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Ai Weiwei: «Soy un peligro porque soy imprevisible»

Mientras su obra se exhibe en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla, el artista y disidente más combativo de China explica a ABC por qué no puede salir de su país

Ai Weiwei: «Soy un peligro porque soy imprevisible» ABC

PABLO M. DÍEZ

Paradojas de la nueva China de la modernidad y el desarrollismo. Su artista más reconocido, Ai Weiwei, es un proscrito a pesar de deslumbrar al mundo con sus obras, como los cien millones de pipas de porcelana con que llenó la Sala de Turbinas de la Galería Tate de Londres o su participación en «El Nido» de Pekín 2008. En España protagoniza la exposición de la temporada, la muestra «Resistencia y Tradición», que acoge el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla (CAAC) hasta el 30 de junio, pero es su gran ausente.

Desde la primavera de 2011, no puede salir de China porque ha sido acusado de no pagar impuestos, difundir pornografía por posar junto a varias mujeres desnudas y ser un bígamo por haber tenido un hijo fuera de su matrimonio. Un auténtico proceso kafkiano que él achaca a sus críticas al autoritario régimen de Pekín, que ha querido silenciarlo por ser el rostro más visible de la disidencia.

-¿Cómo afecta a su trabajo la prohibición de salir de su país?

-Mi arte no puede ser visto en China, pero el Gobierno no ha tratado nunca de bloquear mis exposiciones en otros países. Mi oficina siguió trabajando incluso durante mi detención. Todo ello a pesar de que algunos de mis colaboradores fueron apresados por la Policía e interrogados día y noche esposados a una silla. Hasta me propusieron dejarme en libertad si cerraba mi estudio. Ahora, la situación se ha relajado y seguimos en contacto con galerías extranjeras. Me dijeron que me iban a devolver mi pasaporte, pero no ha sido así y me impiden viajar fuera de China. No puedo ir a montar las exposiciones por mí mismo, pero envío a mis ayudantes para prepararlas y me comunico con las galerías por internet. Tras mi liberación, he organizado diez grandes exposiciones y tenemos otras diez previstas.

-¿Por qué es usted tan peligroso para el régimen chino?

-Tras muchos años de lucha, me he dado cuenta de que mi auténtico peligro radica en que soy un espíritu libre. Como soy imprevisible, las autoridades no pueden prever lo siguiente que voy a hacer porque ni siquiera yo lo sé. El régimen quiere controlarlo todo, pero mi identidad como artista se basa en el cambio y eso es lo que más odian.

-¿Debe ser el arte un arma política?

-El arte me ayuda a expresar mis opiniones políticas, pero mis opiniones políticas me ayudan a estructurar mi arte. El arte no sólo debe definir nuevas propuestas estéticas, morales y filosóficas, sino también las políticas para alcanzarlas. Durante mi arresto, los policías me preguntaron: ¿por qué no te dedicas a tu arte y dejas de criticar al Gobierno? Pero, ¿cómo es posible que haya valores humanos, como el arte o la libertad de expresión, sin política?

-En medio de la crisis, el mundo contempla maravillado el «milagro económico» chino. ¿Cuál es la situación real del país?

-China ha crecido mucho en los últimos 30 años, beneficiándose de la globalización tras la Guerra Fría. El capitalismo estaba buscando mano de obra barata y nuevos mercados y China era la tierra prometida. Hace seis décadas, este país era un pozo tan profundo como lo es hoy Corea del Norte. Pero China tiene mucho talento que ha aflorado en cuanto el dinero ha llegado. China ha pasado de ser una sociedad feudal a tener esclavos modernos, pero no ha vivido una revolución industrial ni una eclosión de ideas nuevas. Sólo ha habido una lluvia de dinero para lograr el crecimiento sacrificando el medio ambiente, los derechos humanos y basándose en la corrupción, ya que todos los proyectos vienen del Partido y benefician al Partido Comunista. Es fácil hacer negocios en China si uno no habla del Tíbet o Taiwán. Los mejores socios económicos de Occidente son los dictadores.

-¿Espera cambios del próximo presidente de China, Xi Jinping?

-Todos esperamos que haya cambios, pero no creo que los nuevos líderes puedan hacer nada, ni siquiera aunque quieran, porque forman parte del sistema. De hecho, ya han reiterado que no modificarán los valores esenciales del comunismo en China. Eso significa que no habrá independencia judicial, ni separación de poderes ni libertad de expresión. Algunos funcionarios corruptos serán detenidos, pero la gran corrupción es que no habrá cambios políticos. La corrupción no atañe sólo al dinero, sino a un sistema que no puede producir ideas nuevas y se niega a escuchar a su propio pueblo.

-Aunque Twitter está censurado en China, usted tiene 200.000 seguidores en esta red social. ¿Puede internet cambiar China?

-Internet ha traído un poco de libertad a China, pero incluso las discusiones se refieren a pequeños asuntos sociales y no llegan a las esferas. De hecho, hay mucha autocensura entre la propia gente y un control férreo de las autoridades. Durante un mes, estuve intentando abrirme un centenar de cuentas en Weibo (el Twitter chino) con identidades falsas, pero me detectaron enseguida.

-¿Le pegaron o sufrió abusos durante los 81 días que pasó incomunicado?

-Cuando me detuvieron, fui trasladado en un coche durante una hora y media con los ojos vendados y en silencio. Al abrir los ojos, tenía delante a un matón musculoso que parecía sacado de una película de James Bond. Me interrogaron día y noche y me dijeron que me olvidara de mi abogado. No fui golpeado, pero sufrí maltrato psicológico. Durante casi tres meses, estuve aislado y desconectado del mundo. Debía sentarme rígidamente y pedir permiso levantando la mano hasta para rascarme la nariz. Había cámaras grabándome las 24 horas y tenía a dos policías a 80 centímetros de mí incluso en la ducha o cuando dormía. Cuando los relevaban, se derrumbaban del cansancio. En realidad, ellos eran los auténticos prisioneros. «Un día tú te irás, pero nosotros seguiremos aquí vigilando a otros como tú», me murmuraron una vez en secreto. A los 45 días, me obligaron a ver a mi esposa sólo para decirle tres cosas: que no me habían pegado, que no estaba allí por motivos políticos, sino económicos, y que mi familia no debía hablar con los periodistas extranjeros para no empeorar la situación.

-¿Qué hizo para no derrumbarse?

-Creo que me derrumbé en varias ocasiones. Desde el principio dejaron muy claro que estaban por encima de la ley y todo el juego dejó de tener sentido. Cualquier esperanza reside en la justicia, pero aquí no había justicia ni se podía razonar con nadie. Si miro personalmente a los guardias, no eran malas personas, sólo seguían órdenes.

-¿No teme acabar en la cárcel?

-Nunca he sido plenamente consciente del peligro porque el sistema es totalmente irracional. Me pueden arrestar cuando quieran. Tras mi liberación, ningún medio chino está autorizado a hablar de mí, ni siquiera para criticarme. Simplemente quieren que desaparezca de la opinión pública china, lo que me permite seguir con mi vida. Aunque he perdido el caso de la evasión fiscal, todavía no han venido a recaudar la multa de 15 millones de yuanes (1,7 millones de euros).

-¿Está China preparada para tener una democracia?

-Que no esté preparada no significa que no la necesitemos. En China necesitamos democracia desde hace mucho tiempo.

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