LIBROS

«Los Estados Unidos necesitan estar en guerra para sobrevivir»

El novelista indio Joydeep Roy-Bhattacharya traslada el mito de Antígona a la guerra de Afganistán para denunciar que Occidente está maltratando a culturas a las que desconoce

El novelista indio, durante su entrevista con ABC MAYA BALANYA

Han pasado 2.500 años desde que Sófocles alumbrara su «Antígona», pero el mundo sigue siendo el mismo y las guerras azotándolo. El novelista indio Joydeep Roy-Bhattacharya (1971) recupera en «La guardia», recién publicada en España por Sexto Piso, la historia de la heroína ... de esta tragedia griega, a la que traslada al Afganistán post 11-S y a la intervención estadounidense contra los talibanes. En este contexto, Roy-Bhattachariya despliega una historia coral con la que pretende denunciar que, ahora como entonces, en las guerras que deciden los poderosos quienes mueren son los débiles.

-¿Cómo se le ocurrió la idea de conectar una guerra moderna como la de Afganistán con un mito como el de la Antígona de Sófocles?

En realidad se trata de la misma historia. Somos la misma gente y es el mismo mundo. Solo es un poco más avanzada la tecnología.

-¿Por qué razón eligió ambientar su historia en Afganistán?

Afganistán es un país del que en Occidente se sabe muy poco, a pesar de que hace años que se libra una guerra allí. Quería transmitir una idea no solo de sus paisajes, sino de la gente que habita allí y de su cultura. Elegí la historia de Antígona porque me permitió introducir algunos elementos de la cultura afgana. Para mí es un país muy interesante, porque es un pueblo muy resistente a la ola de la globalización y ha luchado contra todos los invasores; primero, los británicos; luego, los rusos; y ahora los estadounidenses.

-Su novela se publicó en inglés en 2012. Si volviera a escribirla hoy, ¿también elegiría Afganistán?

Podría haber ubicado la historia en un montón de sitios. Hay guerras en Irak, en Yemen, en Somalia… Para los Estados Unidos, el lugar no importa, porque tienen guerras en todo el mundo. Ellos siempre necesitan una guerra, pero para mí se trata de culturas únicas. Está claro que en 2017, el conflicto típico es el de Siria.

-Los medios occidentales a menudo solo tratan los conflictos en estos países como una cuestión de seguridad contra el terrorismo, pero usted en su libro lo presenta como un asunto mucho más complejo.

Por supuesto. Hay terrorismo por las dos partes. Lo que los americanos y la OTAN le están haciendo a Oriente Próximo es mucho más que terrorismo, es la completa eliminación de una cultura. La respuesta en forma de terrorismo en Occidente es en comparación como una gota en el océano, pero los medios amplifican la cobertura y hacen que la gente caiga en la paranoia. Los atentados no se producirían si no hubiera guerras.

Lo que los Estados Unidos y la OTAN le están haciendo a culturas únicas como la afgana es peor que el terrorismo

-¿Cree que a la opinión pública occidental le están contando toda la verdad de lo que allí sucede?

No, absolutamente no. En los Estados Unidos los medios solo emiten propaganda. Su relato es siempre el de “son ellos contra nosotros”. Por eso creo que libros como el mío son tan necesarios. Alcanzan a muy poca gente, pero ya es algo.

Han pasado 2.500 años desde que Sófocles escribió su Antígona. Y ahora como entonces vivimos en un mundo en conflicto. Da la impresión de que la guerra es tan antigua como la civilización. ¿Encontrará el lector en su libro una receta para resolver esa contradicción?

Como individuos vivimos en un conflicto y en una negociación permanente. Uno lee las noticias y se deprime. Me gustaría creer que la guerra no tiene por qué ser parte de nuestra rutina y que los líderes podrían elegir caminos diferentes al de dirigir a la gente hacia la guerra, pero lamentablemente no es así. Si se fija en los Estados Unidos, en las tres últimas elecciones los ciudadanos votaron a candidatos que habían apostado en la campaña por la paz y preocuparse por los asuntos domésticos. Y luego, tanto Bush hijo, como Obama, como Trump, se lanzaron a la guerra. Ahora, Donald Trump. Que había prometido un repliegue, está cambiando de opinión y hemos visto como el complejo industrial militar que controla los medios de comunicación en EE.UU., ha hecho que las críticas iniciales hacia él se conviertan en elogios. Ha pegado un giro de 180 grados.

¿Cuál es la razón de ese cambio?

