arte
Paco y Manolo: «La etiqueta de fotografía gay nos ha caido como una losa»
«Preludio» es el título de la segunda exposición de la pareja de fotógrafos Paco y Manolo en Espai Tactel. En ella, sus autores reflexionan sobre la fugacidad y el paso del tiempo
javier díaz-guardiola
Paco (Francisco Moyano. Barcelona, 1967) y Manolo (Manuel Rodríguez. Barcelona 1968) conforman una de las parejas más conocida de fotógrafos en España. Ahora inauguran exposición en Valencia, en la galería Espai Tactel . Les contactamos por teléfono. Nos atiende Paco, que nos indica que están ... a punto de iniciar una sesión con un modelo. Cualquier salida de la Ciudad Condal, en la que residen, es buena para volver con material a casa. Nos pide diez minutos. Pasado ese tiempo, volvemos a ponernos en contacto con ellos. Responde entonces Manolo. Tanto monta: «Estamos acostumbrados a hacerlo todo juntos –nos explica– siempre hemos trabajado así». No importa pues quien responda, dado que lo hará en nombre de un colectivo ( Paco y Manolo ) que ha hecho del retrato y el desnudo su seña de identidad, en una obra en la que siempre se ha incidido en la fugacidad y el paso del tiempo. En Preludio (título de la muestra, en la que incluyen una pequeña colaboración de un tercer artista, el balear Nauzet Mayor) todo se evidencia aún más: «Nos hacemos mayores», nos confiesan. Esto es la antesala de lo que está aún por llegar. Y el tiempo se acaba...
Segunda individual en Espai Tactel. Su título: «Preludio». La pregunta sería de qué es preludio este conjunto.
Lo que no podemos olvidar es que ya empezamos a tener una edad. Esto podría ser el preludio de nuestro propio proceso por el cual envejecemos. Desde el comienzo de nuestra trayectoria, con el trabajo para Días veloces –nuestra primera individual– nos ha interesado cierto sentido de pérdida: pérdida de la juventud, constatar el paso del tiempo... Siempre estamos en el preludio del paso a otro nivel. De hacernos mayores: de eso va un poco esta exposición. Pero pasa el tiempo y ahí seguimos...
«Dejamos de hacer retratos para revistas para hacerlo para nuestra propia revista. Así nació “Kink”».¿Y qué tipo de obra surge cuando uno se da cuenta de eso?
Lo primero, de que el tiempo pasa muy rápido. Siempre hemos tratado los mismos temas, pero quizás antes los resultados y las fórmulas eran mucho más «felices». Mañana era otro día, y el tiempo también pasaba, pero la sensación de que teníamos muchas más jornadas por delante era más evidente. Esa percepción se va perdiendo. Y cada vez es también más evidente de que hay muchas cosas que no has hecho y que ni siquiera las podrás o las vas a hacer.
¿Cómo se sintetiza eso en «Preludio»?
Siempre hemos tenido el desnudo como base de nuestro trabajo. La exposición reúne un conjunto de imágenes que condensan momentos intensos de cierta sensación de felicidad, de alegría, pero con fórmulas que dejan claro la fugacidad y el paso del tiempo. Visto a posteriori, nos da la sensación de que la muerte está muy presente en estas imágenes, pero no sabemos muy bien por qué, porque no es que nosotros estemos obsesionados con la ella. No tenemos miedo a envejecer o a morir, pero son cuestiones inevitables que se transmiten desde las fotografías.
Les particulariza el retrato como género. ¿Cómo se actualizan sus fórmulas, por otro lado, tan clásicas y con tanta carga histórica?
