Cerca de 50.000 supervivientes del Holocausto viven en la pobreza

Dos minutos eternos paralizan la calle Yafa, arteria comercial de Jerusalén. Una imagen que se repite a lo largo de todo el país. En las calles la gente se detiene y permanece en silencio, en las carreteras se apagan los motores y los ocupantes de los coches se ponen en pie en señal de duelo. En Israel el tiempo se detiene mientras las autoridades hacen una ofrenda floral ante la llama que recuerda a los seis millones de judíos caídos en la II Guerra Mundial a manos del régimen nazi, una llama encendida en el memorial Yad Vashem de la Ciudad Santa, epicentro de la conmemoración.

A las diez en punto de la mañana la misma sirena que cada viernes anuncia el inicio del shabat suena con fuerza durante 120 segundos para recordar a todos los ciudadanos que han pasado setenta años desde el fin de la II Guerra Mundial, siete décadas en las que el estado judío ha convertido al Holocausto en uno de los pilares sobre el que se sostiene Israel.

La intensidad del recuerdo contrasta con la «situación de pobreza» que sufre el 25 por ciento de los 189.000 supervivientes que viven en Israel, según un informe elaborado por la Fundación de Asistencia Social a este colectivo, que alcanza una edad media de 85 años. En los medios locales se denuncian además las trabas burocráticas a las que se enfrentan muchos de ellos para tener acceso a las ayudas prometidas por las instituciones. El informe agrega que cada día mueren 40 supervivientes, lo que supone más de mil personas al mes.

Pasados los dos minutos vuelve el movimiento. El rabino Uri Ayalon cree que «las cosas están cambiando y el mundo ya se ha dado cuenta de que este no es un día solo para los judíos, es un día importante para toda la humanidad. Los cambios también llegan a nuestra sociedad porque cada vez hay menos supervivientes vivos, hay que buscar nuevas formas de memoria». A su lado, un grupo de jóvenes «judíos sionistas», como se presentan, llegados de Uruguay y Brasil no pueden contener la emoción, «ver a todo el mundo quieto y saber que estamos pensando en el horror sufrido por nuestros antepasados me parece muy fuerte, toda una experiencia. Hay que mirar al pasado para que no vuelva a ocurrir algo igual», dice uno de ellos.