TEATRO
Lope en Toledo: Desterrado, bígamo y sacerdote
El autor al que Cervantes calificó de «Monstruo de la Naturaleza», tan colosal escritor como excesivo amante, tuvo en Toledo un puerto de frecuentes retornos
POR MARIANO CALVO
Este enorme creador que bebió de la vida a grandes tragos aunó en Toledo su condición de desterrado, cabeza de dos familias y sacerdote. Una vida apasionante
El autor al que Cervantes calificó de «Monstruo de la Naturaleza», tan colosal escritor como excesivo amante, tuvo ... en Toledo un puerto de frecuentes retornos a donde acudía movido tanto por el auge de su vida cultural como por su estratégica ubicación: a prudente distancia de una corte madrileña de la que a veces era obligatorio o conveniente alejarse, aunque nunca demasiado. De las tres estancias importantes de Lope de Vega en Toledo, una estuvo determinada por su condición de desterrado, otra por la discreta instalación de sus dos familias y la tercera por su ordenamiento sacerdotal. Tres circunstancias que constituyen un compendio elocuente de las fuerzas extremadas y contradictorias que dominaron la vida de este genio exuberante.
El 19 de julio de 1590 Lope de Vega contrató el alquiler de una casa en la calle de la Sierpe para fijar su residencia en compañía de su primera mujer, Isabel de Urbina. Ella tenía 17 años; él, 36. Lope e Isabel llegaron a Toledo tras cumplir dos años de destierro a los que había sido condenado el Fénix por difundir injurias contra su ex amante y toda su familia, incluido su permisivo esposo. Todavía le faltaban por cumplir seis años de destierro, y decide pasarlos en Toledo, tan cerca de Madrid que pudiera seguir en contacto con el centro de la monarquía pero sin vulnerar la distancia de cinco leguas a la que le obligaba la sentencia.
En Toledo, Lope entra al servicio del futuro II Marqués de Malpica, cuya morada aún puede contemplarse en la plaza de Santa Clara, convertida en oficinas públicas. Más tarde, Lope pasa al servicio del quinto Duque de Alba, lo que les obliga a dejar Toledo y marcharse a Alba de Tormes, donde termina de cumplir la condena.
El callejón de San Justo
Enviudado y vuelto a casar, Lope regresa a establecerse en Toledo, por segunda vez, desde agosto de 1604 a 1610. Pero en esta ocasión no se instala con una familia sino con dos: la de su nueva mujer y la de su amante. Con su mujer legítima, Juana Guardo, habita una casa «del callejón del barrio de San Justo», y a su amante, Micaela Luján, le alquila una vivienda en el cercano barrio de San Lorenzo.
La mujer de Lope, Juana Guardo, era hija de un rico comerciante de carne que aportó a la boda una dote considerable. Todos los que conocían al escritor entendieron que la boda era ante todo un asunto crematístico. Así parece reconocerlo el propio Lope al decir: «Quien se casa por cuatro mil, dará a poco otras cuarenta mil por no haberse casado».
Padres desconocidos
Como cabía esperar, el destino puso en su camino a Micaela Luján, una actriz casada con un actor que providencialmente se hallaba en el lejano Perú, de donde nunca regresó. Sus amores comenzaron en Toledo, como lo indica el propio Lope en la «Serrana hermosa», probablemente en el ambiente del Mercado de la Fruta, el patio de comedias toledano (hoy Teatro de Rojas), y en medio de los ires y venires de las compañías teatrales.
El amor prohibido dio su agridulce fruto, y el 8 de mayo de 1605 fue bautizada en la iglesia de la Magdalena una hija de Lope y Micaela Luján, a la que se puso el nombre de Marcela, si bien la niña fue registrada como «hija de padres no conocidos». Fue padrino el poeta, amigo de Lope, Martín Chacón y actuaron de testigos sus también amigos poetas Hernando de Gandara y Agustín Castellanos (el famoso «poeta sastre», comediógrafo analfabeto al que el propio Cervantes envidiaba su éxito). Diecisiete años más tarde, Marcela ingresará en el convento de las Trinitarias Descalzas, de Madrid, y por ironía de los hados, esta hija toledana que Lope nunca reconoció oficialmente como suya vino a ser de todos los hijos del escritor su favorita y la que heredó su vocación y dotes literarias.
Menos de un año después del bautizo de Marcela, Lope y su esposa bautizaron en la iglesia de San Justo al hijo de ambos, al que pusieron el nombre de Carlos Félix.
Como si de una competición entre ambas mujeres se tratara, el 28 de enero de 1607 Micaela de Luján tuvo otro hijo de Lope, que fue bautizado esta vez en Madrid, acaso para soslayar los riesgos del escándalo. La madrina fue la conocida actriz Jerónima de Burgos, con la que se dice que Lope inició por aquel tiempo una relación más que amistosa. Tendríamos así que el ubérrimo escritor contaba por entonces con su mujer legítima, con una amante estable y con otra amiga esporádica, amén de lo que la ignorancia pudorosamente nos oculta.
