que revierte en los servicios que prestan estas instituciones.
En « Colección MACBA 31 », el museo barcelonés da por inaugurada su tercera década de existencia , poniendo a dialogar sus grandes «hits» –como el Cildo Meireles que recibe al visitante o el « Condensation Cube », de Hans Haacke – con una decena de nuevas incorporaciones. Estas se agrupan bajo los epígrafes «Experiencias», «Tiempos» y «Conflictos». Y, superados ya los prejuicios locales para convertir en internacional una colección que se precie de calidad, este tipo de muestras sirven para denotar, no obstante, cómo y a quién compran los museos . Dentro y fuera de sus contextos.
En la muestra de Es Baluard, la mayoría de coleccionistas prefiere mantener el anonimato
Por su parte, el CGAC prefiere desmenuzar la lectura de su colección en tres expos complementarias , donde destaca la que ofrece como caso de estudio de coleccionismo institucional en España la compra que en su día hiciera el sevillano CAAC de la pieza «Cell», de Louise Bourgeois , por 600.000 euros. El revuelo en la prensa de la época por el precio pagado sonroja ahora ante la revalorización de la pieza.
También la política se convierte en el tema de «Ni cautivos ni desarmados», selección de arte de posguerra que Alfonso de la Torre ha llevado a cabo utilizando los conjuntos personales de los miembros de la asociación de coleccionistas 9915 más la de la Martínez Guerricabeitia , en la Universidad de Valencia. En este caso, pues, es el gusto «original» y «limitado» de los respectivos dueños los que marcan el devenir del discurso.
Choque de conflictos
Por eso dejamos para el final un caso híbrido y paradigmático como « El tormento y el éxtasis » (Es Baluard), por el choque de conflictos que genera. Su bienintencionado punto de partida es hacer, desde una institución pública, un recorrido por el arte contemporáneo generado en Latinoamérica (perdiendo ya una gran oportunidad, que es la de ampliar el campo de actuación a Iberoamérica y, así, romper con los exóticos discursos anglosajones en los que lo español y portugués no son llamados a este diálogo), y llevarlo a cabo desde los fondos de las principales colecciones privadas en Baleares , primer contexto al que se dirige este centro.
Todo correcto hasta que se descubre que tampoco son tantas, sólo seis, las colecciones invocadas (buena parte del grueso proviene de la de José María Lafuente ), y que la mayor parte de los coleccionistas prefieren mantener el anonimato. Pocas relaciones puede hacer pues el espectador, lecturas invisibles sobre gustos, debilidades...
Lo más trágico de las muestras que denuncian «el sistema» es que sólo ven la precariedad de puertas afuera
Pero lo peor de la muestra, con diferencia, es su montaje . Los comisarios ( Nekane Aramburu , directora del centro, y Gerardo Mosquera , que realmente viene a aportar «su sabiduría» en el catálogo y a avalar una selección ya llevada a cabo por la anterior) han optado por agrupar las obras en torno a cuatro conceptos –«Pasión», «Belleza», «Ideología» y «Conflicto»– que definirían lo latino (justo después de explicarnos que el «arte latinoamericano» no existe), y que, sin embargo, se diluyen en un espacio en el que se ha prescindido de cartelas o cualquier tipo de referencia en pared. El espectador debe encomendarse a unas hojas de sala depositadas en unos cajones si quieren tener datos sobre los trabajos (a eso y a que no las haya cogido alguien antes). Y ponerse a buscar: porque allí hay buenos vídeos de Regina J. Galindo y Aníbal López ; espectaculares instalaciones de Abraham Cruzvillegas y Sandra Vásquez de la Horra ; nuevas presentaciones de obras de Ernesto Neto o Doris Salcedo ... Pero la sensación es la de estar en un salón burgués en el que las tuviera dispuestas un único coleccionista.
Se ha perdido incluso la posibilidad de conocer cómo compra un museo (la muestra incluye obras de su colección de Kcho, José Bechara y Daniel Chust Peters ) y cómo lo hace un particular, o cómo la manera de hacerlo el primero o los segundos influye en el otro (reconoce la directora haber encontrado nombres y series que se repiten de conjunto en conjunto ). ¡Parece mentira que, una planta más arriba, se haya esbozado otra deliciosa lectura de la colección de Es Baluard desde la misma persona, esta vez con la complicidad de Isaki Lacuesta !
Al final, una muestra pública se vuelve correlato de los gustos de unos pocos: sus «propietarios» . Eso es muy peligroso.
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