Isabel Preysler prepara cuidadosamente su aparición en el Teatro Real

Muy cuidadosa con su imagen, desde horas antes de la cita se esmeró en arreglarse el pelo , cuidar el maquillaje y elegir el vestido que iba a llevar. A fin de cuentas sigue siendo la «Reina de corazones» en un trono donde, hoy por hoy, no tiene rival . Pero minutos antes de esos preparativos es la propia Isabel quien me desmiente que se vayan a comprar un apartamento en Nueva York coincidiendo con la estancia del Premio Nobel en esa ciudad, donde tiene que dar unos cursos en la universidad de Princeton durante tres meses.

«Es absolutamente falso. ¿Pero en qué cabeza cabe que nos vayamos a comprar una casa? », explica Preysler, que no entiende de dónde surgen ciertas historias. Feliz junto al hombre que le ha devuelto la sonrisa tras enviudar de su tercer marido Miguel Boyer , Isabel me aclara que no se va a instalar en Nueva York puesto que tiene sus obligaciones en España (entre otras el seguimiento de su línea de cremas que vende en farmacias y que le está dando muchísimas alegrías) así como otros compromisos profesionales y familiares. Lo que sí hará será viajar en distintas ocasiones, porque ninguno de los dos tiene intención de estar mucho tiempo separados pero siempre con la madurez suficiente como para tampoco hacer locuras o cambiar de vida de golpe y porrazo.

«He esperado treinta años y no quiero esperar ni un día más», cuentan que le dijo Vargas Llosa a Isabel cuando estaba preocupada en los primeros momentos de que se hiciera pública su relación. Convencidos de que el paso que han dado no es fruto de un capricho pasajero, durante los próximos meses intentarán estar juntos el máximo tiempo posible pero sin que eso suponga el desembarco de Preysler en Manhattan ni el cierre de Puerta de Hierro. Cada cosa a su tiempo y sin que las prisas provoquen situaciones incómodas.