Precisamente en esta exposición no hemos intentado «actualizar» nada. Todas las imágenes remiten a un pasado, y las composiciones están sacadas de la misma Historia del Arte. Aquí hay mucho de la pintura de Caravaggio, del Romanticismo... Hay obras que remiten a las ofelias de los prerrafaelitas... Incluso el montaje de la muestra refuerza esa idea. Espai Tactel es un espacio pequeño, pero hemos optado por obras de grandes dimensiones porque lo que pretendíamos era un resultado que transmitiera cierto abigarramiento, a la manera de los gabinetes y las exposiciones francesas del siglo XIX, cuadro sobre cuadro, donde, mires a donde mires, hay obra. La selección la componen pocas fotos, pero hemos jugado con los tamaños y con la iluminación. Todo es muy oscuro, de colores muy densos. Quizás esto es lo más clásico que hemos hecho nunca.
Esas referencias históricas nos hacen conscientes de que el paso del tiempo es inevitable, pero que todo vuelve.
Tiene mucho que ver con eso. Y, sobre todo, con la toma de conciencia de que uno, con el paso del tiempo, es mucho más consciente de lo que hace. Llega un momento en el que «el juego» desaparece y llega el momento de tomarse las cosas más en serio, porque lo que te traes entre manos también es mucho más serio. La palabra sería trascendencia: de repente todo se vuelve mucho más trascendente.
Les pregunté antes por su idea de retrato.
Es difícil de responder. Pero lo que sí que podemos decir es que los dos nos conocimos estudiando en la facultad. Y desde entonces no hemos sentido ningún interés por realizar una fotografía en la que no tengamos a una persona delante. Alguna hemos hecho, y aquí incluímos una que podría ser entendida como una especie de atardecer. Pero es cierto que si no hay una persona en el encuadre no sentimos necesidad de disparar una fotografía. Simplemente, es así. Y cuando vamos a ver una exposición, nos sucede lo mismo.
Mencionaron antes el desnudo como punto de partida...
Independientemente de que ahora nos conoce todo el mundo por el proyecto editorial Kink , que es una revista erótica de desnudos, nuestro interés por el mismo es muy anterior a eso. Y lo cierto es que el sexo nunca planea en nuestras exposiciones, preferimos dejar esa faceta más al margen. Suponemos que es una cuestión de motivaciones. La forma de enfrentarse a un modelo nos resulta más cómoda si este está desnudo. Tampoco podemos explicarlo. Y no tiene nada que ver con una pulsión sexual. Desde que empezamos a trabajar, siempre ha sido así. Cuando hicimos el libro Common People , lo que buscábamos era retratar a la gente en su entorno, quitándole la ropa para que cayeran los estereotipos y fuera ese entorno el que hablara por ti.
Ustedes comenzaron cultivando el retrato en medios de comunicación. El encargo periodístico tiene unas limitaciones evidentes. ¿Cómo fue derivando todo aquello a lo que realizan ahora mismo?
Incluso cuando estudiábamos, siempre presentamos nuestros trabajos en conjunto, por lo que esa seña de identidad se fraguó ya en ese momento. Cuando acabamos, lo que deseábamos era empezar a exponer, pero el mercado es y era el que era. Por eso pensamos que las revistas podían ser una buena salida. La primera a la que acudimos fue Ajoblanco , donde nos remitieron a otra que estaba empezando que era aB. Poco a poco comenzamos a colaborar para más medios, lo que supuso que toda la otra parte del trabajo se fuera postergando. Pero llegó un momento en el que nos cansó lo que hacíamos. O, al menos, cómo lo teníamos que hacer, porque nunca nos cansaremos de hacer retratos. Obviamente no es lo mismo retratar a Paul Auster o a un músico que te interesa, que a una señora que tiene una tienda. La labor se nos hacía tan fatigosa que optamos por detenerlo. Y dejamos de hacer retratos para revistas para hacerlo para nuestra propia revista. Así nació Kink. Y nos pareció que teníamos que luchar por nuestro trabajo personal a ver dónde nos llevaba.
«Nunca hemos sentido ningún interés por realizar una foto en la que no tengamos a una persona delante»Pero supongo que no será lo mismo fotografiar a una persona mediática que a un modelo anónimo o desconocido. A eso tienden más ahora.
