ENTREVISTA
Simeone: «El hincha quiere pasión y un equipo concreto»
«Seguramente el mayor logro de este cuerpo técnico es que la plantilla refleje lo que sentimos por el juego»
josé carlos carabias
Caso único en la historia, el entrevistado llega a la cita antes que el entrevistador. Diego Simeone (Buenos Aires, 43 años) comparece raudo y en traje de faena en las instalaciones del Cerro del Espino donde se entrena el Atlético, el club que ha transformado ... con victorias y tres títulos en un año y medio. Unas horas antes del arranque de la Liga 2013/14, charló con ABC.
—¿Qué significa Cholo y por qué le llaman así? —No tengo ni idea. Me lo puso un entrenador, Óscar Nessy, cuando tenía ocho años y no sé el motivo. Había un jugador de Boca al que llamaban Cholo, pero desconozco su origen. Su significado algo tiene que ver con Perú. —¿De dónde procede su optimismo? —Son cosas que no se explican. Si te quieres poner a ello, por ahí no encuentras las razones. Uno vive lo que le toca vivir, lo que siente. Soy una persona transparente, tal cual soy. —¿Su familia es tan impulsiva? —No, es una familia normal. Aunque es difícil decir normal, porque ¿qué es ser normal? Me dieron una educación basada en el respeto, el afecto, la pasión. Y cuando uno empieza a ser más grande, recoge lo que se sembró. —¿Había antecedentes de fútbol en su familia? —No. Mi papá es empleado, vendedor, de una cadena de productos para el hogar, Orbis, y mi mamá es peluquera. Mi padre sigue perteneciendo a la misma empresa en la que empezó a trabajar a los veinte años. —¿Cómo nace su pasión por el fútbol? —Y no sé... Desde chico me gustó patear la pelota. Siempre me sentí involucrado con el juego. Lo sentí muy mío. El momento de jugar siempre fue un momento de liberación. ¿No ves esos animales que corren por el campo? Son libres. Yo me sentía libre, en mi hábitat, jugando al fútbol. —¿No le inspiró ningún jugador? —No uno en especial. Me gustaban los jugadores de posición. ¿Recuerdas a Falcao, el brasileño? También Mateo, Claudio Cabrera, jugaban muy bien. —¿Cuál es el primer Mundial del que tiene noción? —78, Argentina, tenía ocho años. —Muy precoz, ¿no? —Me acuerdo clarito, clarito... Kempes, Ortiz, Houseman, Luque, Bertoni, Ardiles, Gallego por el medio, la personalidad de Passarella. Veía salir al campo a Passarella con una sudadera y ese empuje... Me despertaba muchísimo interés. Me gustó siempre la personalidad de los futbolistas. A partir de ahí, el resto de los Mundiales los miraba atendiendo al juego porque ya era parte de mi vida y de mi profesión. —Un ex compañero suyo dijo que con usted siempre terminarás hablando de fútbol. —Eso es malo, ¿no? —No me pareció una crítica, sino una descripción... —La forma en que uno vive la vida, vive el fútbol. Si uno no es inteligente, le termina afectando a su profesión. —Sus tres hijos residen en Argentina. ¿Cómo se acostumbra a vivir sin ellos? —Acostumbrar no es la palabra. Tengo buena relación con la mamá, están bien cuidados, bien educados. Soy un padre ausente que intenta estar presente. Nunca te acostumbras a estar sin tus hijos. Intentamos que no pase tanto tiempo sin que nos veamos. Por ejemplo, en septiembre el más chico no tiene clase y vendrá una semana. Cuando juegan las selecciones, me escapo unos días para acortar el tiempo. Son 10 o 11 horas de vuelo a Buenos Aires. Buscamos la manera de estar cerca estando lejos. —¿Es verdad que su hijo pequeño le dijo al fichar por el Atlético: «pero siganas, no volverás acá»? —Sí lo dijo, sí. Te quedas con el silencio de no tener respuesta. —¿Qué es más difícil, ser entrenador o padre? —Padre, sin duda, absolutamente. —¿Usted también se ve como el tipo que ha transformado al Atlético? —No me veo así. No es momento para detenerse a observar lo que venimos haciendo. Trabajamos en equipo. Desde que hemos llegado, el club nos ha permitido mantener la estructura de los jugadores. Hemos cambiado poco. Cuando llegamos teníamos pocos recambios y hemos