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LA FERIA DE LAS VANIDADES

EL PROFESOR INCOMPETENTE

FRANCISCO ROBLES

Que los maestros tengan cuidado. Cuando suspendan a un alumno, es posible que tengan delante al sucesor

«UTED suspende a los alumnos porque no es competente para dar clase». En ese momento, el profesor incompetente no daba crédito a lo que estaba escuchando. Un inspector atildado según las normas de la corrección política textil, un «pijologse» con despacho en Torretriana d’Or, ciudad de vacaciones. Un tipo con esas ínfulas que da el sentirse miembro de un Régimen con vocación de perpetuarse a sí mismo. Un repartidor de lecciones pedagógicas que no ha cogido una tiza en su vida, pero que sabe de enchufes y clavijas más que un electricista. «Usted suspende a los alumnos porque no es competente para dar clase».

Son los salvadores del Régimen, los encargados de maquillar los resultados para que cuadren con la propaganda. Comisarios políticos disfrazados de inspectores de Educación. Censores de la verdad, inquisidores que aplican la doctrina progre para que Andalucía se ajuste al perfil del eslogan. Son peores que Guerrero y sus yintonis. Porque no se llevan el dinero de un lugar a otro, sino algo muchísimo más importante que la pasta: están condenando a una generación a la ignorancia, al hastío intelectual, a la incultura disfrazada de buen rollito. Y eso no tiene remedio.

Cuando en Finlandia, la gran potencia educativa del mundo, le preguntan a un alumno suspendido quién es el responsable de su fracaso, no lo duda: yo. Aquí buscamos mil y una justificaciones para que el sistema se salve aunque haga aguas por todas partes. Y cuando ya no se encuentra una cabeza de turco presta para colgarle el sambenito inquisitorial, entonces se recurre al profesor. El mejor amigo del progre gobernante no es el perro, sino el chivo expiatorio. Les quitaron la autoridad, un concepto básico en educación que cierta asesora de la inolvidable Cándida Martínez quiso convertir en autoridad compartida. Como lo están leyendo. Autoridad compartida entre el profesor y el alumno. Ya no se puede ser más progre, oiga.

La educación en Andalucía es una torre de Pisa que se inclina con cada informe del mismo nombre, y que un día tocará el suelo del fracaso total. Desde el poder se hace todo lo posible para eliminar la cultura del esfuerzo, el resorte interior de la voluntad que nos eleva sobre la levedad del capricho, la disciplina que nos convierte en los mejores críticos de nosotros mismos. Desde el poder se quiere deformar a jóvenes que se sientan cómodos con la litrona y el buen rollo, con el descaro y las malas formas a la hora de criticar todo lo que no sea lo establecido por el Régimen. Desde el poder se ablandan las neuronas y se recorta el cerebro para que no quepa nada que sobrepase los límites de la pancarta o de la pegatina.

El poder está encarnado por alguien que no fue brillante en sus estudios, por una mujer que necesitó una década en la universidad para terminar su carrera. Pero ella no es la incompetente, sino los profesores que no sabían darle clase. Otros alumnos, sin sueldo ni coche oficial, aprobaban sus asignaturas, pero la culpa sería del profesorado rancio y carca que no supo ver en aquella alumna a la ungida por el dedo de Griñán. Que los maestros tengan cuidado. Cuando suspendan a un alumno, es posible que tengan delante al sucesor.

EL PROFESOR INCOMPETENTE

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