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Ferrer-Dalmau: «Quiero pintar a los últimos de Filipinas»

A punto de terminar «El milagro de Empel», un cuadro dedicado a la infantería, el pintor de batallas habla de su trayectoria y motivaciones

Ferrer-Dalmau: «Quiero pintar a los últimos de Filipinas» alfonso marquez

jesús garcía calero

Día a día el cuadro que ahora ultima Augusto Ferrer-Dalmau se ha ido completando. Se titulará «El milagro de Empel», un episodio de los Tercios de Flandes en el que los duros infantes españoles sobrevivieron a un bloqueo letal por mar y a una inundación cuando, según la tradición, apareció una tabla de la Virgen, se congeló el agua de los canales y pudieron salir y asaltar a pie la flota de las Provincias Unidas. «Milagro o meteorología, el hecho es que ocurrió», nos dice Augusto Ferrer-Dalmau, ya afamado pintor de batallas que ahora prepara un viaje a Georgia, donde las pinturas sobre su ejército servirán para celebrar la fiesta nacional de esta pequeña república caucásica llena de historia, en la que nació Stalin y a la que viajaron los Argonautas en busca del Vellocino.

Ferrer-Dalmau recuerda sus inicios, los de un modesto autodidacta, un niño al que se le daba muy bien pintar soldaditos y que, poco después, se introdujo en el negocio familiar, la industria textil. Aprendió técnicas y cultivó su pasión mientras ahorraba dinero como jefe de Diseño y Decoración en varias firmas del sector hasta que pudo dar el salto a la pintura. Descendiente de una saga de empresarios textiles catalanes, de tres o cuatro generaciones, habla con franqueza sobre los estragos culturales y económicos del nacionalismo.

Ferrer-Dalmau se dio a conocer pintando marinas e imitaciones barcelonesas de los cuadros madrileños de Antonio López. Desarrolló una técnica asombrosa y un buen día, al colgar en una de sus exposiciones un cuadro de un soldado carlista que había hecho se dio cuenta de que algo extraño pasaba. «Despertó tanto interés y gustó tanto que vi una oportunidad».

La afición por la historia le viene de sus estudios en el colegio de los jesuitas de Sarriá y de su madre, «una gran lectora de historia». Confiesa que al principio le veían «como un bicho raro: ¿éste qué hace? Pero había mucha gente con sed de tener una ventana a la historia en su casa. Mi pintura ha gustado quizá también por el tema ecuestre, o por el halo romántico, no sólo lo bélico».

-Llamativo tanto amor a la historia de España en un catalán de pura cepa.

-(Risas) Los catalanes hemos hecho muchas cosas por la historia común.

-No vive en Cataluña, ¿por qué?

-Hace cinco años que dejé de vivir en Cataluña. No estaba cómodo. El entorno cambió. Estaba muy cansado de discutir, de estar siempre demostrando lo que pensaba. Llegué al hastío: ya basta. Quería disfrutar de la vida y dejar de discutir con amigos en cada comida.

-Dicen que allí muchos han perdido la vinculación emotiva con España. ¿Cree que hay quien la mantiene y no se atreve a decirlo?

-¡Claro! El catalán es una persona seria, trabajadora y formal. Ha trabajado siempre vinculado a España, y tiene un prestigio para vender sus productos. Estamos cansados de esta mala fama que nos crea una serie de políticos.

-Los que dicen: «España ens roba»

-Qué gran mentira. España es nuestro principal cliente, es el principal mercado del producto catalán. ¡Es ridículo! ¡Cómo se va a robar España a sí misma! El victimismo no da una imagen real.

-Pero es un gran negocio...

-«Nos tienen manía, nos roban…». Esto lo dice tal vez un señor cuyo padre era de Extremadura. Ridículo.

-También se ha fabricado una versión falseada de nuestra historia.

-Eso es muy gracioso. Hemos estado en las mismas guerras, combatido juntos en los mismos frentes, hemos tenido las mismas desgracias y compartido todo, desde hace siglos y siglos. La sangre de los soldados catalanes ha regado los mismos campos de batalla, es la misma historia.

-¿Por qué no cultivamos más la grandeza de nuestra historia?

-España no ha tenido la suerte que tienen los americanos, donde se hacen películas muy buenas que la gente puede ver. Apenas hemos hecho películas de nuestros hechos gloriosos. Pero se pueden pintar. Yo he tratado de recuperar esos temas.

-¿Cree que todos somos responsables?