La razón es que el único aspecto de la economía estadounidense que da algún beneficio hoy día es la industria militar. Cuando 59 misiles de casi dos millones de dólares cada uno caen sobre Siria, las acciones del fabricante se revalorizan un 50% en la Bolsa. Es una cuestión de beneficios y necesitan las guerras para sobrevivir. En Washington hay un fuerte grupo de generales retirados y una comunión total entre la industria armamentística, con fabricantes como Lockheed y quienes diseñan las políticas.

-En la época de Antígona, la cosa sería diferente.

Ellos no tenían una industria militar, pero sí grandes reyes como Creonte o Alejandro, que legitimaban su poder con la guerra, aunque creo que por aquel entonces se trataba más de una cuestión territorial. Hoy día, son otros los intereses. En cuanto el petróleo se agote en el Oriente Próximo, los americanos se irán de allí.

En cuanto Oriente Próximo se quede sin petróleo, los Estados Unidos se marcharán de allí.

Su protagonista, como Antígona, es una mujer que muestra dignidad y coraje en medio de una guerra atroz. ¿Cree que las mujeres son más capaces de esto que los hombres?

No. Si pienso en tres figuras del presente con los valores de Antígona, dos de los que me vienen a la cabeza son hombres. Uno es Edward Snowden, el otro es Julian Assange. La tercera persona es Chelsea Manning. Depende del individuo, no del género. Las mujeres deberían ser voces para la paz, pero el sistema político hace que las mujeres líderes encarnen ideales masculinos, como Margaret Thatcher, o como Hillary Clinton, que estaba dispuesta a ir a la guerra con Rusia. Por contra, un hombre como el indio Mahatma Gandhi dirigió la resistencia pacífica frente al Imperio británico.

-No se trata de una cuestión de género entonces.

No. Para mí Antígona es interesante por su juventud, por su lealtad a su familia y porque los valores que representa son unos con los que podríamos sentirnos todos identificados.

Pero la mujer protagonista no es el único personaje de su novela. Su historia se cuenta a través de varios personajes. ¿Qué pretendía con esto?

Quería reflejar que aunque las guerras se planean y deciden en fríos despachos de Washington, quienes luchan y sufren en ellas son personas de carne y hueso, con sus propios problemas y realidades. Y aunque los medios intentan presentar lo que pasa como una cuestión de blanco y negro, no lo es. Estas personas son mucho más que los enemigos de América que describe la prensa; la realidad es mucho más compleja.

El papel de los medios

Recupera usted una historia, como la de Antígona. A veces da la impresión de que en la literatura y en el cine se vuelve una y otra vez a temas ya tratados, y cabe preguntarse si es por falta de creatividad.

Elegí Antígona porque si hubiera elegido el Mahabharatta indio el público occidental no sabría de qué estaba hablando. Por contra, todo el mundo en Occidente conoce la historia de Antígona y me era útil para hacerle tomar conciencia de lo que los líderes occidentales están haciendo en el exterior. Ha habido infinidad de readaptaciones modernas de la historia de Antígona, como la de Brecht. Quizá fuera una elección fácil, no lo sé.

¿Y por qué no Lisístrata? La historia de la huelga de mujeres que capitaneó para poner fin a la guerra entre Atenas y Esparta es también muy potente.

Lo es. De hecho, se representó infinidad de veces en los Estados Unidos en los años de Vietnam. Los EE.UU. han estado en guerra permanente desde el final de la Segunda Guerra Mundial y siempre esos conflictos se han presentado como una lucha entre el bien representado por América y sus malvados enemigos, pero al contrario que en la época de Vietnam, cuando periódicos y televisiones jugaron un papel en la oposición a la guerra, hoy los medios pertenecen a grandes conglomerados que apoyan y promueven las guerras en el exterior. No dudan en manipular a la opinión pública con tal fin.

-¿Cuál es la razón para ese cambio tan radical en los medios?

Dinero, solo dinero. En los años 70 había unos 176 grupos mediáticos que publicaban unos 900 periódicos. Hoy estamos hablando de tres: la organización de Rupert Murdoch, que publica periódicos también en Reino Unido y Australia; Amazon, que controla el “Washington Post”; un gran grupo en Chicago que maneja unos setenta medios; y luego está el “New York Times”, cuya financiación depende del Departamento de Estado. Se ha producido una concentración de la propiedad y la información, igual que ha ocurrido con los libros. Amazon ha destruido a todas las pequeñas editoriales independientes. Los poderosos no quieren una ciudadanía informada, independiente y comprometida, sino una masa de meros consumidores.

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