crecido en esta faceta. El presupuesto no nos permite acercarnos a lo que nos gustaría y nos hace vivir lo que tenemos. —¿El Atlético tiene un tope? —Sí, un tope presupuestario que te retira de muchas ilusiones. Analice. Están diciendo que el Madrid comprará a Bale por 90 millones y nosotros tenemos 85 o 87 de presupuesto. Hay que vivir con esta realidad. —Tres títulos en año y medio, Champions, felicidad en la grada. ¿Confiaba que todo fuese tan rápido en un club acostumbrado a la fatalidad? —Bueno, yo te puedo decir lo que me sucedió a mí. El primer año de jugador salió mal, peleamos por el descenso. El segundo salimos campeones de Liga y Copa. El tercero acabamos cuartos en la Liga, hicimos una buena Copa y una gran Champions... Cuando volví de entrenador, ganamos la Europa League, hicimos una segunda vuelta de Champions. Y el último año ganamos la Copa del Rey, la Supercopa y salimos terceros. A mí no me sorprende lo que nos está pasando. Es una situación que me genera entusiasmo. No lo veo como algo que no podía pasar. Siempre imagino lo mejor. Y entre lo mejor está esto que nos está pasando. —Ya, pero el Atlético ha ganado dos Ligas en los últimos 37 años y ha jugado ocho veces la Champions en 110 años... —Y bueno, me tocó estar en el momento adecuado, ja, ja, ja... Antes tuve magníficos compañeros y ahora tengo una magnífica plantilla. —… —Los resultados no los logra una persona que llega y tiene una sola idea. Lo logran una persona que tiene una idea, un club que va detrás de esa idea, la respalda y fortalece, y unos jugadores que deciden. Un equipo es un todo. Yo digo que en el momento que la línea se rompa, estamos destinados a que nos vaya mal. —¿La línea no se rompe por ningún lado, de momento? —Hasta hoy, no. Esto es el día a día, como las parejas. Hay que dar y recibir. —El problema es cuando piensas que das más de lo que recibes... —O cuando recibís más de lo que das... —¿Eso es más raro, no? —Pero bueno, uno no es tonto y también se da cuenta de cuando recibes más de lo que das. —El Atlético perdía siempre finales y ahora las gana. ¿Cómo lo hace? —Se nos dio la posibilidad de responder bien, con gente que entendió cómo afrontar los partidos y por eso se llegó a ese logro. Fueron momentos bien resueltos. Pero esto no garantiza nada para el futuro. —¿Por qué se quedó en segundo plano al ganar la Copa del Rey al Madrid en el Bernabéu? —Cuando el árbitro pitó el final, y desde el jugador que me tocó ser, siempre interpreté que ese momento es para los futbolistas. Considero que hay que entender y cuidar los lugares. —¿El hombre espontáneo e impetuoso no quiso volverse loco? —No. Me apetecía sentarme, ver disfrutar a los jugadores y al hincha. Lo mejor fue cuando los jugadores me invitaron a involucrarme en la fiesta. —¿Qué tiene de especial el Atlético? —Me siento muy emparentado, por historia, por presente, resultados, vivencias... Sé lo que quiere la gente y eso me acerca mucho a ellos. Lo que me satisface es saber que el público viene a vernos sabiendo que vamos a jugar. Cuando el hincha sabe lo que viene a ver, estamos ganando tiempo. —¿Y qué quiere la gente del Atlético? —Pasión, un equipo rápido, concreto, que muestre entrega, que no vea nada por perdido, que responda más allá de las adversidades, los presupuestos, los resultados. —¿La gente sabe que el Atlético no puede ganar la Liga? —Ganar la Liga es imposible. No se van a caer nunca a la vez el Madrid y el Barcelona. El Madrid tuvo una temporada no buena el año pasado y nos sacó quince puntos en la segunda vuelta. Nosotros hicimos 76 puntos, números de un equipo campeón en años anteriores. —El Atlético tiene un punto irreductible. Puede perder 14 años con el Madrid y pensar siempre que va a ganar el siguiente partido... —Ese es el espíritu que se necesita... Ahora vamos a jugar contra el Barça una final doble (la Supercopa), dos finales en realidad, un partido largo y sabemos que son mejores. Pero estamos convencidos de que podemos