Jesús Sánchez Adalid, Sacerdote y escritor de novelas
«El Premio de Alfonso X el Sabio me da mucho prestigio»
El escritor extremeño nos presenta su última novela histórica, «Alcazaba», sobre las revueltas contra el poder Omeya, con la que ganó el Premio de Novela Histórica «Alfonso X el Sabio»
M. CEBRIÁN
El sacerdote y escritor Jesús Sánchez Adalid nos presenta su última novela, «Alcazaba», en la que el extremeño aborda de manera magistral un periodo bastante desconocido de nuestra historia, el siglo IX, en pleno emirato Omeya de Abderramán II, cuando en Al-Ándalus se produce ... una inusitada rebelión que pondrá en jaque el enorme y absoluto poder de Córdoba, algo que, salvando las distancias, se asemeja al reciente fenómeno de la «Primavera Árabe». Estos hechos históricos le sirven de telón de fondo para contar las historias de diferentes personajes que aparecen en el libro, algunos reales y otros ficticios, como los amores y desamores entre la joven y bella judía Judit y el joven musulmán Muhamad Aben Marwán, con lo cual consigue un mosaico intercultural de la época y que le ha llevado a obtener el Premio de Novela Histórica «Alfonso X el Sabio».
—Ha vuelto a elegir la Edad Media para ambientar su nueva novela, «Alcazaba». ¿Qué le atrae de esta época?
—Es un periodo muy interesante tanto la Edad Media como el siglo IX, con un choque entre el periodo visigodo y el musulmán, ya que la población tardorromana y visigoda siguió viviendo en los lugares donde habían tenido sus comunidades y manteniendo una vida semejante. La diferencia es que estaban sometidos al poder musulmán, pero no se mantuvieron siempre de forma pacífica, sino que lucharon por obtener su libertad y por volver otra vez a su estado precedente. Esto lo demuestra sobre todo las rebeliones que se produjeron en el siglo IX en Mérida y Toledo, con tremendas revueltas a las que hacen referencia las crónicas musulmanas de la época, aunque también tenemos conocimiento de ellas por una carta que escribió el emperador Ludovico Pío en el año 821, en la que decía que iba a mandar un ejército para apoyarlas.
—En «Alcazaba» nos cuenta, en concreto, la rebelión de la ciudad de Mérida contra el poder de Abderramán II en el siglo IX. ¿Es acertada la comparación que se ha hecho con el fenómeno de la «Primavera Árabe»?
—Pues sí, la verdad es que yo fui el primer sorprendido porque cuando estaba terminando mi novela estallaron todas estas revueltas en el norte de África y en el mundo musulmán. De hecho, hay muchos paralelismos entre la «Primavera Árabe» y lo que relato en mi libro, con gobernadores depuestos, dictadores echados fuera de sus gobiernos y tronos y la gente unida en las plazas públicas contra las oligarquías dominantes por sus impuestos abusivos y otros abusos. Por eso, tanto yo como mis editores nos quedamos muy sorprendidos porque todo ello se parece enormemente salvando una distancia de doce siglos.
—En la novela también se ve la «paz contenida» entre grupos de las tres religiones monoteístas existentes en la España medieval (cristianos, musulmanes y judíos). ¿Qué opina del mito de la «convivencia de las tres culturas», tan famoso en una ciudad como Toledo?
—Es una simplificación y un estereotipo que se ha creado, cuando realmente incluso dentro de la cultura musulmana había otras culturas que vivían de manera difícil entre ellas y que apenas compartían la religión y poco más. Así, dentro de los árabes que vinieron, había sirios, yemeníes, otros procedentes de lo que hoy es Arabia Saudí o de Persia, pero había también muladíes, que eran cristiano-romanos convertidos a la religión musulmana y, por otro lado, árabes que sí apoyaban a la dinastía Omeya. Por lo tanto, no hay un mundo islámico homogéneo, lo cual se ve más con los almohades y almorávides, y si me apuras tampoco. Esto demuestra que la Península Ibérica en esta época era un mosaico de población que se estaba rebelando una y otra vez. Las revueltas cuajan y se forman reinos independientes, como sucedió con los primeros y segundos reinos de taifas, y otras veces hay un poder central que tenía sometido a toda la población a la manera del imperio clásico, como sucede con el Califato Omeya.