Es muy difícil quitarle la máscara a una persona que ya la tiene muy hecha. A eso se suma que, en la prensa española, los que hacemos las fotos somos los últimos monos: te dejan tres minutos, de aquella manera y siempre demostrándote que al agente lo que le interesa es el texto, no la imagen, que si puede evitar hacerla, la evita. Conseguir penetrar con una fotografía en un personaje como estos es casi imposible. Eso no quita para que luego haya gente muy generosa, que se implica bien. Pero casi por ser la excepción preferimos a gente que no está acostumbrada a tener delante una cámara. Nos gusta muchísimo la timidez en las personas; cómo reaccionan en los primeros minutos en una sesión. Eso es muy bonito, sobre todo cuando te das cuenta de que superas esa barrera y estás sacando de allí toda la información del personaje.
Yo dije «personas anónimas», pero no sé el grado de implicación que necesitan con los modelos.
Nosotros nunca buscamos modelos. En cada número de la revista salen unos 25, pero siempre son gente que se ponen en contacto con nosotros. Para esta exposición, hemos hecho otro tipo de fotografía y hemos necesitado modelos que sí que hemos sacado de esas persnas a las que ya conocíamos porque habíamos trabajado con ellas para Kink. El feeling era especial y se han terminado convirtiendo en amigos. Para un proyecto como Preludio o Memento Mori, la exposición anterior en este espacio, sí que es necesario conocer a la persona que vas a fotografiar. Para la revista vale cualquiera: solo nos vale con que quiera posar.
Y cuando uno se labra un nombre en la prensa gráfica, ¿le resulta fácil volver al mundo del arte? ¿Han sido bien recibidos por su mercado y sus instituciones?
El hecho de haber estado trabajando en medios en la Barcelona de los noventa, del aB al NEO2 o La Luna de El Mundo, supuso que cuando pusimos en marcha Common People se nos diera mucho apoyo, y para nosotros fue muy fácil que la exposición tuviera mucha repercusión. Lo quesí que es cierto es que desde que apareció Kink, allí sí que nos cayó la etiqueta grande como una losa de fotógrafía gay. Y es muy difícil tirar para adelante con una etiqueta como esa, que, por otro lado, entendemos que la tengamos. Pero nos cuesta que ciertas personas vean que hay más trabajo que ese. Si uno se fija, esta exposición es muy poco explícita. De hecho, hay muchos elementos que interrumpen la mirada en las imágenes.
Ya que lo han mencionado, hablemos de ese proyecto editorial, de «Kink».
Kink tiene su origen en una exposición colectiva que hicimos hace ya unos cuantos años. La muestra intentaba aunar el arte y la moda, pero nuestra propuesta fue desarrollar una revista de moda en la que no hubiera ropa. Lo que hicimos fue diseñar las páginas a gran tamaño y colgarlas en la galería. El proyecto suscitó el interés de un coleccionista que decidió pagarnos la edición real de la publicación. Funcionó muy bien y la difusión fue muy buena, debido a nuestra vinculación por entonces a los medios. Ahora es algo que se ha hecho más grande que nosotros. Estamos preparando el número 21. Es semestral y se vende en todo el mundo. Nos ha proporcionado grandes satisfacciones y no tenemos ninguna intención de pararla.
En cualquier caso, hay un estudio de la identidad masculina en sus obras. Y prevalece el retrato masculino sobre el femenino en sus series.
Sí. Pero fíjate en una cosa. Cuando lanzamos el número seis de Kink, intentamos poner en marcha también una revista de chicas. Hicimos un número y no lo vendimos. La idea era alternarlos o hacerlos conjuntos, pero el proyecto no fraguó. Y también cuando hicimos el proyecto Memento Mori, nuestro deseo era alternar chico-chica. Pero no encontramos a mujeres para hacer de modelos del proyecto. Para Preludio, ya, directamente, ni lo hemos intentado. Y no ha funcionado, no tanto por las fotos, porque la historia que subyace era muy parecida a la de Kink, pero ahí se ha quedado.
