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«Ferran Adrià se pregunta si merece tanta fama»

Colman Andrews escribe en «Reinventar la cocina» la biografía del hombre de El Bulli

«Ferran Adrià se pregunta si merece tanta fama» EFE

SERGI DORIA

¿Qué se puede decir que no se haya dicho sobre Ferran Adrià? «No sé si se ha dicho ya todo, pero mucha gente no conoce al detalle esas dos historias en paralelo que acaban convergiendo: la de un paraje muy especial donde se ubica El Bulli, chiringuito reconvertido en el restaurante más influyente del mundo, y la de un chico de Hospitalet, muy normalito, al que no le interesaba la cocina». Así justifica Colman Andrews, crítico gastronómico y editor de la revista«Saveur», la biografía sobre Ferran Adrià «Reinventar la cocina» (Phaidon).

Le tomamos la palabra para inquirir, como si estuviéramos en un departamento de Recursos Humanos, las «fortalezas» y «debilidades» del «mejor cocinero del planeta». Andrews asegura que nuestro hombre en El Bulli es «ingenioso, sincero, honesto, curioso, generoso —comparte lo que aprende—, energético y creativo». ¿Debilidades? Al ser tan curioso, «tiene que convencerse de todo por sí mismo y no escucha otras opiniones: es escéptico. Y tanta energía le dispersa. Es un hombre sencillo que se pregunta si se merece tanta fama».

Aceitunas «esferificadas»

El «coup de foudre» con Adrià se produjo en 2003 cuando probó las aceitunas «esferificadas». Su hermano Albert «hizo aparecer un recipiente hondo de plástico con un líquido transparente, una bandeja menos profunda con otro líquido transparente distinto y un cuenco de puré aguado de color verde eléctrico. Con una cucharilla dejó caer con cuidado unas gotas de puré del recipiente hondo. No hizo gestos de mago ni exclamó “¡abracadabra!”, pero, como si nada, las gotas se convirtieron casi al instante en verdes perlas redondas…». Andrews probó una de aquellas perlas y experimentó «uno de los sabores más vívidos de mi vida: un ravioli cuyo relleno y cuya “pasta” no eran ni más ni menos que guisantes».

Era un capítulo más del «viaje incesante por la gastronomía" que el periodista detalla en cada una de sus estaciones. El próximo 30 de julio, el Adrià que conocimos cambiará su «modus vivendi». Concluirá una etapa de su vida en El Bulli y dedicará el bienio a viajar e impulsar la Fundación. En ese tiempo quizá prepare alguna degustación para un «comité de expertos», apunta Andrews, «ocho comensales, máximo».

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