Reforma a la española para la gobernabilidad en Italia
Si Renzi forma Gobierno tratará de poner en marcha una nueva ley electoral y reducir el peso del Senado para buscar un modelo cimentado en dos grandes partidos
Enrico Letta abandona la dirección del Ejecutivo italiano sin cumplir con el encargo que le encomendó el presidente de la República, Giorgio Napolitanio . Las reformas siguen esperando. El nuevo Gobierno deberá afrontarlas, y en especial la que trate de poner fin al fenómeno de ingobernabilidad y de los primeros ministros aupados al poder sin el respaldo de las urnas. La reforma electoral parece la piedra angular sobre la que pivotar el cambio político en Italia. La garantía para poner fin a la inestabilidad política que reina en el país transalpino durante las últimas décadas.
El protagonista principal del nuevo escenario político es el emergente y cada vez más influyente líder del centroizquierda italiano, Matteo Renzi . Pero este nuevo tiempo que busca Italia ha revivido los viejos fantasmas. Por un lado la lucha entre la vieja y la nueva clase política, además de la aparición de las fracturas tradicionales en la izquierda italiana . Estos dos conflictos se escenificaron en el enfrentamiento entre el ya ex primer ministro, Enrico Letta, y el propio Renzi desde su posición de secretario general del Partido Democrático (PD).
Si algo le faltaba a este guiso para convertirse en indigesto era la reaparición de Silvio Berlusconi, como perejil en todas las salsas, rehabilitado para la causa por el propio Renzi , dispuesto a pactar con la personificación de los excesos del sistema italiano si con ello consigue restaurar un nuevo sistema político en Italia. Desde que la Corte Constitucional declaró inconstitucional la actual ley electoral el país vive con un parlamento en cierta forma «ilegítimo», como denuncia el Movimiento 5 estrellas de Beppe Grillo, pero que debe afrontar la reforma de dicha legislación para no volver a repetir unas elecciones con un modelo caduco, inconstitucional y que tendría como resultado una Cámara igual de fragmentada, igual de ingobernable.
Partidos sin liderazgo
Tachado de excesivamente proporcional, no es este extremo el único que fomenta la inestabilidad política en Italia. La raiz del problema está en el modelo de partidos, en los que no reina un modelo «unitario». De hecho, el bipartidismo, objeto de crítica en países como España se plantea en Italia como el oásis en medio del desierto: «Todos los intentos por generar mayorías fuertes necesitarían de partidos unitarios. Cuando en Italia se anhela el modelo el español, se piensa en eso, en un modelo con dos partidos fuertes y unitarios, como sucede también en Estados Unidos o Gran Bretaña, y en los que tiene lugar una razonable alternancia», señala Andrea Greppi, profesor de Filosofía Política y Filosofía del Derecho en la Universidad Carlos III de Madrid.
Lo que se conoce como el bicameralismo perfecto es la causa tanto de esta inestabilidad política como del poco caracter estatal de los partidos. En primer lugar, el hecho de que el Senado pueda revocar cualquier ley de la Cámara de Representantes , así como elegir o derrocar al primer ministro es lo que genera la inestabilidad, entre otras cosas porque funciona con un sistema electoral diferente al de la Cámara, con diferentes circunscripciones y límties de acceso parlamentario. «El bicameralismo parece innecesario, costoso e ineficiente», señala Greppi.
Es además en esas elecciones en las que se pone de manifiesto la maquinaria de las familias de los partidos. «Esas familias tienen mucho peso en la elección regional. Los partidos políticos no son formaciones unitarias que respondan en cada momento a un liderazgo. Funcionan mucho las familias y los contrapesos regionales», abunda Greppi. « Incluso Berlusconi ha fracasado en crear un partido normal », sentencia. En suma, esta reforma del Senado lo que trata es de desmontar las redes clientelares de los partidos, desmontando la maquinaria de intereses locales.
Limitar el peso del Senado eliminaría la posibilidad de influencia de los poderes regionales y los aparatos de los partidos. En este punto han sabido coincidir tanto Renzi como Berlusconi en su pacto para reformar la Administración. El ex primer ministro porque sus intereses «no los tiene depositado en esas estrcuturas, sino en los medios de comunicación y también en empresas de la construcción. Además se sube al tren de esta reforma porque no le queda otra, necesita visibilidad». Mientras que Renzi es un outsider del sistema de partidos, que «ha escalado en el Partido Democrático al margen de la influencia de las antiguas élites del Partido Comunista».
En cualquier caso parece que la reforma es inevitable, y viene impulsada por el presidente de la Republica, Giorgio Napolitano , y por el propio Renzi, los dos políticos mejor valorados por los italianos. Y parece imprescindible para que Italia recupere el pulso: «El hartazgo ha provocado una desconexión con la vida política y social. El Estado italiano funciona con piloto automático», señala Pablo Simón, investigador de la Universidad Libre de Bruselas. Aunque alerta que «cambiar las reglas no implica cambiar el funcionamiento», estima que el fin de ese bicameralismo es necesario, y cree que finalmente se optará por un sistema como el alemán, en el que el Senado no es una Cámara electa y es exclusivamente un órgano con poderes en asuntos regionales. Coincide además en que la ausencia de partidos unitarios es el otro gran problema, en consonancia sin ir más lejos con España: «Nosotros tenemos un sistema de partidos estable».