Tal vez es por la manera que el hombre y la mujer tienen de enfrentarse a su cuerpo. Y eso me lleva a preguntarles por el concepto de belleza. Dicen que no es algo que se pretende en las fotos, pero los modelos que utilizan no dan esa sensación. Hay en ellas mucho de hedonismo.
Ya hemos comentado que no elegimos a los modelos. Ellos son los que se acercan a nosotros. Es cierto que hay un tipo determinado de chicos a los que les interesa nuestro trabajo. Pero no es tanto que nosotros pretendamos que aparezcan en las obras. ¡Nos encantaría que para Kink nos llamara un hombre de noventa años! Pero no ocurre. Nos vemos limitados por la gente que nos llama para hacer las fotos.
¿Y cómo trabajan dos personas como ustedes que conforman un colectivo? ¿Hay reparto de tareas?
La verdad es que no. Para nosotros es algo natural porque siempre hemos trabajado así. Desde la facultad, ya entregábamos los trabajos en conjunto. Entonces teníamos solo una cámara, que era la cámara de Paco. Posiblemente ahora mismo no sabríamos trabajar de otra manera. Nos vamos pasando la cámara. Uno se fija en una cosa, otro en otra... Pero nos resulta muy natural.
En esta exposición hay una colaboración con Nauzet Mayor. ¿En qué ha consistido?
Él ha construido una escultura, la titulada Árbol, basada en una de las fotos. Para esta muestra nos interesaba trabajar con cánones de Bellas Artes bastante clásicos; la idea de introducir algo tridimensional, una escultura, nos parecía muy acertado. Pero nosotros no nos atrevíamos. Por eso se la pedimos a Nauzet, que es muy amigo, y al que conocimos en Mallorca cuando hicimos Memento Mori. Para la pieza ha trabajado con la porcelana, que añade esa idea de fragilidad a la obra.
En la exposición anterior, la de Memento Mori, la colabarocación fue con Sito Mújica . ¿Les sienta bien este tipo de maridajes?
Mucho. No tenemos ninguna dificultad en entrar y salir. Nos gusta mucho trabajar con gente. Y quizás es porque nosotros siempre hemos trabajado juntos los dos. Lo mismo el problema nacería si el tercero fuera un fotógrafo. Sin embargo, hemos hablado muchas veces de poner en marcha un proyecto los cuatro, Sito, Nauzet y nosotros, para que así estuvieran presentes tanto la foto como el dibujo y la escultura. Su trabajo ahonda también en la revisión de los cánones clásicos. Nos estamos acercando cada vez más.
«La muerte está muy presente en estas imágenes, sin haberlo pretendido»Les he de preguntar también por el proyecto con la firma Impossible, basado en el uso de la polaroid. Una técnica que tiene mucho de fugacidad, de paso de tiempo, de cosa efímera...
De hecho, esos fueron los motivos por los que nos acercamos a él y a la técnica. Ellos conocían nuestro trabajo y se pusieron en contacto con nosotros. Y nosotros, encantados. De hecho, ahora seguimos haciendo polaroids, es una rama más de nuestro proyecto general. De todas las sesiones hay polaroids, y aquí, en Valencia, hemos incluido unas cuantas, aunque estén algo más aparatadas.
¿No es el hermano menor de su fotografía?
En absoluto.No usamos la pola como prueba de artista. Buscamos imagen, buscamos foto con ella. A ello se une la forma que tiene de trabajar Impossible, que cada carrete tiene vida propia, de forma que sabes por dónde va pero hasta que no tienes el resultado en la mano no acabas de ver lo que te posibilita.
¿Y ahora qué?
Nos conformamos con poder seguir trabajando. Estamos contentos como estamos. Hacer lo que nos apetece y no contar ni con ningún tipo de cortapisas, ni ningún tipo de control por parte de nadie. Esa es la meta.
Paco y Manolo: «La etiqueta de fotografía gay nos ha caido como una losa»
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