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«Far Cry 4»: fórmula inhóspita y salvaje

El juego nos introduce en una guerra civil en la ciudad de Kyrat, en Himalaya, y cuenta con disparos por doquier, generoso arsenal y una mayor personalización

«Far Cry 4»: fórmula inhóspita y salvaje j.m.s.

j.m.sánchez

Encontrarse a cinco mil pies de altura sugiere sensaciones distintas en comparación con otras ubicaciones. La orografía, repleta de pendientes, cambia la forma en la que nos movemos. Con unas localizaciones muy interesantes, «Far Cry 4» nos lleva a la ciudad ficticia de Kyrat, en el Himalaya, para vivir en un ambiente salvaje e inhóspito en donde el reto es acabar con el régimen de Pagan Min, un dictador que domina con puño de hierro a los ciudadanos.

Este título de acción viene a ser como un «Assasins Creed» en primera persona, aunque no exactamente. Tiene toques, como rebuscar a los muertos y víctimas, dominar armas silenciosas como cuchillos y arcos, y todo con una gran libertad de movimientos. Aquí el jugador utiliza armas de fuego en un escenario muy generoso, es decir, no tendremos problemas para recargar ni sumar nuevo armamento.

La fórmula adoptada en esta ocasión no difiere demasiado con anteriores entregas y, en esta, el resultado es fantástico y muy adictivo. Se va calentando poco a poco y, además de un manejo muy sencillo de los controles, consigue enganchar a las primeras de cambio. Esta continuidad no desluce en absoluto la intensidad del juego. Cuenta con un abrumador sistema de combate, muy directo y preciso, que hace olvidarnos por completo la historia principal, muy prescindible frente a su jugabilidad.

Tendremos misiones de liberar a personas, apuñalar animales y, en conjunto, generar un caos tremendo por donde pasamos. Pero el contexto es de gran imprevisibilidad, puesto que el sistema nos obligará a salvar a sublevados por sorpresa, es decir, cuando nos topemos con un conato y enfrentamiento. Al tener la oportunidad de aprovechar el entorno a nuestro antojo, en este intenso «sandbox» podemos utilizar diversas habilidades como cebos con los que atraer a animales salvajes, cabalgar a lomos de elefantes y de otros vehículos, tirar piedras para distraer a los guardias, apuñalar lobos tibetanos. Claro, que mantiene como otros títulos similares un medidor de detección que se llena a medida que los enemigos te vean. Si parpadea te han detectado. Ah, un aspecto que no solemos eco pero es curioso el poder disparar incluso a aliados.

Manejamos a Ajax Ghale, un ciudadano norteamericano que recibe la misión de eliminar el régimen implantado por el líder militar opresor. Y su destino está escrito, porque sus ancestros así lo han considerado. Se aprecia la cultura de aquellos enclaves y nos zambullimos de pleno con las creencias de los oprimidos, nos familiarizamos por completo con ellos. Acabamos por quererlos y, claro, descubrimos nuestro pasado y los secretos familiares.

En resumidas cuentas, el juego sigue la estela de entregas anteriores. Eso no cambia, claro, pero con matices al incorporar pequeñas novedades que superan con creces a todos ellos. Por lo pronto, la gran libertad movimientos y la exploración. Incluso en el momento de apostar por una u otra estrategia. Es decir, el jugador puede optar por ir al enfrentamiento loco, que tendremos oportunidad para desatascar la adrenalina pero tendremos más oportunidades de perecer; o bien, actitudes sigilosas. Además, en esta ocasión se encuentra una dosis mayor de personalización, algo que es muy interesante.

La ambientación es alucinante. Los detalles de Nepal, las texturas del Himalaya y un entorno reconstruido a la perfección nos provocan muchas sensaciones. La climatología, eso sí, no llega a los extremos de otros juegos que van cambiando constantemente, pero en nuestro punto franco podemos cambiar la hora. Algo secundario, pero divertido. La definición de los personajes no está tan avanzada como los escenarios.

El juego, en consecuencia, cumple con lo prometido. Da de lado la linealidad para ofrecer una aventura atrayente de mayor intensidad. Es posible que durante los primeros compases del nos resulten un tanto prescindibles e, incluso, confusos. Pero nos introducimos bruscamente en medio de los disparos constantes.

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