No obstante, alerta que alguno de los puntos pactados entre Renzi y Berlusconi pueden ser objeto de inconstitucionalidad como las «listas cerradas y bloqueadas o el plus de mayoría en la Cámara de Representantes, que en cierta manera es como el «porcellum» que la Corte Constitucional declaró inconstitucional en diciembre pasado.
Una ley para la gobernabilidad
Y es que además de limitar sobremanera las atribuciones del Senado, la ley electoral que estudia Italia contemplará un premio de mayoría en la Cámara de Representantes para el partido que alcance el 37% de los votos en la primera vuelta, que le otorgaría inmediatamente el 55% de los escaños. En caso de no alcanzar esa cifra, se pasaría a una segunda vuelta con los dos más votados.
Parece existir un consenso que la búsqueda de esa estabilidad tiene un claro objetivo. Frenar el ascenso de Beppe Grillo y su Movimiento 5 estrellas . Así lo entiende el profesor Greppi: «Estamos ante una reforma antiGrillo. Una de las condiciones de la reforma es que no pueda gobernar. De ahí los dos mecanismos, el de la segunda vuelta y el de el bonus al que llegue al 37%. Cualquiera de las dos, hacen difícil que Grillo gobernase».
«Es muy complicado, casi imposible que lo acepten los pequeños partidos. No tiene otra lectura que una ley antigrillo. Pero con las tendencias se voto actuales no es descartable que su partido entrase en la segunda vuelta. Y en ese caso sería complicado saber que pasaría porque es difícil enmarcarlo ideológicamente», señala Pablo Simón, que apunta otro de los problemas que podrían derivar de este acuerdo: «El problema de las segundas rondas es que generan coaliciones pero no integración de partidos», lo que abundaría en los actuales problemas de inestabilidad.
Sergio Príncipe, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense cree que el resultado cambiaría notablemente el panorama parlamentario en Italia: «No sé si una ley "anti Grillo"... yo no diría tanto, pero sí una ley que asegura, sobre todo con la reducción del peso del Senado, una mayor gobernabilidad. No necesariamente tiene que reducir la presencia de partidos minoritarios. Sí claro, la de los partidos muy muy muy minoritarios, pero en las últimas elecciones la formación de Grillo no ha tenido una suma de votos, digamos, despreciable. Más bien al contrario. No en vano, de ahí a que en unas futuras elecciones Grillo pueda mantener los escaños obtenidos es más bien complejo».
La incógnita es cómo podrá salir adelante la reforma en este parlamento, ya que puede haber fugas entre los pequeños partidos coaligados al PD, además del rechazo de Grillo y Alfano. La negativa de este último, vicepresidente del Gobierno, es otro punto de fricción dentro del Ejecutivo.¿Cuál sería entonces el sistema ideal para ideal para Italia? Pablo Simón esboza un modelo de circunscripción en el que cada distrito reparte entre 6 y 10 disputados: «este tipo de magnitudes permite que haya cierta pluralidad, sin atmomizarla en exceso, y asegura rendición de cuentas y alternancia. Permite un equilibrio razonable sin necesidad del recurso de los premios de mayoría».
Vencedores y vencidos
Matteo Renzi es sin ninguna duda el gran vencedor , sin necesitar siquiera llegar al Gobierno ya había introducido en el debate parlamentario su reforma electoral. Aunque a costa de reabrir heridas en la izquierda italiana. No sólo ha dimitido Renzi, sino que hace semanas lo hizo el presidente del Partido, Gianni Cuperlo, una vez se hizo público el pacto con Berlusconi: «Renzi tiene a su favor dos cosas: es joven y carismático. Además, la gestión en el Ayuntamiento de Florencia le respalda», señala Sergio Príncipe.
Con Berlusconi prestando servicios sociales por su condena e inhabilitado pero con el apoyo de todo lo que «Il Cavaliere» conlleva, ¿qué futuro tiene esa alianza?: «Políticamente, la alianza con Berlusconi era necesaria. Al haberlo hecho con él, Renzi da un movimiento que anula un poco el empuje de Alfano ». El ex delfin de Berlusconi, vicepresidente del Gobierno con Letta y líder de un nuevo partido de centro queda ahora en una compleja situación. «Con ese movimiento, Renzi se apuntó dos tantos: Mandó un mensaje a Letta, calló a Alfano e impulsó el cambio legislativo», apunta el profesor de la Universidad Complutense. La única duda es ¿cuántos italianos le reirán la gracia a Renzi de haber pactado con Il Cavaliere?.
Para el futuro muchas incógnitas. ¿Qué hará Alfano? Esa pregunta es lo mismo que preguntarse qué hará la derecha que no tolera a Berlusoni. «Creo que sabrá encontrar su sitio en ese arco político», opina Príncipe. Otra incógnita es qué pasará con Mario Monti, quién inaugurase el dudoso honor de este último carrusel de primeros ministros advenidos al poder sin el beneplácito de las urnas. «Su partido podría ser una buena bisagra, pero dudo de que resista mucho más allá. Incluso da la sensación de que Monti ha perdido el interés». El tiempo de Monti se apaga, el de Letta se esfuma. Sus perfíles técnicos han fracasado. Vuelve la pura política. Es el tiempo de Renzi. Y vuelve el tiempo de Berlusconi, aunque sea su sombra o a través de un hombre de paja. Y es que en Italia, parece que el tiempo mismo es él .
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