Revueltas en Toledo
—En la época de la novela también hubo una rebelión similar en la ciudad de Toledo. ¿Qué nos puede contar de estos hechos?
—En la novela se hace referencia a estos hechos. En concreto, hubo dos revueltas en Toledo: una que terminó con la conocida como la «Jornada del Foso» y otra que sucedió en esta misma época y en la que los toledanos se unieron a los emeritenses. Así, se demuestra que hubo un contacto entre ambas, ya que Mérida y Toledo eran las dos ciudades más importantes del mundo visigodo. Toledo era la ciudad regia donde estaba la monarquía y Mérida era la capital de la Lusitania. Además, los musulmanes y, en este caso, los Omeya tuvieron siempre muchísimo cuidado de tener muy subyugada a Toledo porque era la capital de la monarquía goda y cabeza de la Iglesia hispana y, por eso, ellos fijaron la capital de la monarquía musulmana en Córdoba. De hecho, los cristianos siempre estuvieron intentando conquistar Toledo por todos los medios.
—La novela cuenta además la historia de diferentes personajes, como los amores y desamores entre Judit, una joven judía. ¿Cómo consigue enlazar las andanzas de todos ellos, algunos reales y otros ficticios, con los hechos históricos?
—La finalidad de la novela es precisamente esa. Se trata de una novela coral que lo que pretende representar es un mosaico colorido donde se mezclen las realidades familiares, personales, institucionales, religiosas, jurídicas o culturales de todos los grupos étnicos que existían. El lector tiene que tener al final la sensación de que ha estado allí y de que ha emprendido ese viaje mágico al pasado, que ha podido recorrer todos esos barrios y circunstancias, con gente que, compartiendo una misma época y viviendo dentro de unos mismos muros de las ciudades, tenía unas vidas muy diversas.
—¿Qué se siente al ganar un premio tan importante en su campo como el Premio de Novela Histórica «Alfonso X el Sabio»?
—El Premio de «Alfonso X el Sabio» me da mucho prestigio y siento un especial orgullo porque este premio es muy apetecible y todos los novelistas históricos lo queremos tener en nuestro currículo, ya que es el más antiguo de novela histórica y nace prácticamente cuando empieza a consolidarse este género literario en España, y más aún cuando otros premios ya se han desconvocado. Además, está Soledad Puértolas de presidenta del jurado, que es muy exigente, lo cual le da todavía más prestigio.
—¿Qué opina de la situación tan buena que está viviendo la novela histórica?
—Se trata ya de una tendencia consolidada en cuanto a autores y lectores, por lo que ya podemos hablar de que esto va a ser un periodo de la literatura española contemporánea.
—¿Está trabajando ahora mismo en algún próximo trabajo o novela?
—Para presentar «Alcazaba» al Premio «Alfonso X el Sabio» tuve que terminarla hace un año, en la pasada primavera, y desde entonces he seguido investigando y trabajando y llevo muy adelantada una novela que, Dios mediante, saldrá el año próximo. Ésta se sitúa cien años después de «Alcazaba», en pleno Califato, con un tema totalmente diferente, aunque abordo de nuevo los conflictos interreligiosos, temática que es la forjadora de nuestra cultura y que creo que interesa mucho al lector. De hecho, yo me he planteado como una opción personal el ayudar al imaginario colectivo y que la gente pueda ver la recreación de aquellos mundos que hasta ahora estaban muy sesgados entre cristianos, judíos y musulmanes, pero que yo considero que es de una gran riqueza reflejarlo.
—¿Cómo consigue compaginar su faceta literaria con su sacerdocio?
—Pues muy bien. No tiene por qué ser incompatible, aunque en algunos momentos es más difícil. Yo he tenido una dedicación exclusiva a una parroquia de pueblo. Todo es cuestión de organizarse.
[—Y, por último, ¿por qué recomienda al lector acercarse a «Alcazaba» y al resto de sus obras?
—Porque yo creo que estamos en unos tiempos en los que necesitamos la evasión y la mejor forma es ese viaje mágico al pasado. Un pasado que, aunque estando distante en el tiempo, sin embargo, nos puede enseñar muchas cosas. La novela, a cualquier lector, le puede resultar muy entretenida y muy ilustrativa de lo que es toda una época de la cual se desconoce casi todo.
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