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Me parto con lo de Tabarnia

Tabarnia es una broma absurda que pone de los nervios a quien usted puede imaginar

Carlos Herrera

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¿Qué hubiera sido de Ionesco, Backett, Genet o Mihura sin el absurdo? Sin el sentido del sinsentido, sin el abandono del relato dramático racional, sin el rechazo del lenguaje lógico, sin la realidad grotesca o las tramas circulares, ellos habrían perdido un modo de ... vida y nosotros un teatro esencial. No hay que ser existencialista como Camus para usar filosóficamente la palabra «absurdo» y volcarla en la política. Más concretamente en la española y, en particular, a la que hace referencia a Cataluña y sus disparates. Es absurdo que algunos dirigentes catalanes quisieran abandonar la UE, absurda la tempestad de odio visceral con que se despacha a la disidencia del nacionalismo, absurdo que un electo pretenda erigirse en presidente desde otro país con mando a distancia, absurdo el independentismo en sí, y, ahora, que unos cuantos ciudadanos hayan tenido la idea de ponerles un espejo a los nacionalistas con la idea de desacreditar su proceder es acogerse al absurdo para denunciar al absurdo en sí. Eso es Tabarnia, la ocurrencia que corre como la pólvora entre la risa de muchos y la irritación de otros tantos.

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