Desalojan un autobús y una caravana en Las Tablas donde residían 14 personas
Dos familias con nueve niños hicieron ayer una mudanza obligada de su vieja caravana a una casa prefabricada
A las diez de la mañana, una vieja caravana y un bus desvencijado, el techo durante un lustro de cuatro adultos, entre ellos una mujer de 18 embarazada, y nueve menores de entre 15 y un año, fueron reducidos a un montón de hierros retorcidos por una excavadora. Eran los últimos chabolistas de Las Tablas que recalaron en la carretera de Fuencarral a Hortaleza hace dos años, procedentes de otra zona del PAU de la que fueron expulsados porque iban a hacer unas obras
Noticias relacionadas
Denisa, de dos años, con sus enormes ojos, contempla el ajetreo que se aleja de su precaria rutina diaria. Se aferra a un bote de cola-cao mientras sus padres —Ciprian, de 29 años y Pérsida, de 18— y sus abuelos —Fran, de 46 y Graciela, de 39— amontonan sus exiguos enseres domésticos, con la incertidumbre pintada en sus rostros. «¿Qué vamos hacer? Si nos destrozan nuestras casas, ¿adónde vamos a ir?», decía, a las ocho el patriarca del extenso clan de gitanos rumanos que abarca ocho hijos —Pérsida es la mayor— y dos nietas, hijas de ésta última. Era el segundo intento de desalojo que acometía el Ayuntamiento de Madrid sobre estas familias que se instalaron en esta zona, procedentes del Gallinero porque «la chabola se quemó y porque había peleas y mal ambiente», explica la joven madre. Al anterior intento de desahucio por ocupación de suelo público, el 5 de noviembre, se resistieron porque el técnico municipal no traían la orden judicial que señala que están asentados en suelo público. Esta vez sí. Recibimos la notificación el 10 de marzo, dice Pérsida mientras se acaricia la barriga. Su embarazo es avanzado pero ella no sabe de cuantos meses está. «Será niño», indica.
Irán a la guardería
Sólo sus dos pequeñas, de uno y de dos años permanecen viendo como la excavadora destruye el lugar en el que han malvivido. «Los mayores están en el colegio. No les he dicho nada. Cuando regresen conocerán dónde van a vivir», explica Fran.
Tras la incertidumbre, los nervios y el trasiego de tablas, almohadones, televisiones y parabólicas, conocieron su nuevo destino. La familia más joven irá al campamento municipal para población nómada de Valdelatas y los mayores al de San Roque, a casas prefabricadas.
«Es una oportunidad para ellos y para su integración. Las pequeñas irán a la guardería y los otros seguirán escolarizados. A Pérsida se la dará formación y su marido tendrá más oportunidades de trabajo, igual que Fran», explicaba el responsable del Samur-Social. «Son personas encantadoras. Ahora viven de la mendicidad y de la chatarra pero antes de la crisis tenían trabajo», agrega Paco Pascual, voluntario de la iglesia de Santo Domingo de la Calzada.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete