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barcelona al día

A Dios pongo por testigo

oti rodríguez marchante

No sé a ustedes, pero a mí me ha llegado muy hondo el titular que ha dado el secretario de la UGT en Cataluña, Josep Maria Álvarez, que ha venido a decir una de esas frases que hacen historia, muy a lo Escarlata O’Hara, aunque sin poner a Dios por testigo… Eso de «Nadie volverá a pasar hambre mientras los supermercados estén llenos».

Escarlata lo dijo mientras cogía un puñado de tierra en su mano, pero al señor Álvarez hay que suponerlo cogiendo una lata de mejillones, o algo así, de la marca Hacendado. Vivimos una época en la que se necesitan más Escarlatas, y ahí está, afortunadamente la UGT, para proporcionarnos algunas.

Y más aún: en el caso de que los supermercados se fueran vaciando por el efecto de lo que el viento se llevó, siempre quedarían lugares en los que sustraer esa comida imprescindible para el pueblo, como, por ejemplo, las celdas de algunos de los etarras que se han puesto en huelga de hambre en apoyo del carcelero de Ortega Lara, las cuales, al parecer, estaban tan bien surtidas que podían competir en variedad y colorido con la zona «delicatesen» del KDB de Berlín, donde uno encuentra algo apetecible que comer incluso yendo recién comido; aunque pagándolo, eso sí.

Y no sólo habrá alimento para los que tengan hambre, pues un reportaje en La Vanguardia que firma el buen cinéfilo Pedro Vallín nos tranquiliza también en otro ámbito de primera necesidad, como es el intelectual, y nos demuestra el buen estado de nuestros filósofos, ensayistas y pensadores, tanto de por ahí, como Richard Dawkins, el creador del concepto «meme», o Naomi Klein y su doctrina del shock, como de por aquí, con Mercè Carreras-Solanas, Amelia Valcárcel, el poppero (que no pepero) Jesús Mosterín o el siempre nos quedará Savater…

Esta idea viene a contradecir la que sostiene Mario Vargas Llosa en su último libro, «La civilización del espectáculo», en el que se lamenta de que el entretenimiento y la banalización han sustituido en nuestra sociedad a la cultura haciendo declinar la figura del intelectual en favor de la del analista o el famoso. Y en eso estamos, en trincar la comida y las ideas de las estanterías y salir corriendo.

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