viviendo en san borondón
El libro “Cartas a un hijo”
Casi en cada página del libro hay una lección de vida y un intento de comunicar esos valores humanos
JOSÉ FRANCISCO FERNÁNDEZ BELDA
Muchos canarios recuerdan a José Vicente León Fernández por su doble etapa como alcalde de Las Palmas de Gran Canaria (de 1987 a 1990 y de 1991 a 1993), luego como consejero de Industria y Comercio del Gobierno de Canarias y por último consejero de ... Cabildo Insular de su isla natal. Sin lugar a dudas, dejando al margen el respeto y amistad que me honro profesarle, es sobre todo un ser humano poseedor de una enorme dignidad y elegancia, cualidades que ha acrecentado a pesar de su paso por la política.
“Cartas a un hijo” es un libro de hace unos años que ha editado Edirca en su colección “Cultura viva de Canarias”, (ISBN- 84-95133-03-2). Cuando uno tropieza con un texto como este, tiende a pensar que se trata de un libro de memorias al uso, donde un político intenta explicar o justificar sus actuaciones públicas, cuando el tiempo ha cubierto de polvo los recuerdos, los suyos y los de los demás. Hay quien incluso intenta demostrar haber sido una persona providencial y que se le está tratando hoy injustamente al no reconocer sus grandes aportaciones, muchas veces exageradas por la vanidad personal.
En este libro, por el contrario, su autor quiere sobre todo recordarles a sus hijos, y por extensión a sus amigos, algunas de sus vivencias más íntimas. Enseñarles que la vida lo le ha regalado nada, que todo lo ha logrado con esfuerzo, perseverancia y con un objetivo claro.
En otras palabras: transmitir los valores éticos y morales que han guiado su vida y que, como buen padre que es, piensa con acierto que es la mejor herencia que puede dejarles. Primero y más importante el ser, pensar y comportarse como una persona íntegra, consigo mismo y con los demás. Después vendrá el resto de las cosas que nos depara el destino, que no es siempre puro azar sino que, con frecuencia, cada uno procura moldearlo con esfuerzo y sacrificio en un sentido o en otro.
Casi en cada página del libro, más allá de la anécdota que relata y como a mi entender pretende el autor, hay una lección de vida y un intento de comunicar esos valores humanos que constituyen el sentido aprendido de la vida de José Vicente León. Aquellos principios que se han adquirido en el seno familiar por el consejo y el ejemplo de padres y abuelos, nuestros mayores que se decía antes con gran respeto antes de que se inventaran los almacenes para viejos que tanto recuerdan los trasteros para cosas por el momento inútiles.
Por ejemplo, en la página 146, nos relata que cuando salía de su toma de posesión como alcalde, caminando junto a su orgulloso padre por la Plaza de Santa Ana, éste le recordó que el poder no significaba "capacidad para imponer mi voluntad, sino la obligación de usarlo de manera justa y ponderada, porque no en vano, el día de mañana, Dios exigiría más a quien más le había dado”. Es otra forma de expresar la misma idea que se quería transmitir en la Roma Imperial, cuando un general entraba victorioso en la ciudad y subido tras él en su mismo carro, un esclavo le decía al oído: “Recuerda que sólo eres un mortal”.
Reflejo fidedigno del carácter de José Vicente León, de su caballerosidad y ausencia de sectarismo político, puede intuirse también en el libro cuando le cuenta a su hijo que, en su primer día como alcalde, dispuso que se preparara una comida en el Hotel Santa Catalina invitando a todos los alcaldes vivos que le habían precedido en el cargo. Pidió expresamente una mesa redonda para que no hubiera presidencia. Tenía el convencimiento de que podría aprender mucho de sus experiencias y de cómo afrontaron los problemas de Las Palmas de Gran Canaria. ¿Tal vez lo hizo influido, consciente o inconscientemente, por la leyenda de la Tabla Redonda del Rey Arturo que le rememoraba su larga estancia en Inglaterra?
Son muchísimas las páginas que se podrían destacar de este libro. Pero hay una frase que refleja muy bien su forma de actuar en política y como persona cuando dice: “Recuerda hijo que una cosa es defenderse cuando eres víctima, o vas a serlo, de una agresión, y otra es atacar cuando tienes toda la ventaja de tu lado”. ¡Qué noble lección para los políticos que en unos días entrarán en una campaña electoral presumiblemente repleta de descalificaciones e insultos gratuitos, atacando al contrario en lugar de explicar sus propias propuestas!
Mucha gente, cuando lea este libro, cosa que recomiendo sin reservas, notará la enorme diferencia entre los políticos de aquellos años de la Transición, donde había tanto por hacer, y las caricaturas actuales. Entre los profesionales de la política de hoy y aquellas aguerridas personas de diferentes ideologías que mostraban madera de líderes, no de militantes oportunistas sumisos a los aparatos de los partidos. Eran personas, con sus luces y sus sombras, no eran productos de la publicidad y propaganda electoral. “¡O tempora, o mores!”, podría José Vicente León repetirle hoy a muchos esa frase que Cicerón le espetó al oportunista Catilina hace dos mil y pico de años. Todos recuerdan a Cicerón, pocos a Catilina.
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