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Un español desvela los testimonios más estremecedores y desconocidos de la Guerra Fría
Pere Cardona da forma a un ensayo histórico plagado de testimonios inéditos e historias insólitas
El pequeño Michael, de apenas siete primaveras, disfrutaba de un episodio de ‘ El llanero solitario ’ cuando el destino llamó a la puerta. Corría junio en el Nueva York de los cincuenta; años en los que se libraba una batalla atómica soterrada entre capitalistas ... y comunistas. Tiempos de Guerra Fría, vaya. El chico abrió sin saber que se le venía encima una avalancha de agentes del FBI.
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«Uno apagó la radio. Él volvió a encenderla. Así unas cuentas veces», explica Robert, su hermano menor. Ethel , la madre, lanzó un grito cuando se percató de la estampa: «¡Quiero un abogado!». Minutos después, los tres iban camino de la comisaría. El padre, Julius , no tardó en unirse a ellos. A partir de entonces comenzó una pesadilla en la que los progenitores fueron juzgados y ejecutados por haber entregado secretos nucleares a la Unión Soviética.
La sentencia contra el matrimonio Rosenberg estremeció a la sociedad de la época. De nada sirvieron los intentos por liberarles de una silla eléctrica que les abrazó en 1953. Aquí es donde suele acabar su historia. Punto final. Lo que se tiende a obviar es que Julius y Ethel dejaron tras de sí a dos pequeños que vivieron un verdadero infierno. Chicos que fueron despreciados por su propia familia, repudiados por sus amigos y solo atisbaron la paz cuando unos desconocidos les acogieron.
Su testimonio ha permanecido silenciado en nuestro país. Al menos, hasta que el divulgador y escritor Pere Cardona pudo entrevistar a uno de ellos para su nuevo ensayo histórico: ‘ Osos, átomos y espías ’ (Principal, 2021). «Sus palabras, junto a la documentación recopilada del juicio y ficheros gubernamentales desclasificados ayudan a entender su situación y derriban muchos mitos sobre el juicio», explica el autor.
Más historias
Cardona, sin embargo, no se detiene en las estremecedoras palabras de los niños Rosenberg. Su obra es muchísimo más. A lo largo de cuatro centenares de páginas, el autor de otros tantos ensayos históricos como ‘ Lo que nunca te han contado del Día D ’ revisa más de medio siglo de Guerra Fría. Lo hace en tono cordial, divulgativo y agradable; ese que no hay que repasar tres veces para entender y del que a veces se peca en este mundillo.
Aunque también bajo el paraguas de la rigurosidad absoluta. Casi dos años de trabajo le avalan, así como una investigación que se ha traducido en unas seiscientas citas extraídas de decenas de diarios , informes oficiales , memorias y un largo etc . Y todo, a través de historias sorprendentes e insólitas cuyo punto de apoyo es siempre el mismo: testimonios inéditos conseguidos a golpe de llamadas, correos electrónicos y alguna carta.
Así, por ‘ Osos, átomos y espías ’ desfilan entrevistas a personajes como Gary Powers júnior –hijo del piloto estadounidense que fue abatido por la Unión Soviética en 1960 e intercambiado después en el famoso ‘Puente de los espías’– o Martha D. Peterson –responsable de uno de los agentes secretos más destacables del régimen comunista–.
Tampoco falta la pátina rojigualda. Porque, en efecto, nuestro país puso su granito de arena en la Guerra Fría. Esta llega de la mano de dos personajes. El primero, Alejandra Suárez , hija de Trigón, un doble espía del KGB y la CIA cuyos informes asesoraron al secretario de estado Henry Kissinger . «‘The Blacklist’ a la española», como recuerda Cardona. El segundo, Gustavo Peñalver . «Es un pintor mallorquín que residió en Alemania de los años 70 y que intentó captar la Stasi. Él aporta un relato cotidiano del Berlín Oriental difícil de olvidar», completa.
No escapan a las investigaciones del autor catalán los tejemanejes políticos que se vivieron en Cuba durante la Guerra Fría. Y es que, Cardona ha logrado hacerse con el testimonio de Mary Ellen Donovan , hija del abogado estadounidense que participó como fiscal en los juicios de Núremberg y tuvo la oportunidad de atentar contra Fidel Castro.
«Fue contratado como abogado para intentar liberar a los mercenarios capturados en Bahía Cochinos. El creía que Fidel tenía un perfil negociador y mantenía una buena relación con él. La CIA quiso convencerle de que le regalara un traje de buceo al líder revolucionario cubano impregnado de sustancias tóxicas. Buscaban envenenarle y acabar con su vida. Según su hija, él se negó. Dijo que no era un asesino y se las apañó para desactivar el plan», explica.
Otra visión
Además de los testimonios, la obra se zambulle de lleno en aspectos obviados del conflicto. Entre ellos, el turbio periodo de un lustro en el que se fraguaron las alianzas europeas y los camaradas se transformaron en enemigos mortales. Un complejo juego de política que el autor hace digerible mediante anécdotas curiosas y ejemplificativas. También se adentra en algún que otro enigma sin resolver como el de Vitaly Yurchenko .
«Era un coronel adscrito al KGB que desertó y fue trasladado a EE.UU. Un día se zafó de su vigilante y se presentó ante la embajada soviética de Washington. Al cabo de pocas jornadas ofreció una rueda de prensa para negar su deserción y regresó a la U.R.S.S., donde fue recibido como un héroe. Hoy se desconoce el verdadero motivo de este movimiento», sentencia. Para intentar resolver este misterio ha contado con las declaraciones de antiguos miembros de los servicios secretos españoles.