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UNA RAYA EN EL AGUA

ARIAS Y CAÑETE

IGNACIO CAMACHO

La antipática campaña electoral es el precio que Rajoy le ha puesto al influyente cargo de comisario europeo

DETRÁS de esa cara de elfo jovial, de gnomo vivaracho con gota de buen comer, se esconde en Miguel Arias Cañete un político cuajado y con mucha ... mili, curtido en el baqueteo áspero de la vida partidista, con el culo pelado de horas de negociación, las suelas gastadas de patear terrones y las manos encallecidas de estrechárselas a perfectos desconocidos con la cordialidad dicharachera de un miembro de la familia. Un todoterreno que ha sido concejal en el Jerez de Pacheco y ministro con vara alta en la moqueta bruselense, un aparatchik que ha ayudado a ganar congresos a toque de silbato y se ha fajado en la desapacible soledad del puerta a puerta con esos electores que miran al postulante con cara de marciano. Impremeditado, cercano, desaliñado, desenvuelto y cachondo tiene su punto débil en una espontaneidad castiza que lo convierte en objetivo preferente de la cacería de gazapos; pudiendo ser el epítome del clásico dirigente de una derecha cosmopolita y políglota, europeísta y liberal, se ha dejado convertir en icono de un conservadurismo campechano, agrario, aseñoritado y algo rancio, a contramano del paradigma líquido y estilizado de la posmodernidad política.

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