ganar. —¿Y cómo hace creer? —La gente cree en lo que ve. Y la mejor creencia son los hechos. Como uno se entrega y como uno siente lo que transmite, ellos lo reflejan. Seguramente el mayor logro de este cuerpo técnico es que la plantilla refleje lo que sentimos por el juego. —Después de ganar la Copa al Madrid, su asesor de prensa dijo que la victoria fue un recuento de triunfos invisibles que pasaron inadvertidos. ¿Cuáles fueron? —Las pequeñas conquistas de cada día. Mejorar a un jugador, mantener un grupo de trabajo cohesionado, tranquilidad en los momentos difíciles. El crecimiento de los jugadores son conquistas que nadie ve a diario. En el plano táctico, físico, mental, grupal... —Algún ejemplo... —No es bueno personalizar en jugadores. Lo importante es que todos saben que no hay nadie más importante que el equipo. Nadie. —Le gusta hablar con los jugadores por la noche y que coman en grupo... —Bueno. Antes de las finales hablaba con ellos de noche porque son más receptivos, pero no lo hago siempre para no caer en la rutina. Y me gusta que coman en mesas romanas para que todos se vean las caras. Esos también son pequeños triunfos inadvertidos. No me gustan las mesas de seis. —¿Lo peor de un vestuario son las camarillas? —En todos los colectivos hay grupos dentro de grupos. Acá lo único que te une al compañero es un objetivo común. Trabajamos todos para lo mismo. Yo no los llamo camarillas, sino grupos dentro de un grupo. —¿Cuál es el primer punto en su manual de prioridades? –El esfuerzo. Eso no se negocia. A partir del esfuerzo todo se puede. –¿Duda mucho? —Si dudo, intento que no se me note. Claro que tengo dudas. Si no, no sería una persona. —¿La hinchada puede estar tranquila en el trasvase de Falcao a Villa? —Lo más importante es que el equipo esté tranquilo. Con David tenemos un hombre con experiencia, buen pie, con final de jugada, no tan rematador en imagen como Falcao, pero en los números seguro que igual. Lo que más me gustó de él fue la manera en que quiere involucrarse en el equipo. Cuando lo escuchas hablar, sientes que es uno nuestro. Él se quiere adaptar al equipo. Esto habla por sí solo. —¿Cómo estimula a un grupo que se ha acostumbrado a ganar? —Buscamos la competencia interna. Necesitamos que aprieten los jugadores que arrancan de otro lugar. No tengo compromiso con nadie. Costa apretó a Adrián y terminó jugando porque estaba mejor. —¿Se verá más a Oliver este año? —Bueno, si vienen a los entrenamientos, entran en facebook, twitter o wikipedia, lo verán seguro... Lo importantees que lo vean jugando como el equipo lo necesita. Si se lo merece, jugará, claro que sí. Él está muy bien. Si no, no hubiese jugado contra el Madrid, el Zaragoza, las últimas cinco fechas. Está entendiendo el camino que hay que seguir para ser un jugador importante. —Al hincha también le gusta el talento. Y no hay tantos como él... —Bueno, estuvieron Reyes, Jurado, Simao, Adrián, Diego, Arda... —Un punto débil. Parece que acepta mal las críticas cuando pierde... —¿Acepto mal las críticas? No creo. Los periodistas cuando critican a veces tienen razón. El periodismo despliega una parte crítica que busca generar conflicto. No hay crítica constructiva normalmente. Al periodismo le interesa vender. Y vende el ruido. La tranquilidad no vende. —Hubo un tiempo en que el análisis vendía. Ahora vende el ruido... —Es así. Hay periodistas que analizan con criterio y otros que no entienden nada. —Cuatro años de contrato. ¿Proyecto de vida o papel mojado? —Mi vínculo con el Atlético me genera ilusión, compromiso. Me gustaría ir creciendo desde lo económico para hacer mejores equipos todos los años. Esa es mi motivación. Ahora, sé que me pueden echar en cualquier momento. —¿Eso cree? —Claro. Yo vivo pensando cada día que me pueden echar. Necesito ganar. La realidad me mantiene vivo. Si no gano, me pueden echar. Esto es fútbol. ¿Quién tiene asegurado algo en la vida? Yo vivo así.
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