Las terrazas de Ópera, víctimas de saqueo de comida

«Se acercan a las terrazas y acosan a los clientes. Les meten directamente la mano en su comida, les quitan el café, piden dinero ... a veces se pegan entre ellos y montan el espectáculo. « Nos quedamos con las terrazas vacías» Además, beben en la calle y hacen sus necesidades donde primero les pilla», informa la encargada de un restaurante de la plaza. Mientras hace esta declaración, un grupo de personas bebe cartones de vino y varias latas de cerveza en dos bancos de la plaza. Un grupo de estudiantes franceses observa la dantesca escena. En ese mismo instante, una mujer, con un pañuelo en la cabeza, se despereza de su «cama», instalada junto al cierre metálico de la discoteca Palace. Es la una de la tarde. Se suma al desayuno de sus compañeros.

Parte al Ayuntamiento

«Esto es un asco como está. Yo no sé cómo lo consiente el Ayuntamiento. Es una imagen lamentable para la ciudad. Si a esto le sumas que los extranjeros vienen sin pasta, nos quedamos con las terrazas vacías », opina un camarero de un restaurante que hace esquina entre la plaza y Arenal.

Este diario ya informaba hace unos meses en su versión de papel «La plaza de los Donados son sus urinarios »del incremento de personas sin techo que elegían los soportales del Teatro Real para, por las noches, sacar sus cartones y dormir en ellos. La cuestión es que desde que empezó 2013, buena parte se traslada a la discoteca por el día. Si bajo la luna hay medio centenar, bajo el sol continúa permaneciendo una veintena.

La Asociación de Vecinos Ópera-Austrias ya ha mantenido varias reuniones con el concejal del distrito Centro, Pedro Corral, para transmitirle la degradación de esta zona cultural. « Hay muchos enseres, cajas, colchones y porquería en la plaza . Al principio, los restaurantes les dejaban entrar a hacer sus necesidades, pero ya no y se liberan por doquier. Han escogido la plaza de los Donados como urinarios ; ahora es un estercolero», comentan desde esta asociación.

El indigente que canta ópera

Otro de los inconvenientes de este campamento para los vecinos es la contaminación acústica que les supone cuando gritan. «Encima, hay entre ellos un holandés que canta ópera y tan pronto da concierto a las seis de la tarde como a las dos de la madrugada. Hemos intentado hablar con él, pero nada», señalan.

Hosteleros y residentes están preocupados porque desde el Ayuntamiento y la Policía se les transmite que, con la ley en la mano, poco pueden hacer. «A veces vienen los agentes y hacen que se levanten, pero vuelven», dicen los vecinos. «Estuvimos un año perjudicados para revitalizar la plaza con las obras porque esto era un erial de toxicómanos y ahora vuelve a degradarse. Es un problema para nuestros negocios», apuntan desde un restaurante. Samur Social acude a la zona, pero ninguno de los «sin techo» quiere trasladarse a un albergue. «Eso no es vida. Al menos aquí tenemos libertad», manifiesta uno de los españoles.