Campanas de San Justo
En septiembre de 1610, Juana y Lope dejan su casa del callejón de San Justo y se trasladan definitivamente a Madrid. Jocosamente, Lope culpa al sacristán de San Justo de haber tenido que trasladar su residencia, ya que su casa se encontraba cerca de la torre de esta iglesia y los repiques de las campanas estorbaban su trabajo. Así lo sugiere irónicamente en epístola dirigida a su amigo el doctor Gregorio de Angulo:
«Mil años guarde Dios la Peralera,
que a no haber sacristanes en san Justo,
nunca Madrid en su rincón me viera»
Jerónima a escena
Se da por hecho que Lope escribió «La dama boba» para ser representada por su íntima amiga Jerónima de Burgos. Según la usanza que el Fénix siguió con todas sus esposas y amantes, a Jerónima la denominó de diferentes maneras según el tiempo y las circunstancias. Así, comenzó llamándola «señora Gerarda» siguió apodándola «amiga del buen nombre» (porque su nombre coincidía con el de cierta amante de su protector el duque de Sessa), y cuando su figura se tornó oronda con los años, acabó tildándola con el nada bondadoso epíteto de «doña Pandorga».
El sacerdocio
La compañía de actores de la que formaba parte Jerónima de Burgos representó en el Mesón de la Fruta entre el final de Cuaresma de 1614 y el Corpus. Por esas mismas fechas llegó Lope a la Ciudad Imperial con la idea de hacerse sacerdote («ordeneme, Amarilis, que importaba / el ordenarme a la desorden mía») y se hospedó en casa de Jerónima de Burgos.
Desde Toledo, el 15 de marzo escribió a su mecenas el Duque de Sessa: «Aquí me ha recibido y aposentado la señora Gerarda con muchas caricias; está mucho menos entretenida y más hermosa». El tipo de vida que Lope llevaba en casa de Jerónima se nos revela en la carta que un año antes, estando en Segovia, dirigió Lope al Duque de Sessa: «Yo, señor, lo he pasado bien con mi huéspeda Jerónima, aquí he visto los señores rondar mi casa, galanes vienen, pero con menos dinero del que habíamos menester».
En carta del 23 de marzo de 1614, mientras espera ser ordenado sacerdote, describe cómo transcurren sus días en Toledo: «Mi vida es ésta, y los pasos, de la posada a la iglesia, rezar dos horas, que ya me obligan, y a la noche, hablar un rato, mientras llega la del sueño, con algún amigo; y porque quien lo niega todo, todo lo confiesa, también me divierto de mis tristezas con la amiga del buen nombre».
Trueno vestido de nazareno
Por fin, es ordenado sacerdote en Toledo el 24 de mayo. (Para él parece pensado el verso de Machado: «¡Aquel trueno, vestido de Nazareno!»). Pero su confesor le niega la absolución por seguir ejerciendo el papel de alcahuete con el Duque de Sessa, a quien continúa escribiéndole su correspondencia amorosa. Con todo, el cardenal Sandoval y Rojas, tan admirador suyo, le nombró procurador fiscal de la Cámara Apostólica del Arzobispado de Toledo, «teniendo en cuenta sus dotes de sabiduría, la rectitud de su proceder y la buena fama en las letras tanto divinas como humanas». Esa benevolente mención a «la rectitud de su proceder» debió de provocar más de una sonrisa entre los allegados al poeta.
Por desgracia para Lope, el sucesor del cardenal Sandoval y Rojas, el cardenal Infante don Fernando de Austria, sin duda mejor informado o menos tolerante con las debilidades del genio, no tardó en cesarle de sus cargos, argumentando (precisamente él, que se tiró largos años ejerciendo de general en las guerras de Flandes y tuvo al menos dos hijos naturales) que la causa de su destitución era «su conducta y por haberse ausentado de Toledo».
El eterno desterrado
«Ausentado de Toledo» sigue Lope porque, sorprendentemente, en la que fue su ciudad adoptiva no tiene el escritor ninguna calle dedicada a su nombre o un homenaje urbano que lo recuerde.
Quizá convenga recordar que a Lope se le tuvo en su tiempo por poeta toledano, pues después de Madrid, fue Toledo la ciudad en donde mayor tiempo vivió. Aquí compuso muchas de sus obras, treinta y siete de ellas dedicadas a Toledo. También en esta ciudad nacieron sus dos hijos más amados, Marcela y Carlos Félix. Y a lo largo de sus obras, en las que las alusiones a Toledo son frecuentes, no deja de evocar los años felices que pasó junto al Tajo, sin perder la ocasión de celebrar las virtudes ciudadanas y dedicar a sus naturales los más calurosos elogios. Así las cosas, la causa de su eterno «destierro toledano» es un enigma en el que caben todas las apuestas, teorías y suposiciones.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete