Un camino interrumpido
En la Quincena Musical Donostiarra se reivindica «Mendi mediyan» como «estandarte de la cultura vasca»
ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE
Estos días se reivindica «Mendi mediyan» como «estandarte de la cultura vasca». La razón histórica es evidente, pues la ópera de José María Usandizaga se compone hace ciento quince años en un contexto social en el que el arte, particularmente la música, ... era un elemento identitario. De ahí la naturaleza rural del drama centrado en un grupo de pastores cerca de Aizkorri, el sesgo folclórico de buena parte de la partitura y, sobre todo, la capacidad de evocación de la obra, tan fácil de asumir en un ambiente de exaltación nacionalista ¿Por qué, entonces, se ha tardado tanto en recuperar esta «pastoral lírica»? Se grabó en condiciones suficientes hace diez años con dirección musical de Juanjo Mena y apenas algún fragmento significativo, particularmente el «Ave María» , ha pasado a interpretarse con cierta frecuencia. Pero hoy la música ha perdido su carga simbólica. La reivindicación territorial es un asunto estrictamente político. El estandarte ha quedado reducido a su estricta sustancia artística.
«Mendi mendiyan» se ha escuchado en condiciones óptimas completando la conmemoración del centenario de la muerte de Usandizaga y debido a la iniciativa de la Quincena Musical Donostiarra apoyada por Donostia 2016 y la Orquesta Sinfónica de Euskadi, que no hace mucho también recuperó «La llama» , ópera inconclusa del compositor donostiarra. Con ello se afirma la imagen cabal de un autor cuya obra trasciende la exaltación de lo local: se trata de música con sesgos franceses y veristas, escrita con sorprendente seguridad por un joven de 23 años al que la muerte sorprendería cinco después para desgracia de la música lírica española, de una historia llena de tropiezos y huérfana de algún nombre con verdadera personalidad como para promover una tradición sólida y de futuro.
Cualquier otro debate sobre la calidad de la obra hay que reducirlo a cuestiones de matiz. Por ejemplo, acerca de si la gran orquesta de «Mendi mendiyan» incluye algunos excesos en la instrumentación, o si la trama podría enriquecerse con una más profunda definición de los personajes apuntados por el libreto en euskera de José Artola, traducción del original castellano de José Power. Para entenderlo ha quedado la interpretación ofrecida en el Auditorio Kursaal de San Sebastián: particularmente interesante gracias a la dirección musical de Antoni Ros Marbà , responsable asimismo de la edición musical que ha quedado depositada en el Archivo Vasco de la Música, Eresbil. Fue un versión honrada y elocuente, en la que primó el dominio de una orquesta impetuosa como la de Euskadi y la redondez de un coro con aristas como el Easo. Arantza Ezenarro dio carácter humilde y uniforme a la sufridora Andrea, Miguel Borraldo una imagen aplacada al enamoradizo Joshe Mari; Olatz Saitua un vivaz retrato del hermano Txiki; José Manuel Díaz, Fernando Latorre y Jesús García Aréjula una rústica personalidad al abuelo, amigo y pastor. Era necesario interpretar «Mendi mendiyan» para redondear la imagen de Usandizaga: de su muy digna y formidable dimensión artística.
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