...Y el Sol se tragará la Tierra
Cuando el hidrógeno se acaba, el horno nuclear del centro de las estrellas se apaga temporalmente por falta de combustible. Sin la energía explosiva del horno estelar, la gravedad, que intenta comprimir la masa de la estrella, la aplasta sin remedio, comprimiéndola sin contemplaciones.
Sin embargo, un gas que se comprime también se calienta, y de esa forma, a medida que la gravedad aprieta, la temperatura de la estrella también va creciendo, hasta alcanzar la que es necesaria para la combustión nuclear de otros gases que son residuos del hidrógeno ya quemado. Cuando eso sucede, el horno nuclear de la estrella se enciende de nuevo, de repente, y la estrella entera «rebota», hinchándose como un ardiente globo hasta alcanzar varias veces su tamaño original.
Un momento, por cierto, nada conveniente para los eventuales planetas en órbita, que con toda probabilidad acabarán absorbidos por la propia estrella.
Se ha calculado, por ejemplo, que cuando el Sol entre en esa fase de súbita expansión, su perímetro crecerá hasta alcanzar la órbita de Venus, que es el segundo planeta de nuestro sistema. Cuando eso suceda, Mercurio y Venus serán vaporizados y, literalmente, tragados por el Sol. Y la Tierra, si no ha sufrido el mismo destino, estará tan cerca del astro rey que la vida será imposible sobre su superficie.
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