-Sí, tenemos una historia tan extensa y lo llevamos tan dentro que no le damos el valor que merece. Si hubiéramos tenido un solo hecho glorioso lo estaríamos celebrando todos los días. Pero son cientos y miles de hechos.

-A las dos Españas sí les damos vueltas.

-Siempre estamos igual. El día que se deje de utilizar la Guerra Civil como arma política igual me da por pintar algún cuadro de esa contienda

-¿Qué le atrae de la guerra?

-Estéticamente hay cosas valiosas en la guerra, desde los uniformes al valor, el sufrimiento y heroísmo, lo mejor y lo peor del hombre. Hay una belleza que puedes palpar en una carga de caballería, oír cien caballos galopando de frente debe ser impresionante.

-¿Qué hecho histórico querría pintar y no lo ha hecho?

-Uno que es de los que más me ha emocionado siempre: los últimos de Filipinas. Si puedo lo haré este año.

-¿Qué le ha llevado a pintar «El milagro de Empel?

-Milagro o no, ocurrió la victoria. Enterrada en el barro, hallaron una tabla, cuando estaban sitiados en el montecillo de Empel y con los canales inundados, sin víveres ni ropa seca. El sufrimiento era terrible y he querido plasmar ese momento en el que pasean a la Virgen. Lo cierto es que las aguas se congelaron aquella noche y los españoles pudieron atacar los barcos a pie. Es mi homenaje a la infantería.

-¿Pinta rostros reales?

-Las caras las improviso. A veces una pincelada te da una expresión. La vas modelando, casi como si fuera barro. Retratar a un personaje real cuesta más. Y hay sorpresas: el tamborilero de este cuadro de Empel no será un europeo, sino un mestizo de América del sur, porque también venían de los Tercios de América al de Flandes.

-¿Qué nos aporta conocer hoy la grandeza de nuestra historia?

-El orgullo de quiénes somos y de dónde venimos. Estamos donde estamos porque antes hubo cientos de miles de hombres, no sólo soldados, sino el pueblo, que lucharon por lo que somos. Dieron su vida y su sangre, hicieron cosas increíbles. Gracias a eso España es un país puntero, de una cultura milenaria dentro de la gran cultura occidental.

-¿Qué destaca de esos soldados españoles que le gusta pintar?

-Que nosotros casi no atacamos, destacamos más defendiendo. En eso somos los mejores. Defender lo que está perdido, o es imposible de defender, sólo lo puede hacer un español. Pon un español y dejará de ser imposible.

-Pero somos cainitas.

-Si no tenemos con quién pelear peleamos entre nosotros. Es nuestro gran defecto. Si el ataque viene de fuera es cuando hacemos una piña, una piña letal.

-¿Y qué es hoy el Ejército español?

-Es una comunidad de hombres honrados, trabajadores, que ganan muy poco comparado con el esfuerzo que realizan. Para ser militar se exige hoy una preparación... Es dificilísimo ser oficial. Y es gente que estaría dispuesta a dar su vida por nosotros, por lo que somos. Estamos hablando de algo muy serio.

-¿Y qué es lo que somos?

-El pueblo español, con sus defectos y virtudes, que aplaudimos algunas cosas y otras que deberíamos venerar no las valoramos.

-Son los soldados de su cuadro «La patrulla». ¿Qué recuerda más de aquella convivencia con los soldados españoles en Afganistán?

-Fue una experiencia maravillosa, en la que volví a evocar mis tiempos de cazador de montaña, la vida del cuartel, muchas cosas. Pero este Ejército de ahora no tiene nada que ver con el que yo conocí. Es puntero, con un nivel igual o mejor que el americano. ¡Qué orgullo de gente muy muy preparada! Allí veías a nuestra Brigada Paracaidista, que estaba junto a los Marines, y yo les miraba y me quedaba con los españoles.

-¿Qué opina de la posible pitada al himno en la final de Copa?

-Me da mucha rabia. No pienso mirarlo, no quiero saber nada hasta que pasen unos días. Me entristece y enfada.

-¿Hay que hacer algo para impedirlo o hay que aguantarse?

-Ni lo uno ni lo otro. Hay que pedir respeto. Seamos civilizados. Igual que nosotros respetamos su ideología, respeten nuestros símbolos. Exigimos respeto, digámoslo todos bien alto. Lo único que podemos hacer es avergonzarles, ponerles en evidencia. ¿Esto es lo que vosotros vendéis? ¿Esta es la cultura que vosotros defendéis y transmitís? ¿La falta de respeto a toda una sociedad?

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