El barbero de Picasso

Fue el único hombre al que Pablo Picasso dejó que le tocara su privilegiada cabeza. O alguna de sus mujeres (que no fueron pocas), o Eugenio Arias. Nadie más le cortaría nunca el pelo, que por cierto no tenía en abundancia. Cuentan que temía que quien poseyera sus cabellos podría tener poder sobre él, pues estaban llenos de su fuerza creadora.
Supersticiones aparte, Eugenio Arias, el barbero de Picasso (como ha pasado a la posteridad), se convirtió en un gran amigo y confidente del maestro durante casi tres décadas. Iban juntos a los bares, jugaban a las cartas, asistían juntos por distintas ciudades del sur de Francia a las corridas de toros, a las que ambos eran grandes aficionados, pero, sobre todo, hablaban de España. Esa España que les dolía a los dos desde la lejanía. Picasso y Arias eran exiliados comunistas. Picasso le incluyó en su exclusivo círculo de amistades (Cocteau, Douglas Duncan, Villers...) y Arias le ponía en contacto con los artistas españoles en el exilio que querían conocer al artista.
Este año, su centenario
Pero, ¿cómo coincidieron un peluquero y un artista de la fama de Picasso? Eugenio Arias, hijo de un sastre, nació hace cien años en Buitrago del Lozoya. A los 13 años se puso al frente del negocio familiar (una barbería). A los 22 se afilió al Partido Comunista de España y durante la Guerra Civil estuvo en los frentes de Madrid y Teruel, donde fue herido de metralla en el pie izquierdo.
Ya en Francia, donde se exilió, también participó con la resistencia en la II Guerra Mundial. Acabó en un campo de refugiados. Cuentan que fue la Pasionaria quien presentó a Picasso y Arias en 1944 durante un homenaje de la Francia libre a los republicanos españoles, pero no fue hasta 1948 cuando comienza en Vallauris una intensa y extensa amistad, que duró 26 años. En 1946, Eugenio Arias se había instalado en esa localidad, donde abrió una peluquería. Una vez al mes, acudía religiosamente a la casa de Picasso -a cualquiera de las que tenía en Cannes, Mougins y Vallauris- a cortarle el pelo. Lo hacía en bicicleta, hasta que Picasso le compró un coche.
Tres hechos dan constancia de la profunda amistad entre ambos. En 1956 Picasso se ofreció a ser padrino de su boda; entre 1958 y 1959, Arias fue ayudante de Picasso mientras éste pintaba la «Alegoría de la guerra y la paz» en la iglesia de Vallauris y, tras la muerte del artista en 1973, el barbero le amortajó con una capa española. Eugenio Arias murió, a los 98 años, en abril de 2008.
Picasso fue siempre muy generoso con él: le regaló cerámicas, dibujos, grabados, carteles, libros dedicados... Más de 70 piezas que Eugenio Arias cedió en 1982 a la Diputación Provincial de Madrid a cambio de una renta vitalicia. Tres años después se inauguraba en Buitrago del Lozoya, su pueblo natal (localidad de la sierra de Madrid), el Museo Picasso-Colección Eugenio Arias. Ayer, tras medio año cerrado por reformas, el consejero de Cultura y Turismo de la Comunidad de Madrid, Santiago Fisas, reinauguró este obligado lugar de peregrinaje para los fans picassianos -que son legiones en todo el mundo-, que completa las colecciones de París, Barcelona y Málaga. Ha mejorado el diseño, la iluminación y la información del centro. El nuevo montaje gira en torno a tres ejes: «Para mi amigo Arias», «Palomas y prisioneros» y «Picasso toro».
Tras medio año cerrado por trabajos de reformas, ayer volvió a abrir sus puertas el Museo Picasso-Colección Eugenio Arias en Buitrago del Lozoya, que atesora más de 70 obras del maestro malagueño
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