Un carburante para cada necesidad

Pues bien, hay un poco de todo, y finalmente es cosa de ponderar, pues en ningún caso las diferencias son drásticas. Pongamos dos ejemplos conocidos: Repsol Diesel e+ y Diésel Óptima de Cepsa. El primero es un gasóleo de tipo A que, según el fabricante, mantiene las prestaciones del motor durante más tiempo y lo protege a través de un componente anticorrosivo. Además, su fórmula, dice la marca, protege la inyección y otros componentes, posee capacidad detergente, propiedades antidesgaste y, al carecer de azufre, reduce emisiones.

En el caso del Diésel Óptima de Cepsa, la petrolera afirma que aporta beneficios similares por la mayor limpieza del motor que asegura su composición, lo que prolonga su vida útil. En teoría, supone una mejora de prestaciones y rendimiento, ahorro en mantenimiento, y disminución en la pérdida de energía. Incluso, indica, reduce el gasto y consigue mayor kilometraje entre repostajes, al tiempo que gana en arranque y funcionamiento en frío.

Hablemos ahora de la gasolina. Sus octanos miden la resistencia a la detonación, y el punto al que puede retrasarse para lograr una reacción química más eficiente para soportar mayor compresión. El refinado de la sin plomo 98 octanos (un 3% más cara) es más completo, está mejor tratada a nivel químico, contiene menos azufre y más aditivos que cuidan del motor, la inyección, el escape... Pero, en conjunto, solo ofrece una ligera diferencia en prestaciones y consumo que solo se apreciará cuanto mayor sean cilindrada y potencia. De ahí que sea el carburante recomendado en modelos de altas prestaciones, sobre todo deportivos.

Por ello, y a menos que el fabricante del coche recomiende expresamente la sin plomo 98, lo sensato es adquirir la gasolina de 95 octanos. Únicamente habrá mayor rendimiento y durabilidad mecánica con un combustible que, químicamente, es mejor.