¿Educación Ambiental? «De poco sirve si la sociedad no está concienciada con la protección del medioambiente»

Cada 26 de enero, con la excusa del Día mundial de la Educación Ambiental, se pasa examen a esta materia, aunque en el sistema escolar español es complicado hacerlo «porque no existe», apunta Velázquez de Castro. «Existen contenidos relacionados con el tema ambiental en la asignatura de Valores», explica Leirós.

Con el paso de los años, legislaturas y gobiernos, Valores Éticos y Cívicos ha ido cambiando de contenidos y de nombre hasta el actual: Educación en Valores Cívicos y Éticos. Y que está estructurada en cuatro ámbitos: convivencia, autoconocimiento y autonomía personal; actitudes compatibles con la sostenibilidad del entorno y la educación de las emociones. «Hemos ido para atrás», denuncia Pere Vives, responsable de educación ambiental y colonias de la Fundación Pere Tarrés.

En los años 90, la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE) incorporó la temática ambiental al currículo escolar, aunque con el paso del tiempo y con las sucesivas reformas legislativas se perdió. En aquella época, el medioambiente no sólo se limitaba a la asignatura de 'Cono' (como coloquialmente llamaban los alumnos a la materia Conocimiento del Medio). sino que la actividad educativa se desarrollaba atendiendo a la formación en el respeto y defensa ambiental, «así como para capacitar a los alumnos para valorar críticamente los hábitos sociales relacionados con la salud, el consumo y el medio ambiente, entre otros principios», apuntaba la LOGSE en su articulado. «Era una materia transversal», recuerda el presidente de la Asociación Española de Educación Ambiental.

Tres décadas después, el medioambiente entra en las aulas más allá de Ciencias de la Naturaleza o Conocimiento del Medio. «El sistema educativo no puede ser ajeno a los desafíos que plantea el cambio climático del planeta», apunta la Lomloe (Ley Orgánica por la que se modifica la LOE). En los artículos 19 y 121 se habla de «transversalidad», primero a la hora de trabajar la educación para el consumo responsable y el desarrollo sostenible y después para incluir el desarrollo sostenible en el proyecto educativo del centro. El Anexo 1 del Real Decreto de Enseñanzas Mínimas de Educación Primaria y en el de Secundaria acota más la enseñanza, ya que se concreta el perfil de salida que, basado las competencias clave, tiene como objetivo el desarrollo personal del alumnado, su disposición para resolver situaciones y problemas en distintos ámbitos de su vida, a la vez que participa de una forma activa en la sociedad y en el cuidado del medio natural y del planeta. Aunque para Federico Velázquez de Castro hay mucho por hacer. «Y la educación ambiental no ha de quedarse solo en el aula», añade Vives.

El objetivo final de los nuevos valores éticos y cívicos es «que el alumnado desarrolle una actitud responsable a partir de la toma de conciencia sobre la degradación del medioambiente, basada en el conocimiento de las causas que la provocan, agravan o mejoran, desde una visión sistémica, tanto local como global», según el Real Decreto de Enseñanzas Mínimas de Educación Primaria y en el de Secundaria.

Casi la mitad de jóvenes que han estudiado bajo la LOE y, algunos de ellos con la Lomloe, aseguran tener conversaciones «interesantes» sobre el medioambiente que les permitan comprender lo que piensan otras personas y más allá se abre todo un abanico en el que el 6,9% dice no tener este tipo de conversaciones, el 7,5% dice evitarlas y el 20,3% las tiene, pero en tono de broma.

En cuanto a los temas sobre los que más les habría gustado aprender durante la etapa escolar es el cambio climático (44%), sobre las consecuencias ambientales de nuestro consumo (42,5%), sobre la atmósfera (41,7%) y sobre el reciclaje (38,7%). «Es verdad que a lo mejor en educación secundaria, donde ya se pueden tocar algunos contenidos de una manera más profunda, una materia como Educación Ambiental podría ayudar a ahondar en ciertos conocimientos», explica Miriam Leirós.

La ausencia de una asignatura «hace que todo esté en el aire», advierte el presidente de la Asociación Española de Educación Ambiental. «Depende de si hay un profesor motivado y en secundaria están más agobiados con dar el temario», denuncia. Esta ausencia en el currículo educativo se ha suplido con cursos, aulas de naturaleza, seminarios o granjas escuela o la comunidad educativa en su conjunto muestra su interés por estos temas como ocurre en las ecoescuelas. «La educación ambiental no solo supone conocer el medio, sino suscitar valores», apunta Velázquez de Castro. Pero, advierte, «de poco nos sirve una escuela, por muy buena que sea, que transmita mensajes ambientales, si la sociedad como tal no es una sociedad concienciada con la protección ambiental».

No obstante, los más jóvenes sí lo están. «Los más pequeños muestran una mayor conciencia sobre la sostenibilidad y la transición energética y, además, tiene impacto en sus padres y en sus familiares y en sus amigos», explica Vanda Martins, directora de la Fundación EDP. En algunos colegios la lucha por el medioambiente y el planeta es una tarea más.

«Entre todos hemos trabajado en ideas para dejar un planeta mejor a los niños que vengan detrás de nosotros. En nuestro cole el trabajo en equipo es muy importante, nuestro lema es: «Solos somos gotas y juntos formamos océanos«», explica Laura Puente, alumna representante del CEIP Europa.

Más de mil niños y niñas de 9 colegios sevillanos han sido los protagonistas de una jornada que buscaba implicar a los más jóvenes en el cuidado del planeta, animándolos a convertirse en agentes del cambio en su entorno más cercano. Estos niños y niñas han presentado sus ideas para contribuir a crear un mundo mejor y más comprometido con el medioambiente en el Cartuja Center CITE de Sevilla.

El proyecto del colegio de la joven Laura fue escogido por el jurado por su proyecto parte de una lluvia de ideas cooperativa realizada entre los alumnos y alumnas de 5º y 6º de Primaria e incluye medidas como incorporar a las aulas un termómetro para verificar la temperatura y establecer límites de frío o calor, evitar dejar dispositivos electrónicos en stand-by o nombrar encargados de apagar luces. «Los más jóvenes son los herederos del planeta y debemos escuchar su voz», apunta Martins. «Es fundamental escucharles y después implementar las ayudas y las sugerencias que tienen», añade.

Como premio, el colegio recibirá la implementación de una instalación solar, un punto de recarga eléctrica en el centro escolar u otro tipo de iniciativa sostenible con un valor máximo de 5.000€, lo que permitirá transformar el colegio en un espacio más sostenible y ecoamigable.